Villasmil: Un asunto de cabello
El título de la nota no tiene nada que ver con cierto personaje venezolano, en el que usted seguramente estaba pensando. Tiene que ver con un dato curioso: ante el hecho evidente en los últimos años del ascenso constante al poder de líderes populistas y neonacionalistas, un hecho que destaca en algunos de ellos es la peculiar característica de su sistema capilar, es decir de sus cabellos; ¿será acaso necesario tener el pelo inusualmente raro para ganar elecciones?
Hay cambios de look capilar que traen una metáfora implícita: Pablo Iglesias, el líder chavista español, famoso por su coleta, se la cortó luego de pasar de vicepresidente del Gobierno Frankenstein de Sánchez y jefe de Podemos a ser un ciudadano de a pie, merced a la paliza que le diera Díaz Ayuso en Madrid. Raspado política y capilarmente.
¿Y cómo no mencionar, aunque sea de pasada, al caído en desgracia por mano propia, ex-Primer Ministro del Reino Unido, de cabellera rubia siempre caótica, Boris Johnson?
Hay una tendencia colectiva a fijarnos primordialmente en el estilo de los líderes populistas, más que en sus ideas. Cuanto más extravagantes son en su aspecto, o exóticos e irracionales en su conducta, más olvidamos que también son políticos.
Veamos otros ejemplos.
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GEERT WILDERS
Recientemente se dieron elecciones en los Países Bajos y en Argentina. En la primera logró la mayor votación Geert Wilders, líder ultraderechista quien ha sido definido como “un vampiro kitsch en una película de Ed Wood”. Valga informar que Ed Wood fue un director, productor, guionista, editor y actor de cine estadounidense, considerado tras su muerte como el peor director de cine de todos los tiempos, gracias a la dirección desastrosa de películas como Glen o Glenda (1953), Bride of the Monster (La novia del monstruo, 1955), Night of the Ghouls (La noche de los demonios, 1958) y Plan 9 from Outer Space (Plan 9 del espacio exterior, 1959). Como corresponde a estos tiempos estéticamente estrafalarios, hoy Wood es considerado un director de culto.
Si hubiera un premio anual a los mejores cultores del pensamiento reaccionario, Wilders sería un finalista constante; xenófobo y enemigo de la Unión Europea, ha incluso propuesto que el Corán sea prohibido. La UE para él es un Estado nazi, y el Corán una versión islámica del “Mein Kampf” hitleriano.
Ha sido llamado el Donald Trump neerlandés, pero a Wilders no le gusta la comparación, probablemente porque no acepta paralelismos que implícitamente lo coloquen a él en segundo lugar de nadie. En materia de pensamiento reaccionario y troglodita no debe tener rivales.
Leemos en una nota de la BBC que las propuestas de Wilders han sido recibidas con asombro en un país acostumbrado a la diversidad cultural y la convivencia interreligiosa. Pero dos hechos lamentables sacudieron este pacífico panorama: en 2002, un activista medioambiental holandés mató a tiros al político Pim Fortuyn, abierto crítico del islam. Dos meses después, un joven de origen marroquí mató en plena calle de Ámsterdam al controvertido cineasta holandés Theo van Gogh, que había realizado el documental anti-islam Submission.
Geert Wilders es una melena contradictoria andante: Más allá de su discurso anti islámico, él es difícil de etiquetar porque en cuestiones sociales se considera progresista y defiende con firmeza los derechos de las feministas y la comunidad LGBT (Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales).
Ha criticado a «la élite política de La Haya y Bruselas» por años, prometiendo sacar a los Países Bajos de la Unión Europea si llega al poder, el llamado Nexit.
Y aunque se cree que seguirá insistiendo en esa idea, él ha reconocido que la mayoría de los votantes holandeses no están pensando en eso.
Sus aliados más cercanos en la UE están en la derecha nacionalista: el primer ministro húngaro, Viktor Orban, la política francesa de extrema derecha Marine Le Pen y el líder de Vox, Santiago Abascal, han acogido con satisfacción su victoria.
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Javier Milei, reciente ganador de las presidenciales en Argentina, tiene algo del Joker, con cabello desordenadamente leonino, y aspiraciones estéticas de ser un Elvis Presley sureño.
Si todos los populistas-nacionalistas de extrema derecha están llegando al poder porque las sociedades están hartas de tanta mediocridad y corrupción de la política tradicional, el caso argentino no tiene parangón: el inmenso daño que han hecho el ideario y la praxis peronistas mantiene en las brumas del peor desastre socioeconómico a un país que lo tendría todo para estar desde hace décadas en el llamado primer mundo.
El populismo peronista argentino recuerda una célebre frase del periodista y satírico norteamericano, H. L. Mencken, una definición que calzaría muy bien con todos los diversos líderes peronistas, empezando con el fundador de tal aquelarre: “Populista es aquella persona que predica ideas que sabe falsas entre personas que sabe idiotas”.
Como un populista es capaz de definirse como cualquier cosa -menos populista, claro- en el caso del nuevo presidente argentino vemos que él se define como “liberal libertario” (sic), o “anarco-capitalista”. Pero es tal la desgracia que ha acosado al país, que uno no tiene otra alternativa que desearle al nuevo Gobierno argentino el mejor resultado posible para el bien común ciudadano. Lo necesitan con urgencia. Ahora bien, si Milei logra avanzar los puntos más radicales de su programa, que Dios los agarre a todos confesados.
«Tomá un personaje de Puccini, sacalo a la vida real y ese soy yo.« Así es como se presenta Milei, y haríamos bien en asumirlo en serio. Característicamente dramáticas, las óperas de Puccini rara vez acaban bien. Admirador de Puccini como soy, debo confesar que es algo muy cierto.
Como afirmó cierto analista argentino: “Si vos vas cayendo en un avión a mil metros de altura y 900 km por hora, no perdés nada con saltar, en una de esas ocurre un milagro y te salvás. De la otra manera, te vas a estrellar y morir igual”.
Pensemos, en cambio, para terminar esta nota en un tono menos grave, en nuestra propia denominación para personajes como Wilders y Milei: “populistas capilares”.
Hasta Donald Trump, que con su original melena es el mentor mayor de la franquicia populista-capilar, quizá estaría de acuerdo.