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El silencio cómplice de Sánchez con Maduro

La turbiedad que envuelve las relaciones de Zapatero con Caracas se ha extendido a su sucesor

Allá por enero, el risueño Rodríguez Zapatero confiaba en que las elecciones previstas en Venezuela el 28 de julio se celebrarían «con todas las garantías». Una semana después, el régimen de Nicolás Maduro confirmaba la inhabilitación de María Corina Machado, candidata de la opositora Plataforma Unitaria y favorita en las encuestas.

No es que Zapatero mostrara un optimismo infundado: es un cínico, no un idiota. Sabía que iban a vetar a Machado. Pero su profesión de blanqueador de dictaduras y cabildero de los malos le obliga a hacer el paripé. Machado no puede moverse con libertad, varios colaboradores están encarcelados en el siniestro penal del Helicoide y otros cinco se han refugiado en la embajada de Argentina, a la que el régimen ha cortado la luz. Y ZP habla de garantías.

Para disipar cualquier duda, Maduro también ha impedido la inscripción de la suplente de la Plataforma Unitaria. Otra mujer, otra Corina, otra valiente: Corina Yoris, una recia profesora de filosofía de 80 años. Esta ha sido la gota que ha provocado la reacción internacional. A Macron y a una decena de Gobiernos latinoamericanos se han unido dos voces significativas, por ser aliados de Caracas: Lula y Petro. «No tiene explicación jurídica ni política prohibir a un adversario ser candidato», dijo el brasileño.

Maduro les ha llamado «izquierda cobarde». Y el presidente del Parlamento, Jorge Rodríguez, ha instado a Lula, Petro y al uruguayo José Mujica a que «se metan sus opiniones por donde les quepan». Este energúmeno es hermano de Delcy, vicepresidenta de Venezuela, princesa de Zapatero y reina de las maletas. Los Rodríguez, multimillonarios, están en el núcleo de la narcodictadura. Ay, ZP, qué amistades tan poco recomendables.

Digo yo que si han hablado Lula, Petro y Macron, pues igual Pedro Sánchez puede ya decir algo. Porque su silencio es ominoso. La turbiedad que envuelve las relaciones de Zapatero con Caracas se ha extendido a su sucesor. Queda mucho por saber de los sobornos millonarios del embajador Raúl Morodo, íntimo del entonces ministro de Defensa, José Bono. Y queda mucho por explicar de las maletas de Delcy, de Air Europa, del rescate de Plus Ultra… Flota en el ambiente un denso aroma de corrupción. Sería el colmo estar en el lado malo de la historia por el peor de los motivos.

 

 

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