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Villasmil: ¿Sánchez enamorado? Sí, pero de sí mismo…

 

 

Cuando los sentimientos suplantan el pensamiento racional, se vuelven la base para la ausencia de entendimiento, para la intolerancia; devienen, como lo planteó Carl Jung, «la superestructura de la brutalidad».

Karen Entrialgo

 

 

Si algo hay que reconocer a la reciente dirigencia socialista española -primero con Zapatero, el maestro, y luego con su alumno Pedro Sánchez, que lo ha superado con extremosidad- es la infinita capacidad para promover odios y convertir la política española en un fangal.

Para ellos, la política no es una actividad que se ejerce para servir al bien común, sino una religión pagana que se profesa con un fundamentalismo que se considera puro e incorrupto, pero en realidad rezuma intransigencia, cinismo, hipocresía y falta de ética.

Provocaría seguir con interés esta mala telenovela en que se han convertido el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), otrora partido democrático hoy secta zombi que sigue a su Caudillo y Amo por Gracia Suya y Narciso Mayor del Reino, Pedro I, si no fuera porque lo que está en juego es la vigencia de la democracia.

Si el PSOE fuera una obra de teatro, abandonaríamos la sala antes del intermedio; si fuera película, no llegaríamos a probar las cotufas.

 

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Lo cierto es que Sánchez, en su alocado sueño neoperonista, publicó una carta que él y los suyos llaman de amor, y que en verdad era todo un chantaje emocional; Pedro I no está enamorado de su esposa, sino del poder, bajo sus muy populistas manos.

En estos tiempos en que la cursilería ética y estética y la ramplonería analítica predominan en muchas almas sensibles de la progresía ibérica -obsérvese simplemente a los actuales cantamañanas que ejercen de ministros de España, pavlovianamente fieles al califa socialista- hacerse la víctima vende, mediáticamente hablando. La carta era una refinada cortina de humo, acompañada de los insultos correspondientes y muy subidos de tono hacia sus rivales; toda una herramienta de moda en muchas partes para amarrar a los votantes más fieles, a los seguidores duros a rajatabla. Fíjense solamente en los MAGAS gringos, en los feligreses de López Obrador, en las masas kirchneristas de Argentina.

Ya no importa tener méritos o no, sólo hacerse la víctima y publicar tus supuestos sufrimientos. Como hizo el presidente del Gobierno español en la carta, plena de pornografía emocional, con la que quiere imponer un “caudillaje de buenos sentimientos”. Las viejas utopías socialistas volatizadas y reemplazadas por una fiebre primaveral sentimentaloide, el coronavirus de la progresía.

En acertada definición de The Economist, Sánchez es un consumado “Drama King”. Pero la jugada no le salió exactamente como esperaba: su intento de generar un tsunami de solidaridad colectiva hacia el Supremo Vigía de La Moncloa no pasó de chubasco mediano, quedándose el acto aclamatorio en una estricta reunión partidista. Los dirigentes del PSOE anhelaban una histórica concentración que inundara todo Madrid, una “oceánica marcha del amor”, y quedaron viéndose las caras con unos cuantos militantes con paraguas a las puertas del partido.

Logró, eso sí, ensanchar la brecha antidemocrática, inyectando nuevas dosis de veneno extremista entre los suyos.

Sánchez, modelo de lenguaje socialista actual, es un okupa del idioma, una bien programada rockola de fango.

 

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Decíamos arriba que estaba en peligro la democracia. Porque todo lo que exuda Pedro Sánchez con sus designios hegemónicos es una clara pulsión totalitaria. Como todo caudillo, para Sánchez “la democracia soy yo”. Y el camino estratégico lo tiene claro. En primerísimo lugar, mantener como sea la coalición con independistas y golpistas catalanes, asesinos etarras, y amigos de las dictaduras castrista y chavista.

Ahora viene una campaña con objetivos muy claros contra los medios independientes y críticos, contra la libertad de expresión y contra la independencia judicial (con los jueces como objetivos evidentes).

Lo bueno y lo malo -diferencia a determinar por Sánchez- y los castigos a quienes se porten mal  serán determinados no por el hecho en sí, sino por la postura ideológica o partidista de su autor, suprema característica de todo fascismo y comunismo: lo que importa no es el qué, sino el quién.

Por ello el guion sanchista nos está trayendo el apoyo a la amnistía, a golpistas y terroristas, la justificación a los crímenes de Hamas, los insultos fascistoides contra el Partido Popular y Vox, y las injurias al Rey.

Se busca despenalizar los actos de los socios y amigos, mientras se difama y persigue a toda voz disidente o molesta. Finge defender a su mujer mientras busca legitimar las persecuciones a la oposición, política, social o mediática.

Se desea “cancelar” (otro término de modo entre la progresía socialista) civil y políticamente a todo opositor.

Su esposa, en esta astracanada de la carta, ha lucido una víctima más de los designios de su marido. En realidad, la supuesta defensa de las acusaciones de corrupción contra la señora ha sido una manipulación sentimentaloide más, el gesto más grotesco de Sánchez. La carta no era sobre ella, era un mensaje de amor a sus socios parlamentarios.  Y como se ha preguntado más de un analista ¿si Sánchez no ha respetado ni a su esposa, respetará acaso la legalidad, un Estado de Derecho que corre grave peligro desde el día 1 de su Gobierno?

Tengamos claro asimismo que el-populismo-a-la-Sánchez copia lo que le conviene de otros modelos, como el peronismo. Sánchez no buscará destruir las instituciones, sino colonizarlas, ponerle un disfraz democrático a lo que sencillamente será una dictadura.

Pero, como bien señala Julián Quirós en ABC, el líder del PSOE “parece estar llegando al final de la escapada (…). Es una pena que Vargas Llosa no cuente con veinte años menos; estos días habría encontrado sobrados elementos para pergeñar otra ‘Fiesta del Chivo’”.

En España debe regresar el pluralismo deliberativo constitucional, la supremacía de la razón frente a la superchería progresista. Bien dice José F. Peláez: No todo es opinable. No todo es afectivo, sentimental ni emocional.

Las instituciones de la Unión Europea parecieran ser una fórmula de salvación. Pero, por otro lado, recordemos que Pedro Sánchez es hoy el presidente de la Internacional Socialista, nada menos, la misma organización mundial que expulsó al movimiento sandinista y a Daniel Ortega porque no le quedó más remedio.

Sin embargo, en declaraciones recientes Alberto Núñez Feijóo afirmó que mantiene plenamente informados de todo este desastre sanchista a Manfred Weber, presidente del Grupo Popular en el Parlamento Europeo, y a Ursula von der Leyen, actual presidente de la Comisión Europea y aspirante a la reelección en las elecciones  europeas de junio; ambos militantes destacados de la Unión Demócrata Cristiana alemana.

Mientras, San Pedro Mártir, supremo polarizador, seguirá con su política de tierra quemada, deshumanizando aún más los terrenos de la política, con socios que cada semana le suben los precios del alquiler -con sus famosos siete votos-, y con esa justicia todavía independiente cercando a los suyos, comenzando por su esposa Begoña y siguiendo con Ábalos, Illa, Koldo, hasta la propia Armengol, presidente del Congreso.

En su megalomanía, se le olvida -y nadie se lo recuerda- que él perdió las elecciones de julio del 2023.

En realidad, la carta fracasó porque no puede hablar de amor sincero quien es un generoso distribuidor de odio y de fango. Eso sí, de fango enamorado.

 

 

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