Democracia y Política

Hacerse oposición a uno mismo es absurdo

La derecha se ha convertido en un sector subsidiado por los errores de gobierno. Sabe que puede ganar sin esforzarse demasiado y se les nota. En una palabra, necesitan un líder.

 

La derecha vive con subsidios

El gobierno ha aceptado su debilidad, ha perdido sus ilusiones en el camino y la idea de la superioridad moral es un recuerdo, por lo mismo ha empezado a sacar mejor partido de lo que tiene. Sus diferencias internas siguen igual de vigentes que el primer día, pero ya no se las cultiva con igual delectación que al principio.

Como el poder en política consiste en el que se tiene sumado al que se espera tener pronto, la derecha se ha ido objetivamente fortaleciendo en los últimos meses, sin embargo, es igualmente claro que ha perdido perfil.

La derecha es un sector fuerte, pero no hay todavía un líder fuerte en la derecha y aquí el comportamiento de rebaño no deja satisfecho a nadie. Es lo que ha estado predominando producto de un comportamiento deslucido y ajustado al libreto de los expertos en comunicación.

En política hay que mantener todas las diferencias que sean necesarias, pero hay que lograr todos los acuerdos que sean posibles. Siempre existe la necesidad de una dieta balanceada entre ambos aspectos, pero Chile Vamos se ha ido especializando mucho más en negarse a lo que no le gusta, que en conseguir algo de lo que le gusta.

El comportamiento de rebaño en la oposición consiste en validar siempre y a todo evento su nombre, es decir, oponerse a lo que tenga por delante. Caso a caso resulta comprensible este comportamiento, pero la suma total llega a ser bastante frustrante.

A la derecha se la ve gritona, pero apocada, descontenta con razón de un comportamiento que le significa una exigencia mínima. Sin darse cuenta, se ha convertido en un sector subsidiado por los errores de gobierno. Sabe que puede ganar sin esforzarse demasiado y se les nota. En una palabra, necesitan un líder.

En el mundo al revés, la izquierda se dedica a conservar

La izquierda es un sector llena de complejos. Si la palabra “reforma” provoca cierto perceptible movimiento de incomodidad en los asientos, la palabra “conservación” es un tabú. Sin embargo, todos saben en lo que se está y que se repite de voz en voz apenas se ausentan las cámaras de televisión: hay que aguantar.

En épocas donde la izquierda era una realidad más que un simulacro y lo que pasaba sucedía en los hechos y no sólo era tema de discursos, la consigna habría sido “rodilla en tierra”, que era la manera más gráfica de decir que de aquí no se retrocede. En el edulcorado lenguaje oficial actual sería algo así como “mirándolos a los ojos, les pido que piensen en Chile y nos aprueben algo que sea”.

¿Es la revolución? No. ¿Son las reformas profundas? Tampoco. Es mantener la estantería en pie, compañero.

Hay que ser propenso al delirio para pensar que se van a obtener logros reconocidos en seguridad, pero contener la ola de mayor violencia, sí es posible. Reformar la salud es una quimera, rescatar al sistema de salud del colapso, sí es posible. Hacer que se recupere la confianza en las fundaciones oficialistas es de locos, pero cumplir con la meta de viviendas a construir, sí es posible.

Si bien la izquierda no sabe administrar sus triunfos, sí sabe enfrentar sus derrotas. Cuando está muy ocupada no tiene tiempo para intentar la autodestrucción. Cuando el viento sopla a favor, aprovecha de dividirse, pero cuando todo está en contra se comportan hasta como personas razonables. Justo cuando se la da por desahuciada, la izquierda responde. Funciona mejor contusa que rozagante y con buena salud.

Ahora se acercan elecciones y el oficialismo es mejor buscando votos que encontrando soluciones. También en este caso se trata de resistir porque se tiene mucho que defender y la derecha intentará definir la competencia política de una sola vez y de allí en adelante consolidar lo conquistado.

Si la izquierda y la centroizquierda se ordenan habrá ganado mucho más de lo que parece. Para conseguirlo no sólo habrá de llegar a acuerdo en la negociación, sino que tendrá que comprimir la negociación al máximo para dejar el mayor espacio disponible para competir.

La actitud realista del Ejecutivo jugará a favor del comportamiento responsable y para que eso se verifique deberemos tener novedades pronto.

Hoy por ti, mañana por mí

El panorama actual lo conocen todos y lo verbalizan pocos. Empleando la diplomacia estilo apache es fácil de resumir: si la derecha lo hace bien, puede ganar la elección presidencial y hacer un buen gobierno; si lo hace mal, puede ganar la elección presidencial y hacer un mal gobierno; si lo hace muy mal y el oficialismo hace algo que todavía no intenta, en una de esas la derecha pierde.

El caso es que la derecha no lo está haciendo bien porque sus dirigentes y parlamentarios son conducidos por la inercia, en vez de dirigir los acontecimientos en beneficio propio.

En el Parlamento está negándose a acuerdos razonable, porque no quiere darle al gobierno la menor oportunidad a que se recupere. Esta actitud compite en mezquindad y torpeza.

En ausencia de suficientes méritos propios y sin control de los errores no forzados, el gobierno no se puede recuperar, mucho menos por la “ayuda” de la oposición.

En cambio, si no se empiezan a perfilar acuerdos nacionales y a poner coto a los principales problemas del país es la gestión de la próxima administración la que pagará las consecuencias.

El que acumula incertidumbres cosecha crisis. Sin ninguna duda, los gobiernos anteriores sufrieron la acción del ataque despiadado de sus respectivas oposiciones. La derecha se propuso no hacerlo en esta oportunidad y ahora se la ve feliz en su intransigencia. Si repetimos otra vez el ciclo el resultado se parecerá mucho a la decadencia.

Todo aquello que se acuerde hoy, aun suponiendo una expedita tramitación parlamentaria, hace que el espacio entre que se dicte una ley y esta se ejecute sólo deje oportunidad para que los efectos benéficos que se puedan alcanzar se experimenten cuando la nueva administración esté en el poder.

Es más, sólo acuerdos en plazos extensos, como los que ha presentado el ministro Mario Marcel, hace que la agenda de compromisos transversales se empiece a aplicar ahora, continúen en la transición entre dos gobiernos y siga operando después.

La derecha se está haciendo oposición a sí misma y ni siquiera se da cuenta. Esperemos que una candidatura presidencial consolidada la cure de esta ceguera.

 

 

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