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Karina Sainz Borgo: Cuchillo

Salman Rushdie publica un ensayo urgente y fundamental

Salman Rushdie relata en 'Cuchillo' su intento de asesinato: "Mi realidad se hizo pedazos"

 

A lo largo de los años, Salman Rushdie ha insistidoen su «derecho a ser sólo un escritor». Pero las circunstancias le obligaron a tomar posiciones y, en su caso, no podían ser más extremas y duras. En 1989, el ayatolá Jomeini dictó una fetua en su contra tras publicar ‘Los versos satánicos’. Aquel edicto religioso ordenaba a todo musulmán matar a Rushdie por haber escrito un libro que consideraba «blasfemo», y en el que el escritor confeccionó una ácida parodia contra el fundamentalismo. Lo hizo concretamente en una escena brevísima de un hombre que engulle jamón cocido con las manos.

El decreto de Jomeini fue considerado «irrevocable y eterno» y, aunque en 1998 Irán dijo que ya no apoyaba esta condena a muerte, su sombra planeó sobre el escritor y el apuñalamiento en su contra en agosto del año pasado lo confirma. Un chico fanático que siquiera había leído al hombre con cuya vida quería acabar. Durante décadas, Rushdie permaneció escondido como Joseph Anton, el nombre falso con el que ocultó su identidad y que dio título a la autobiografía donde contó aquel infierno.

La persecución en su contra afianzó el compromiso a favor de la libertad de expresión: se hizo con las riendas de PEN América durante dos años y procuró posicionarse contra todo fanatismo. Justo la conferencia que dictaba en el anfiteatro de Chautauqua el día del ataque, tenía por objeto hablar de la importancia de mantener a los escritores a salvo de todo riesgo.

Él estaba con Henry Reese, creador junto con su esposa, Diane Samuels, del proyecto Ciudad Asilo de Pittsburgh, que brinda refugio a una serie de escritores cuya seguridad corre peligro en sus países respectivos. La charla formaba parte de una semana de actos en la Chautauqua Institution cuyo lema era «Más que un refugio: Redefinir el hogar norteamericano».

La conversación entre ambos no llegó a celebrarse porque un individuo intentó acabar con la vida de Rushdie, quien dio cuenta del episodio en ‘Cuchillo’ (Literatura Random House), un libro que procura convertir la palabra en una herramienta punzante que atraviese el mundo como el filo de un metal muy afilado, que desgarre y penetre, que perfore la conciencia de quienes lo leen. Toda literatura está llamada a ser espada en la única guerra posible, la palabra.

«Cualquier persona que se dedica a crear se le va la vida en ello, incluso no siendo literal, que sí es el caso de Sherezade. Escribir cada palabra como si tu vida dependiera de ello es una buena forma de ver la escritura. Esa es una de las razones por las cuales Sherezade es tan potente como personaje. Ella no sólo cuenta historias para salvar su vida sino para civilizar al violento, al rey bárbaro con el que se ha casado», explicó Rushdie sobre su novela ‘Dos años, ocho meses y veintiocho noches’ (Seix Barral), un juego de cifras y palabras que alude a ‘Las mil y una noches’. Un escritor lo es, en cualquier circunstancia, pero cuando defiende aquello en lo cree todavía más.

 

 

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