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Ladran, luego cabalgamos

Lo que al principio era una modesta web de unos cuantos periodistas ‘tocapelotas’, se está convirtiendo en un medio de referencia para buena parte de la población

Ladran, luego cabalgamos

Koldo, Sánchez y Ábalos. | Alejandra Svriz.

 

 

Desde el pasado 21 de febrero, THE OBJECTIVE ha recibido innumerables felicitaciones. Ese día, la Guardia Civil detuvo a 20 personas en el marco de una operación contra la corrupción cuyo epicentro había sido el Ministerio de Transportes de José Luis Ábalos. De repente, muchos tomaron conciencia del enorme trabajo que un grupo de periodistas habíamos hecho durante los últimos cuatro años. Primero en ‘Vozpópuli’ y luego aquí en THE OBJECTIVE.

El 23 de enero de 2020 destapamos el famoso ‘Delcygate’, para asombro de muchos (hubo un santón del periodismo que hasta en su día escribió que aquello eran «invenciones periodísticas»), luego llegó el turno de los anormales contratos sanitarios de la pandemia (entre ellos los de Soluciones de Gestión, desvelados el 14 de abril de 2020), el rescate de la inexistente Plus Ultra y otras muchas irregularidades y asuntos turbios, casi siempre en torno a Ábalos, hasta llegar al escándalo Air Europa-Globalia, destapado por THE OBJECTIVE a toda plana el pasado martes 27 de febrero.

Durante las últimas semanas, y al calor de nuestras exclusivas (no solo del escándalo Koldo, sino también del Delcygate II, de los fraudes con los fondos europeos, del caso ‘Mr. Handsome’…), hemos recibido cientos de muestras de cariño, solidaridad y apoyo. Y lo más importante: el respaldo rotundo de cada vez más lectores, algunos de los cuales han acudido a nosotros con pistas, informaciones y documentos convencidos de que este es el periódico que mejor puede investigar cualquier indicio que huela a corrupción. Por todo ello, y como director, no puedo más que dar las gracias en nombre de todo el equipo.

En paralelo al innegable éxito periodístico, y ante nuestra creciente importancia en el panorama mediático español, se han recrudecido también los ataques furibundos contra THE OBJECTIVE, sus periodistas y sus columnistas. Hasta hace un mes, las críticas se limitaban a algún mercenario de baja estofa y a un ‘showman’ que no ha destapado una noticia en su vida pero vive de las que desvelamos los demás. La cosa ha ido poco a poco a mayores, con bulos como una supuesta financiación por parte de la Comunidad de Madrid (su publicidad apenas representa el 2% de nuestros ingresos, no sé si otros podrán decir lo mismo respecto a La Moncloa). Y lo último ha sido que este fin de semana nos ha señalado todo un ministro del Gobierno de España a través de la red social X, antes Twitter.

¿Por qué nos atacan? Yo creo que es bastante evidente: somos molestos. Hacemos lo que debería hacer cualquier medio de comunicación que se precie, que no es otra cosa que fiscalizar al poder y trasladar la información obtenida a los ciudadanos. El problema es que lo que al principio era una modesta web de unos cuantos periodistas ‘tocapelotas’, se está convirtiendo en un medio de comunicación de referencia para buena parte de la población española, que ha visto cómo los que hacemos THE OBJECTIVE hemos sido los descubridores de los escándalos que están poniendo en aprietos al Gobierno y que este periódico lidera el reducidísimo grupo de medios que se atreven a ir contracorriente.

Molesta nuestra creciente audiencia, molesta nuestra insobornable independencia y molesta que no seamos fácilmente encasillables, pues aquí conviven personas de diferentes tendencias ideológicas, pero caracterizadas todas por ser librepensantes. Molesta que THE OBJECTIVE se haya atrevido a cuestionar durante estos últimos años buena parte de los dogmas establecidos por la nueva izquierda, y molesta que este periódico se haya convertido en el refugio favorito de aquellos que hasta hace cinco minutos eran los referentes de la izquierda clásica de este país. Liberales, socialdemócratas, democristianos… conviven en un espacio de libertad que molesta porque hoy lo que se lleva es el sectarismo y las trincheras.

Y sobre todo molesta esa sensación creciente de que THE OBJECTIVE está avanzando con paso firme y que, si algún día alguien encuentra la prueba irrefutable que haga caer un Gobierno, no podrá ser en otro sitio más que en este periódico.

Bienvenidas sean por tanto todas las críticas porque, lejos de amedrentarnos, nos hacen más fuertes. THE OBJECTIVE ha venido para quedarse, y sus periodistas y columnistas son gente libre y demócrata que sabe perfectamente cuál es su función social. Ladran, luego cabalgamos.

 

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