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Queremos tanto a Tezanos

El objetivo del CIS de Tezanos no es predecir el resultado de las elecciones sino influir en él.

 

 

El otro día preguntaron a José Félix Tezanos por los errores en las predicciones de la encuesta del CIS en La Sexta y él respondió que el problema es que las encuestas no se entienden. Tiene toda la razón. Obviamente, la función de sus encuestas no es aproximarse al resultado. Desde 2018, el CIS ha sobreestimado a la izquierda en 41 de 42 elecciones, como ha señalado Kiko Llaneras. El objetivo no es predecir el resultado de las elecciones sino influir en él. Hablar de errores es una ingenuidad y una desconsideración hacia la valía de Tezanos.

Alberto Penadés ha escrito en “El lugar del CIS en la democracia y en la ciencia” (publicado en Letras Libres) que el organismo debería parecerse más a instituciones equivalentes en otros países: “No puede mirarse en el mismo espejo en que se miran los institutos de investigación privados en España, como un ‘Gallup español’. Se tiene que comparar con las instituciones públicas de investigación social de otros países. Y no puede. En ninguna democracia el gobierno interviene en las campañas en las que también compite, con encuestas ‘científicas’, anunciando un ganador; no digamos encuestas que le auguran un resultado bueno cuando se espera mediocre y mediocre cuando se espera malo. ‘El CIS ha acertado más que otros’ es una justificación hiriente para los ciudadanos. Y eso cuando es verdad, que suele serlo solo con el tino del proverbial reloj parado. A los ciudadanos, y desde luego a los sociólogos, nos trae al fresco que acierte; si pagamos al CIS no es para que haga un torneo con las empresas privadas, sino para que obtenga o ayude a obtener datos útiles que permitan conocer mejor los problemas que nos preocupan, o que serán preocupación en el futuro”.

Penadés tiene razón desde un punto de vista normativo: eso sería lo mejor para el país y para la institución. Pero seamos estratégicos. Además del efecto de los sondeos del CIS en las elecciones (que eso ya lo medirá el partido con encuestas buenas), la ejecutoria de Tezanos reporta múltiples beneficios. Hay que reconocer sus esfuerzos: escribe artículos en una revista vinculada al PSOE y llama tabernarios a votantes de partidos rivales, apunta a la movilización del voto de monjas para explicar preventivamente un mal resultado socialista en Galicia, defiende un método excéntrico, incluye preguntas capciosas en sus cuestionarios, escribe un libro elogiando a Pedro Sánchez y dice que quizá critican al presidente porque es guapo. Sus simpatías nunca estuvieron en duda, aunque algunos lo excusaban: desde la equiparación con otros militantes en cargos que debían ser neutrales a aquellas camisetas de “Tezanos was right”. Pero ahora buena parte de la academia y de la prensa más cercana manifiesta claramente sus críticas. Se va quedando solo, o únicamente lo defiende Pilar Alegría, que es casi peor. En realidad, viene bien porque el gobierno necesita “impresentables” oficiales. Así, las voces próximas pueden manifestar un leve desacuerdo. Desde el punto de vista del gobierno esa crítica está descontada y para los afines es un respiradero. “No todo vale, el caso del CIS es inaceptable”, dicen: no necesitan argumentar, dan a entender que todo lo demás está bien y al mismo tiempo manifiestan su independencia, su criterio, su valentía. El CIS de Tezanos es antes que nada un espacio seguro: algo que todos necesitamos de vez en cuando.

Publicado originalmente en El Periódico de Aragón.

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