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Antes se romperá Puigdemont

El sector moderado de Junts disimula mal su impaciencia por la caída del líder. En público todo son alabanzas, pero en privado unen sus plegarias para un pronto desenlace

El Constitucional tumba el voto telemático en el Parlament y podría  complicar la participación de Puigdemont como diputado

 

 

Lo único que hoy une a Esquerra, aturdida por la debacle de las últimas elecciones, es acabar de la manera más hiriente y definitiva con la vida política de Carles Puigdemont. Cuando el lunes el nuevo presidente del Parlament sea de ERC y con los votos de Junts, su primera decisión importante será proponer para la investidura al procesado rebelde. Será un regalo envenenado. Será empujarlo por la pasarela del barco pirata haciéndole creer que es un desfile, pero al final sólo le aguarda el mar. Esquerra quiere matar a Puigdemont pero haciendo ver que le ayuda en el último canto de cisne de su prolongada agonía.

Puigdemont sabe que al final de la pasarela está su abismo y que la investidura es una trampa. Pero confía en su suerte, en la torpeza política del enemigo -que no son Vox, ni PP ni PSOE, sino los republicanos- y que en el último momento se tropiecen con algo, como por ejemplo la consulta a las bases o una tormentosa negociación con el PSC, y que se vean abocados a unas elecciones que nadie desea menos él. Son escasas sus posibilidades, pero tiene razón el expresidente en que nunca hay que despreciar la inseguridad y el complejo de un partido político que en los momentos más cruciales siempre se ha equivocado.

El sector moderado de Junts disimula mal su impaciencia por la caída del líder. En público todo son alabanzas, pero en privado unen sus plegarias para un pronto desenlace y confían en que la estrategia de ERC tenga éxito y sin sobresaltos. El que de un modo más descarado se postula como sucesor es el exconsejero de Economía Jaume Giró, que desde que Junts salió del Govern ha dedicado su tiempo a viajar de pueblo en pueblo para ganarse el favor de alcaldes y dirigentes del partido y recabar su apoyo cuando un futuro congreso extraordinario haya de elegir a la nueva ejecutiva y unas primarias, al candidato a la presidencia de la Generalitat. Giró, que se enfrentó a Puigdemont porque no era partidario de abandonar el gobierno de coalición con ERC, ha ido dejando relaciones rotas y sensaciones de desconfianza a lo largo de su trayectoria, tanto en la política como en la empresa privada.

Esquerra, tras aceptarlo a propuesta de Junts como consejero de Economía independiente, tomó como una deslealtad su progresiva decantación convergente -hasta llegar a militar en el partido- y su oportunismo negociando los Presupuestos con el Gobierno. Esto último también irritó a Puigdemont, que le puso una cruz para siempre. En el PP guardan memoria de cómo desde La Caixa desarrolló una agenda propia con los partidos independentistas para postularse como sucesor en la institución, por lo que fue fulminantemente cesado. En el Barça, tras ofrecerse a varios candidatos, se presentó con Joan Laporta, pero lo abandonó cuando vio peligrar su aval y anunció que le había contratado un muy importante cliente de Londres del que nunca más se supo.

«Antes que España se romperá Cataluña», dijo Aznar en 2017. Y antes que Cataluña se ha roto Puigdemont, que tiene una amnistía poco clara en el horizonte, a sus adversarios (PP y PSOE) sin prisa ya por verle caer dada su irrelevancia, al enemigo calentando la olla para cocerlo a fuego lento y a las ratas huyendo en desbandada y con una nueva enseña en los dientes para cambiarla por la de su cara, que ya casi no hace ni contraste.

 

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