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Cuba: de la “sociedad de consumo” a la suciedad que nos consume

Cuba huele mal no por las lluvias torrenciales y la basura acumulada en las esquinas, sino por el mal estado o descomposición del sistema.

Una postal de La Habana, Cuba

                      Una postal de La Habana (Foto: Ernesto Pérez Chang – Archivo de CubaNet)

 

LA HABANA, Cuba. – “Si el dólar no baja, cerraremos”, “si el dólar no baja, subiremos el precio de la mercancía”. Esas son algunas de las “amenazas” que repiten los “mipymeros” en una “campaña contra el dólar” en redes sociales que, sin dudas, lleva el sello manipulador del régimen, ese tufo de estafa, de burla que siempre caracteriza lo que se fragua por “allá arriba” cuando se busca entretener a los de “abajo” con distracciones tontas probablemente como el más socorrido método de control cuando se extinguen las lealtades políticas.

Tanta es la matraquilla, que se escucha a gente que, incluso aceptando que jamás han tocado un dólar y que ni sueñan con comprar en una mipyme, se quejan del alto precio del billete verde, y hasta maldicen a revendedores que a fin de cuentas harían lo mismo que todos en Cuba, incluidos los dueños de mipymes y hasta el mismísimo “Gobierno” (que no es lo mismo pero es igual): revender cuanto les llega a las manos, desde la caja de cigarros y la leche en polvo “de la libreta”, la balita de gas y el turno en la cola, hasta el “donativo” que en la etiqueta dice “Solo para distribución gratuita”.

Pero los “revendedores-culpables” que el régimen —bajo el disfraz de mipymero— ha construido en su campaña son la encarnación de la perversidad. Una entelequia creada para contener en sí toda esa culpa acumulada que ya no es posible atribuir por completo al “enemigo” de enfrente, y que de otro modo caería donde corresponde, es decir, en los mismos que con la “Tarea Ordenamiento”, el “reordenamiento”, el “ordenamiento del ordenamiento”, la “corrección de distorsiones” han parido esos “monstruitos” al estilo GAESA y en cuyo egoísmo se han “inspirado” ministros y funcionarios, tanto los que están actualmente en funciones como los “defenestrados”, tanto los hijitos de papá y mamá que hoy debutan como “mipymeros” como los otros hijos de p…  que mientras intentaban convencernos entre los años 60 y 90 de lo mala que son las “sociedades de consumo” en realidad giraban el timón hacia algo mucho peor que el más despiadado capitalismo: una sociedad que nos consume y cuyo gobierno además espera de nosotros obediencia, lealtad, colaboración y agradecimiento.

Solo estando en “sintonía” con ese pensamiento típico del régimen, que lo ha caracterizado desde siempre, es que se pueden emprender campañas donde no solo se crean fantasmas que no existen —revendedores ávidos de una moneda nacional que de poco sirve, gente que especula como por deporte o por “contrarrevolución”— solo para verter culpas donde no corresponde, desviando la atención de lo que en realidad nos está haciendo daño, es decir, la consolidación de una élite a partir de la transformación —del camuflaje— de esa misma élite que hoy está obligada a mutar, a venderse como “otra cosa”, si pretende conservar el poder y perpetuarse como tal.

Y para eso necesitan no solo vender (sobre todo hacia el exterior, hacia el “enemigo”) la idea de que son “otra cosa” desligada del “Gobierno”, que su necesidad de dólares, de muchos dólares, de todos los dólares que entran a la Isla, no es para importar el último modelo de Mercedes Benz o el Cybertruck de Tesla, que no es para pagarse una mesa en la zona VIP en el concierto de Bebeshito o para vacacionar en París, sino que lo usarán en beneficio de “todos y para el bien de todos”, porque han llegado para salvarnos de una crisis, para “cambiar las cosas” cuando en realidad son harina del mismo costal.

Sueltan cosas así —tan “cheas” como una campaña de la Unión de Jóvenes Comunistas “para inaugurar el verano”— con pretensiones de un “chantaje” que a fin de cuentas no tiene sentido, en tanto a esos mercadillos —físicos u online— que popularmente llamamos mipymes solo acuden unos pocos cubanos y cubanas, unos cuantos extranjeros que no dependen de un salario estatal o una pensión, y además porque todos en Cuba sabemos cuál es la fauna y la flora “verdeolivo” que habitan ese “ecosistema” de los “nuevos actores” de la economía que, vistos desde afuera, parecieran haber aceptado compartir escenario con los “viejos” pero que en realidad son el mismo “personaje” aunque en una nueva “caracterización”.

Detrás de las mipymes cubanas sabemos que hay militares en activo y en retiro, las familias de estos, los directivos de empresas estatales que “no se sabe” por cual “milagro” hicieron fortuna (y aun así no son del interés de la Contraloría ni de la Fiscalía), el exdirigente tal, el otrora cuadro ejemplar del PCC, el amigote de esta o aquella “vaca sagrada” que pastara en Punto Cero o en las cercanías de la Plaza de la Revolución, el hipócrita que desde Miami grita “abajo el bloqueo” pero que reza para que jamás termine porque de esa hipocresía depende la fortuna que le saca a los “envíos a Cuba”, a las licencias de la OFAC, a los acuerdos con la Western Union y a los pactos con FINCIMEX.

Ni el jubilado que madruga para intentar comprar el pan o que duerme en la cola de la farmacia, ni el trabajador que espera el día del cobro para sacar los mandados de la libreta son clientes de esas mipymes donde un kilo de azúcar cuesta 500 pesos y una libra de arroz supera los 200. De modo que el otro lado lastimero de la campaña, que se disfraza de “buena gente” prometiendo “precios al alcance de todos cuando el dólar baje”, se parece demasiado a esa vieja campaña en que descaradamente nos prometieron un socialismo “próspero y sostenible” para después, como burla, imponernos este adefesio que huele mal no por las lluvias torrenciales y la basura acumulada en las esquinas sino por el sistema en mal estado que le compramos hace décadas a esos “mipymeros” de ayer —que son los mismos de hoy— con nuestros miedos, oportunismos, mediocridades y silencios.

 

 

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