Venezuela en su laberinto
El chavismo cree que está librando una batalla por el pueblo para salvar la “revolución”
El presidente Maduro declaró, virtuoso, que reconocía el resultado de las elecciones legislativas del 6-D, pero a continuación se dedicaba a demoler sus posibles consecuencias. La constitución venezolana es de una naturaleza particularmente gaseosa, abierta a las interpretaciones más convenientes, con lo que el mandatario ni siquiera tiene que vulnerar formalmente la legalidad para hacer de su capa un sayo. La pieza esencial de la nueva arquitectura son los parlamentos comunales, cuyo solo objetivo es restar poder a la asamblea nacional, en la que la oposición (MUD) tiene 112 escaños sobre 167 y, notablemente, la capacidad de convocar una constituyente; sigue esta semana el nombramiento de jueces seguros para el Supremo, instancia llamada a dirimir discrepancias entre Ejecutivo y Legislativo; se contempla la revisión de los resultados de las votaciones en un número de circunscripciones suficiente para reducir esos 112 a una tropa relativamente inocua, todo ello sobre la acusación de que la MUD intentaba “dar un golpe de Estado electoral”, y la rotunda negativa del presidente a promulgar una futura ley de amnistía que liberaría al dirigente opositor Leopoldo López, condenado a 13 años, nueve meses, siete días y 19 horas de cárcel. ¡Qué precisión!
La culpa de la derrota la tiene, según Caracas, la guerra económica, interior y exterior, y el imperialismo capitalista como mantra general de servicio. Son numerosas las cancillerías que no lamentan las enormes dificultades económicas del país, diariamente agravadas por el barril de crudo a menos de 40 dólares. En la propia Venezuela, y a pesar de la intensa labor de adoctrinamiento de estos últimos años, el indiscutible apoyo popular se ha basado, sobre todo, en los beneficios materiales derramados sobre la mayor parte de la población, pero que deriva hoy en escasez, miseria, y retroceso de todos los rubros de primera necesidad.
Desde el Primer Mundo se percibe la reacción del Gobierno venezolano como una muestra de hipocresía y cinismo, ante una situación que el disidente Jorge Giordani caracteriza como un “enorme vacío técnico e intelectual”, pero parte de los dirigentes creen que están librando una batalla para salvar la “revolución” contra un enemigo que hace trampas igual que respira, por lo que se sienten facultados para defenderse con todo lo que tengan a mano y entienden que sería una “traición” al pueblo no pelear palmo a palmo.
En Venezuela no puede haber alternancia en el poder porque la existencia de uno exige el maniatamiento del otro. Hasta ahora, el chavismo había tolerado un pluralismo limitado, pero, a la vista de la instalación de la nueva cámara el próximo 5 de enero, todo parece indicar que la hora de la resolución final, en el sentido que sea, ha llegado. Y eso que José Luis Rodríguez Zapatero, observador internacional en las elecciones, dijo que los comicios habían sido impecables.