DictaduraEconomía

¡Comprémosles Cuba!

'El castrismo está enfocado en hacer plata mientras nos mantiene amenazados con plomo. No podemos devolverle el plomo, ¿pero podría lograrse algo con plata?'

Miguel Díaz-Canel y Raúl Castro.
Miguel Díaz-Canel y Raúl Castro. REUTERS

 

 

No puede afirmarse que la cúpula del régimen esté preparando su huida, mucho menos que haya signos de que deseen una transición pacífica o se hayan disgregados los mandos intermedios amenazando con desplomar el castillo de naipes totalitario.

Pero lo que sí puede asegurarse con precavida confianza, partiendo del manejo económico del régimen, es que este está actuando y pensando a muy corto plazo, como a quien no le interesa el futuro… quizás consciente de que no tiene.

La sinvergüenzura de convertir en ladrillo hotelero tanto los dólares de las remesas como lo que ganan alquilando carne de médico, más la criminal dolarización inflacionaria y los empobrecedores niveles récord de déficit fiscal, indican que, salga el sol por donde salga, la prioridad para el régimen es amasar el mayor botín posible lo antes que se pueda.

El castrismo está enfocado en hacer plata mientras nos mantiene amenazados con plomo. No podemos devolverle el plomo, ¿pero podría lograrse algo con plata?

Una vez que las sobras humanas de Raúl Castro sean tiradas en ese panteón que se hizo construir en Segundo Frente, lejos allá donde nadie pueda escupirle la tumba (en eso fue más listo que su hermano), sus herederos —varias familias de viejos militares de alcurnia comunistas, nuevos militares de pedigrí empresarial y algunos políticos que conforman eso que genéricamente denominamos castrismo— podrían aceptar una cantidad indecente de dinero a cambio de abandonar el poder.

¿Cuánto es indecente? Quizás 10.000 o 20.000 millones de dólares serían suficientes. La cifra dependerá de negociar con quienes en ese momento controlen el aparato estatal. Se les ofrecería que, en vez de pasar otros 60 años ordeñando una vaca cada vez más raquítica y protestona, tomen efectivo suficiente para no tener que ordeñar nunca más en sus vidas, la vida de sus hijos y la de sus nietos.

Aunque claramente habría un debate ético sobre este modo de llegar a la libertad de Cuba, precedentes históricos de pueblos comprando su paz y/o libertad —incluyendo intentos de adquirir la Isla cuando era parte de España— se remontan a los inicios de la civilización, nada hay de afrenta en ello. Cuando las circunstancias imposibilitan otra resolución, este es un camino que a quien único deshonra es al opresor de turno.

Para concretar el hecho —en caso de que no quiera involucrarse a un tercer Estado u organización internacional como mediador— se necesitaría que la diáspora nacional, únicos cubanos que pueden votar libremente, se arroguen la representación de la nación y elijan un comité de personas facultados para entablar diálogo con el castrismo ofreciéndoles dinero y algún mecanismo de seguridad física tras su abandono del poder.

El dinero saldría de un fondo soberano creado ad hoc para esta operación, conformado por donaciones, aportaciones de organismos internacionales y, muy principalmente, de la compra de acciones emitidas sobre aquella parte de la riqueza del país que vaya a privatizarse una vez haya democracia y economía de mercado en Cuba.

Hay tierras a borbotones, ingentes cantidades de propiedades inmobiliarias, lo que queda del tejido industrial, hoteles y demás bienes turísticos, medios de transporte, minas, empresas de servicios públicos, bancos, cientos de locales urbanos y demás propiedades actuales del castrismo que, inobjetablemente, deberán ser privatizadas o concesionadas para que la economía funcione. Mediante esta especie de venta por adelantado podría irse socializando y privatizando para que el Día Cero haya una estructura de propiedad más o menos definida.

Solo con que los más o menos dos millones de cubanos emigrados hagan una ponina de 5.000 dólares se obtendría 10.000 millones. Esa cantidad puede parecer demasiado para muchos cubanos que sobreviven contando centavos en dólares, euros y tantas otras monedas, pero esos 5.000 no solo no son un gasto, sino que, probablemente, serán una excelente inversión y, además, a muchos les evitaría tener que seguir desangrándose en remesas, recargas, paquetes, medicinas y demás extorsiones que sufren hoy por tener familiares secuestrados por el PCC.

Este artículo, por supuesto, nada dice sobre cuáles serían las facultades del comité negociador, mucho menos describe la forma, estructura y funcionamiento del fondo monetario, cosas ambas que requerirán estudios técnicos y debate.

La única pretensión al escribirlo es, humildemente, hacer conscientes a los lectores de que hay caminos hacia la libertad que podrían ser factibles acorde las circunstancias actuales de la mafia gobernante —este es solo uno de ellos— que deberían explorarse como remedio para esta lepra que nos está rompiendo la Isla en pedazos.

 

 

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