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Villasmil: Fascismo eterno, renovado

 

Este artículo se escribió solo. Bastó ver la nueva ley supuestamente antifascista presentada por un régimen que, para redactarla, solo necesitó mirarse al espejo.

Como bien sugiere Humberto García Larralde, en El Nacional, “sería mejor que le cambien el título por el de “Ley a favor del fascismo, neofascismo y expresiones similares”. Porque eso es lo que es.

Ha sido dicho muchas, muchísimas veces: no hay fascismo sin un Estado dictatorial. Porque el fascismo es un populismo que se ejerce desde y para beneficio del Estado, controlado por una dictadura militarizada que practica la violencia en todas sus expresiones.

Una gran ironía es que algunos de los que históricamente se consideraban enemigos del fascismo -las diversas familias comunistas y socialistas, desde el castrismo y el chavismo hasta el actual “sanchismo” español- son sus más fervorosos practicantes. Antifascistas-que-son-en-realidad-neofascistas.

 Como afortunadamente somos millones de ciudadanos en el mundo que no somos socialistas, marxistas, revolucionarios, progresistas y demás palabras usadas por los cultores del mito que en mala hora creara el señor Marx, la palabra “fascista” es una de las más (y peor) usadas en el planeta.

Todos estos “marxistas, marxólogos y marxianos” olvidan que no se puede combatir el fascismo sin Estado de derecho.

 

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Sobre la tiranía

 

 

Allí está el ejemplo sangrante de Ucrania. Putin y sus cómplices son esquizofascistas. El ‘esquizofascismo’ es un término acuñado por Timothy Snyder en su muy recomendable y reciente libro (“Sobre la tiranía: veinte lecciones que aprender del siglo XX”), en el que señala que “la historia no se repite, pero sí alecciona”.

Los más paradigmáticos fascismos han llegado al poder por vía democrática y electoral, para luego destruir las instituciones democráticas.

Snyder nos muestra cómo los gobiernos fascistas atribuyen al que consideran su enemigo -por ejemplo, un país democrático como Ucrania- los mismos defectos que no reconocerían en ellos mismos. En la Rusia de hoy, el antifascismo consiste en que Putin decide quiénes son los fascistas: de ahí lo de ‘esquizofascismo’ y su vínculo con las fake news.

Para Putin, fascistas somos asimismo los que pensamos que la invasión de Ucrania es un acto calculado y cruel de genocidio.

Para su funcionamiento pleno el fascismo necesita dividir el mundo en categorías antitéticas, nosotros y ellos, puros e impuros, amigos y enemigos. Se trata, en suma, de odiar y destruir al que piensa distinto.

En palabras de Isabel Coixet: “Las fosas llenas de cadáveres en Bucha y Mariúpol no son un acto de guerra: el ensañamiento con que las tropas rusas están actuando es puro fascismo en acción. Pero también lo es la manera en que desde muchos sectores se discuten estas matanzas con un tono de duda y descreimiento”.

Sobre todo, en los pantanos de la izquierda mundial.

 

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Un autor que identificó en toda su peligrosa contemporaneidad al “fascismo eterno” o “Ur-fascismo” fue el gran intelectual italiano Umberto Eco. Prueba de ello fue un discurso pronunciado el 24 de abril de 1995 en la Universidad de Columbia, Nueva York. Veamos extractos:

Los síntomas del fascismo eterno:

El Ur-Fascismo puede volver con las apariencias más inocentes. Nuestro deber es desenmascararlo y apuntar con el índice sobre cada una de sus formas nuevas, cada día, en cada parte del mundo.

Es posible indicar una lista de características típicas del «Ur-Fascismo», o «fascismo eterno»:

 Pensar es una forma de castración. La sospecha hacia el mundo intelectual ha sido siempre un síntoma de Ur-Fascismo. La comunidad científica entiende el desacuerdo como instrumento de progreso de los conocimientos. Para el Ur-Fascismo, el desacuerdo es traición.  Por ello desdeña la ciencia.

El Ur-Fascismo es, asimismo, racista y xenófobo por definición.  

En la raíz de la psicología Ur-Fascista está la obsesión por el complot, posiblemente internacional.

El líder, caudillo [ o como se le llame], sabe también que su fuerza se basa en la debilidad de las masas, que necesitan y se merecen un «dominador».

El Ur-Fascismo se basa en un «populismo cualitativo». (…) Para el Ur-Fascismo los individuos en cuanto individuos no tienen derechos, y el «pueblo» se concibe como una cualidad, una entidad monolítica que expresa la «voluntad común». Puesto que ninguna cantidad de seres humanos puede poseer una voluntad común, el líder pretende ser su intérprete. (…) Cada vez que un político arroja dudas sobre la legitimidad del parlamento porque no representa ya la «voz del pueblo», podemos percibir el olor de Ur-Fascismo. 

El Ur-Fascismo habla la «neolengua». La «neolengua» fue inventada por George Orwell en su novela “1984”, y se inspiró en el lenguaje propagandístico de los totalitarismos nazi, fascista y comunista. Todos los textos escolares nazis o fascistas se basaban en un léxico pobre y en una sintaxis elemental, con la finalidad de limitar los instrumentos para el razonamiento complejo y crítico. (…)

El Ur-Fascismo está aún a nuestro alrededor, a veces con trajes de civil; y puede volver todavía con las apariencias más inocentes.

En la misma línea de Eco, para el pensador italiano Renzo de Felice “el fascismo ha hecho infinitos daños, pero uno de los daños mayores ha sido dejar como herencia una mentalidad fascista a los no fascistas, a los antifascistas, a las generaciones sucesivas también más decisivamente antifascistas: una mentalidad fascista que debe ser combatida en todos los modos, porque es peligrosísima; una mentalidad de intolerancia ideológica, de descalificación del adversario para destruirlo”.

Todo parecido con la realidad social y política actual…no es casualidad. Allí están, todavía recientes, las reacciones de todo tipo a favor -inclusive en universidades- de las barbaries cometidas por Hamás contra la población judía.

El fascismo es un término y un manojo de ideas que nunca acaban de morir y que pueden resucitar en momentos de crisis en los que se busca un chivo expiatorio a quien culpar. Es mitológico, no ideológico. El ciudadano, el individuo, no existen, sólo gremios, sindicatos o corporaciones que deben alinearse detrás de los intereses de la patria, o sea del líder que la encarna.

Todos supuestamente rechazamos al fascismo, pero ¡a cuántos les encanta traerlo de vuelta!

 

 

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