Después de veinticinco años de ejercicio gubernamental el saldo no puede ser peor. Maduro ha sido protagonista de primera línea todo este tiempo. En la época de Chávez fue Canciller y vicepresidente, también estuvo encargado de la Presidencia. Quizás el más cercano colaborador del para entonces jefe del Estado quien, al borde del sepulcro, pidió a los venezolanos que lo eligieran en las elecciones posteriores a su muerte. Así ha sido. Jamás podrá evadir la enorme responsabilidad de ser protagonista fundamental del desastre nacional.
Electo y reelecto para dos períodos de seis años cada uno en procesos de discutible apego al orden jurídico y político existente, ahora quiere seis años más. El problema es que el país está harto de lo existente. Aspira a un cambio radical y poner punto final a lo que Nicolás Maduro representa. Sabe que en elecciones verdaderamente democráticas y libres será irremediablemente derrotado.
En esas circunstancias sólo tiene tres opciones. La primera es competir con dignidad asumiendo la real posibilidad de sufrir una aparatosa derrota y aceptar los resultados. La segunda sería violentar la normativa electoral utilizando el poder derivado de la posición que detenta. Con el uso de la violencia abierta y encubierta, así como los recursos económicos y financieros, tratar de dividir lo más posible a los sectores opositores democráticos y, al mismo tiempo, generar la mayor abstención posible. Pareciera que camina por este peligroso sendero sin que aumente la aceptación de su candidatura. La tercera es la que le recomendamos por el bien tanto de él como de su familia y allegados más cercanos. Debería anunciar que no será candidato y organizar su retiro de la presidencia para entregarla luego de una sana transición. A esto se refiere María Corina en las pocas oportunidades en las que ha hablado de “salida negociada”.
Sin temor a equivocarme estoy más optimista que nunca. Nos acercamos al final, sean cuales sean los acontecimientos de los próximos días y meses. Tengo la impresión de que los países latinoamericanos y buena parte del mundo occidental tienen la misma actitud. La reflejan las declaraciones recientes de algunos de los más importantes dirigentes de la izquierda socialista, incluidos importantes Jefes de Estado hasta ahora identificados con el Socialismo del Siglo XXI.
El 22 de octubre del año pasado, mediante primarias limpias y abiertas a todos los venezolanos, María Corina fue elegida para liderizar a Venezuela entera. Es insólito que algunos que no quisieron participar en ellas, asomen ahora sus aspiraciones presidenciales y traten de erosionar la figura de la actual lidereza del pueblo venezolano.
Debemos repetir lo dicho en varias ocasiones. Las próximas elecciones sin María Corina o sin Corina Yoris, señalada por ella como eventual candidata, perderían toda legitimidad. Mientras tanto, alerta máxima. La represión está a la vuelta de la esquina con el proyecto de ley sobre el “fascismo y etc” que discute la Asamblea Nacional.