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Villasmil: Marina, una heroína

Marina Ovsyannikova: La periodista que protestó en televisión contra la guerra huye de Rusia y recibe la protección de un país europeo | Internacional | EL PAÍS

 

Termina 2023 y una de sus características más terribles fue el auge de los ataques a la prensa libre, a los periodistas críticos, a los medios que denuncian injusticias y muestran la cara perversa del poder autocrático.

Pocos días antes del ataque terrorista de Hamás a Israel nos informaba The Economist: “Marina Ovsyannikova, ex periodista de la televisión estatal rusa, fue condenada en rebeldía a 8,5 años de cárcel por mostrar una pancarta de «Stop a la guerra» durante una emisión poco después de la invasión de Ucrania. Fue declarada culpable de «difundir a sabiendas información falsa sobre las fuerzas armadas rusas». Ovsyannikova se fugó hace un año de su arresto domiciliario en Rusia a un país europeo desconocido».

Recordaba el caso. En medio de los horrorosos ataques del putinismo a Ucrania Marina había sido multada en varias ocasiones por sus actos, supuestamente contrarios al Ejército ruso. La periodista, que trabajaba para el Canal 1, interrumpió el 14 de marzo de 2022 las emisiones con una pancarta protestando contra la invasión, a pesar de la prohibición del Kremlin a los periodistas de referirse como una “guerra” a lo que las autoridades rusas siguen denominando “operación especial”.

Por ser una ciudadana y una periodista decente, fue condenada a una multa de 30.000 rublos (255 euros) por “organizar un acto público sin autorización”. Asimismo, tras una investigación al respecto, fue despedida de la cadena y posteriormente se confirmó que había empezado a trabajar para el diario alemán Die Welt. Tras su primer acto de indignación y rebeldía en televisión se trasladó a Alemania, pero regresó al cabo de tres meses y protagonizó una protesta en solitario cerca del Kremlin, con un cartel en el que se leía Putin es un asesino”, que condujo a su detención. La periodista es realmente valiente.

Luego, fue condenada a arresto domiciliario.

Sin embargo, Marina, en una operación harto rocambolesca, pudo escaparse. Como se narra en nota de Infobae: “En su huida contó con la ayuda de Reporteros sin Fronteras (RSF), con sede en Francia, que utilizó siete vehículos diferentes y cruzó la frontera a pie, adentrándose en un bosque por la noche.

“Tuvimos que guiarnos por las estrellas y fue un verdadero reto”, declaró en una rueda de prensa en la sede de RSF en París.

“Nos escondíamos de las luces de los guardias fronterizos y de los tractores que circulaban, pero finalmente lo conseguimos y llegamos a la frontera”.

¿No teme hoy acaso por su vida?

“Por supuesto que temo por mi vida. Cada vez que hablo con mis amigos en Rusia me dicen: ‘¿Qué prefieres, Novichok, pollonium o un accidente de coche?”, en referencia a los diversos métodos empleados por las fuerzas de seguridad rusa -incluso fuera del país- para acabar con la vida de los enemigos de Putin.

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La periodista teme llegar a formar parte de la interminable lista de reporteros incómodos para el Kremlin que murieron en extrañas circunstancias.

Según el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ), una organización con sede en Nueva York, 58 periodistas fueron asesinados en Rusia desde 1992 hasta 2018.

De la larga lista de asesinatos de periodistas “incómodos para Putin”, destaca el asesinato de Anna Politkovskaya, muerta de un tiro en la cabeza el 7 de octubre de 2006 en el ascensor del bloque de pisos en el que vivía, en Moscú. Una cámara de seguridad captó la siniestra imagen del asesino, oculto tras una gorra oscura. La investigación rusa reveló que era Rustam Majmudov, condenado en 2014 a cadena perpetua; ¿quién le encargó ese monstruoso asesinato? No es difícil adivinarlo. Otro implicado, un expolicía que purgaba 20 años, fue liberado y hoy combate en Ucrania. La reportera trabajaba para Novaya Gazeta, donde publicó varios reportajes sobre los abusos contra los Derechos Humanos en Chechenia, un tema que generó una cadena de autocensura de los periodistas y medios. Putin demostraba que la cosa era en serio. Quien le disgustaba podía pagar con su vida la afrenta.

En noviembre de 2010 dos atacantes golpearon al prominente columnista Oleg Kashin fuera de su casa con tubos de acero. El ataque fracturó su cráneo y uno de sus dedos tuvo que ser parcialmente amputado. Después de días en coma inducido, Kashin sobrevivió y se recuperó.

La agresión conmocionó a la comunidad de periodistas de Moscú, que organizaron piquetes de protesta para exigir una investigación exhaustiva. El entonces presidente Dimitri Medvedev prometió que los agresores serían encontrados. Todavía hacen como que los buscan.

Como Politkovskaya, Yulia Latynina también colaboraba con el periódico «Novaya Gazeta». Tuvo que huir de Rusia después de varias amenazas y de un incendio premeditado de su automóvil. En 2016 un asaltante no identificado le arrojó un cubo de heces. «Novaya Gazeta» emitió una declaración diciendo que había recibido amenazas de muerte.

Los periodistas rusos Orkhan Dzhemal, Alexander Rastorguyev y Kirill Radchenko estaban trabajando en un documental en la República Centroafricana cuando fueron emboscados y asesinados a tiros en agosto de 2018. Era conocido el hecho de que su trabajo periodístico involucraba al Kremlin y su posible relación con mercenarios rusos, así como intereses de Moscú en la República Centroafricana.

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Es un hecho que en América Latina la vida de un periodista corre cada día más peligro. Como Marina, decenas de sus colegas en esta región han sido asesinados por fuerzas estatales, por el narcotráfico, por la antipolítica.

Durante la 79 Asamblea General de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), que se celebró hace poco en México, se denunció la precaria situación de la libertad de expresión en Nicaragua, El Salvador, Cuba, Venezuela, Bolivia, Guatemala y Honduras. En sus conclusiones, la SIP, que cumple 100 años de haber sido creada, señaló a Nicaragua, Cuba y Venezuela como los países con mayor riesgo para un periodismo libre por la persecución a quienes lo ejercen.

En sus conclusiones, se afirma que “El debilitamiento de la democracia en América este año arrastró su sombra infaltable: la erosión de las libertades de expresión y de prensa. El inicio de nuevos gobiernos y varios procesos electorales en la región fallaron en promover los valores republicanos de una prensa libre”.

Bien se sabe que las tiranías y las autocracias populistas no toleran la libertad de expresión. Pero la lucha por la libertad nunca se detiene.

Si hay una parte de la sociedad que ha logrado unir en su contra a las actuales fuerzas del mal, pero que sigue firme en su trabajo, es el periodismo latinoamericano crítico y valeroso, es decir, formado por héroes como Marina.

 

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