Discursos y Documentos

John Kennedy: Ich bin ein Berliner

 

Al cumplirse 50 años de la caída del infame muro de Berlín, es conveniente recordar algunos de los hechos que conformaron la lucha entre los defensores de la libertad y los verdugos del totalitarismo. Un momento fundamental de esa confrontación fue la visita del presidente de los Estados Unidos, John Kennedy, a Berlín, a dos años de construido el muro, y el breve pero inolvidable discurso que pronunciara ante casi medio millón de ciudadanos berlineses, quienes escucharon, por parte del máximo líder político del mundo occidental no sólo unas palabras de condena al muro, sino su promesa de que el mundo libre no los abandonaría. A continuación, el texto del discurso, hoy conocido y recordado por su oración final: «Ich bin ein Berliner», «Soy un berlinés.»

Es un orgullo venir a esta ciudad como huésped de vuestro distinguido alcalde, que simboliza en todo el mundo el espíritu luchador de Berlín Oeste. Es un orgullo visitar la República Federal con vuestro distinguido Canciller, que durante muchos años ha comprometido Alemania a la democracia, a la libertad y al progreso. Y es un orgullo venir aquí en compañía de mi compañero americano, el General Clay, que ha estado en esta ciudad durante sus mayores momentos de crisis, y volverá a venir siempre que se le necesite.

Hace dos mil años, no existía mayor orgullo que decir «Civis Romanus sum» («soy un ciudadano romano»). Hoy, en el mundo de la libertad, no hay mayor orgullo que poder decir «Ich bin ein Berliner!!» (¡¡Soy berlinés!!).

Hay mucha gente en el mundo que realmente no comprende, o dice no comprender, cuál es la gran diferencia entre el mundo libre y el mundo comunista. Que vengan a Berlín.

Hay algunos que dicen que el comunismo es el movimiento del futuro… ¡que vengan a Berlín!

Y hay algunos que dicen, en Europa y en otras partes, que podemos trabajar con los comunistas… ¡que vengan a Berlín!

Incluso hay unos pocos que dicen que es verdad que el comunismo es un sistema diabólico, pero que permite un progreso económico… Lass’ sie nach Berlin kommen! («¡que vengan a Berlín!»)

La libertad se enfrenta a muchas dificultades y la democracia no es perfecta, pero nunca hemos tenido que levantar un muro para encerrar a nuestro pueblo, para prevenir que la gente se vaya. Quiero decir en nombre de mis ciudadanos, que viven a muchas millas de distancia al otro lado del Atlántico, muy lejos de vosotros, que ellos sienten como un gran orgullo el haber podido compartir con vosotros, a pesar de la distancia, la historia de los últimos dieciocho años. No conozco ninguna ciudad, ningún pueblo, que haya sido asediado durante dieciocho años y que aún viva con la vitalidad y la fuerza, la esperanza y la determinación, de la ciudad de Berlín Oeste. Pese a que el muro es la más obvia y viva demostración del fracaso del sistema comunista a ojos del mundo entero, no encontramos satisfacción alguna en ello ya que es, como ha dicho el alcalde, una ofensa no solo contra la historia, sino también una ofensa contra la humanidad, que separa familias, divide maridos y esposas, hermanos y hermanas, divide a la gente que desea volver a estar unida.

Lo que es cierto para esta ciudad, lo es para Alemania – la paz real y duradera en Europa no estará asegurada mientras a uno de cada cuatro alemanes se le niegue el derecho más elemental de ser un hombre libre, y ello significa poder elegir libremente. En dieciocho años de paz y buena fe, esta generación de alemanes ha ganado el derecho a ser libre, incluyendo el derecho a unir sus familias y su nación, con la buena voluntad de todos los pueblos. Vivís en una defendida isla de libertad, pero vuestra vida es parte de algo mayor. Permitidme pediros que alcéis vuestros ojos por encima de los peligros de hoy, a las esperanzas de mañana. Más allá de la libertad de sólo esta ciudad, Berlín, o de vuestro país, Alemania, hacia el avance de la libertad en todos los lugares. Más allá del muro, hacia el día de la paz con justicia. Más allá de vosotros o nosotros, hacia toda la humanidad.

La libertad es indivisible y cuando un hombre es esclavizado, nadie es libre. Cuando todos sean libres, entonces podremos dirigirnos hacia ese día en que esta ciudad será unida en una sola, y este país y este gran continente que es Europa se unirán en un único globo, lleno de paz y esperanza. Cuando ese día llegue por fin, que lo hará, la gente del Berlín Oeste podrá sentir una sobria satisfacción por el hecho de que ellos estuvieron en primera línea durante casi dos décadas.

Todos los hombres libres, vivan donde vivan, son ciudadanos de Berlín. Y por lo tanto, como hombre libre, yo digo con orgullo las palabras «Ich bin ein Berliner».

Berlín
11 de junio de 1963

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