Democracia y Política

Navia: Boric es su propio peor enemigo

Cuando el país pide a gritos un líder que genere acuerdos y unidad de propósitos, el Presidente Boric una vez más se autosabotea y se lanza al foso de las divisiones, las polémicas innecesarias y la lógica de dividir a los chilenos entre buenos y malos.

 

El Presidente Gabriel Boric se ha convertido en su propio peor enemigo. Cada vez que tiene una oportunidad para corregir rumbo e intentar convertirse en el Presidente de todos los chilenos, Boric regularmente es traicionado por ese enemigo interno que lleva dentro y, sin que medie provocación alguna, vuelve a hundirse en la fosa del discurso trasnochado y panfletario a favor de una revolución estatista que nunca funcionó en ninguna parte.

En el incidente más reciente de autosabotaje del Presidente Boric, las consecuencias de su ataque gratuito, irreflexivo y majadero a la familia Luksic se harán sentir en el debate de la reforma tributaria y se convertirán en una de las frases que definan lo que se perfila como un nuevo año de fracasos para el gobierno.

Todos los presidentes cometen errores y dicen cosas de las que se han arrepentido después. Seguramente el Presidente Piñera hubiera preferido no contar ese chiste que parte con la pregunta «¿en qué se parece un político a una mujer?» Cualquiera puede adivinar que, independientemente de la respuesta, ese chiste no termina bien. Piñera probablemente también se debe haber arrepentido de haber dicho en una entrevista en el Financial Times, unos días antes del estallido social de 2019, que Chile era un oasis de tranquilidad y estabilidad en una región convulsionada. De igual forma, la Presidenta Bachelet, seguramente, de poder haber tenido la posibilidad de corregir sus dichos, habría formulado de manera distinta esa frase de que cada día, las cosas pueden ser peores.

Con su inexperiencia en cargos políticos importantes y su tendencia a hablar más rápido de lo que piensa, Boric también ha dicho cosas de las que probablemente se arrepiente. La referencia que hizo hace unos días, buscando contrastar la presumible mayor disposición a dialogar de Jean-Paul Luksic Fontbona y la actitud más crítica que ha tenido, desde la perspectiva del propio Boric, Andrónico Luksic Craig, el hermano mayor de Jean-Paul, constituye una caricaturización burda, impropia y gratuita que refleja la falta de criterio del Mandatario.

Al sugerir que sería mejor tener más Narbona (queriendo decir Fontbona) que Craig, Boric dio a entender que hay empresarios buenos y malos. Eso no es sorpresivo viniendo del mismo Boric que, en campaña, dijo querer convertir a Chile en la tumba del neoliberalismo. Pero expresar esa distinción entre empresarios buenos y malos sugiriendo que hay un quiebre político en la familia más adinerada de Chile fue una torpe imprudencia y un comentario de mal gusto.

Aún peor, es retrógrado y discriminatorio asociar esa supuesta diferencia de estrategia política en el hecho que algunos de los hermanos Luksic llevan un apellido materno distinto que otros. Igual que aquellos que distinguían entre hijos legítimos e hijos naturales, Boric dibuja distinciones entre distintos tipos de hijos o hermanos. Para un Presidente que se define moderno y progresista, las implicaciones de una frase como esa debiesen haber prendido todo tipo de luces de alerta en su mente cuando estaba dando su discurso. De haberlo pensado un poco, nunca debió hacer esa comparación, especialmente poniendo el foco en los distintos apellidos maternos de dos hermanos.  

Por cierto, la acusación de que hay empresarios dialogantes y confrontativos refleja una poco saludable forma de entender el mundo. Como evocando la tristemente célebre declaración de Salvador Allende de que él no era el presidente de todos los chilenos, Boric dio a entender que hay chilenos buenos y otros chilenos malos. Además del mal gusto que implica personificar esas caricaturas en dos hermanos, el Presidente del país no debiera hacer esas distinciones. Es cierto que hay chilenos que violan la ley, delinquen y restan más de lo que suman al país, pero un Presidente que ha pasado a la historia por indultar a delincuentes con amplio prontuario criminal no debería subirse al púlpito de la superioridad moral para emitir ese tipo de juicios.

En otro contexto, la desatinada frase de Boric pudiera no ser más que una anécdota. Pero en el Chile de hoy, con un gobierno que repetidamente cae en las descalificaciones gratuitas y que parece incapaz de controlar su sesgo contra el empresariado, la frase de Boric refleja un problema mucho más profundo.

Para salir adelante, el país necesita a todos los sectores, incluyendo a los empresarios. Polarizar a la opinión pública, demonizar sectores o personas, y caer en el discurso de los buenos y los malos en nada contribuye a construir acuerdos. Al meterse en una nueva innecesaria polémica, Boric se convierte en su propio peor enemigo. Cuando el país pide a gritos un líder que genere acuerdos y unidad de propósitos, el Presidente Boric una vez más se autosabotea y se lanza al foso de las divisiones, las polémicas innecesarias y la lógica de dividir a los chilenos entre buenos y malos. Parafraseando al propio Presidente, es de esperar que en los próximos meses veamos mucho más al Boric dialogante que al Boric líder estudiantil combativo y confrontacional.

 

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