Isabel Coixet: ‘Fuera de temporada’
Hay bruma y lluvia y mucha melancolía bajo el cielo sombrío de la costa bretona, donde un famoso actor decide ir solo a hacer una cura de reposo en un balneario en Quiberon en temporada baja. Este largometraje poético y conmovedor, en el que el tiempo parece haberse detenido, tiene un arranque cómico irresistible. Con sus chanclas de plástico y su albornoz blanco de spa, Guillaume Canet parece sacado directamente del mundo de Jacques Tati. Con música de ascensor de fondo y un escenario aséptico y gris, Canet resulta hilarante intentando dominar una imposible máquina de café, mirando desde su cama cómo una puerta se abre y se cierra incansablemente y haciéndose selfies metido en una máquina que se supone debe relajarlo y respondiendo a preguntas absurdas de un extraño entrenador que no lo reconoce.
El tema de la película es menos el reencuentro de una mujer y un hombre que la lenta conclusión de que a veces las cosas nos pasan sin que podamos provocarlas ni evitarlas
Y entonces, un día, encuentra una carta en la recepción. Es de Alice, su amante italiana, a quien había abandonado casi quince años atrás. Ella vive en la zona y le gustaría verlo. Él acepta.
El actor en apuros reencontrará a esta mujer, hoy profesora de piano, y la película arranca por segunda vez. La actriz que encarna a este personaje es seguramente una de las mejores actrices europeas: Alba Rohrwacher. No sabremos mucho sobre esta relación, la historia nos deja ciertos vacíos por llenar. En un entorno pasado de moda, una ciudad adormecida y bahías azotadas por el viento y la lluvia, él y ella pasean, recuerdan, hablan, la mayoría de las veces con dulzura, y se preguntan si tal vez no han comprendido el sentido de la vida ni quizás lo vayan a entender nunca.
El tema de la película de Stéphane Brizé, arrullado por la minimalista banda sonora de Vincent Delerm, es menos el reencuentro de una mujer y un hombre que se amaban que la lenta conclusión –la película tiene la enorme virtud de tomarse todo su tiempo en las cosas que merecen la pena– de que a veces las cosas nos suceden sin que podamos hacer demasiado por provocarlas o evitarlas. Alba Rohrwacher contribuye en gran medida al éxito de esta película gracias a una actuación magnética. Aporta toda la fragilidad necesaria a Alice, que también ha dejado de lado sus sueños en favor de una vida rutinaria y un tanto aburrida. La pareja que forma con Canet es perfecta: crees en ella a pies juntillas desde el primer momento.
Si bien la película, que recuerda a veces al cine de Claude Sautet, habla sobre todo de amor, de desilusión y de elecciones de vida, vuelve a trazar en el fondo los contornos de una sociedad en la que nadie es fácil de entender. Y donde cada vez es más difícil trazar tu propio rumbo sin ceder a compromisos o presiones.
Mathieu, detrás de una aparente confianza, lamenta no haber tenido el valor de cumplir su sueño de subir a un escenario.
Las composiciones musicales de Alice permanecen atrapadas en lo más profundo de su ser, sin que nadie las escuche jamás. La secuencia en que se las deja escuchar por unos instantes a Mathieu me pareció absolutamente conmovedora y una prueba más de que para emocionar no se necesita más que dejar que la verdad se asome a los ojos de un actor.
¿Tomaron las decisiones de vida correctas? ¿Qué será de esta historia? Poco importa. En los momentos compartidos durante este paréntesis encantado, fuera de temporada y fuera del mundo, las máscaras caen y cada uno extrae de ellas lo que necesita para continuar con su vida.
Detrás de esta historia, Stéphane Brizé aborda sutilmente la celebridad, el contraste entre París y las provincias, la importancia relativa de las redes sociales y la valentía que a veces nos falta en la búsqueda de la felicidad. No se pierdan esta película, sé que me lo agradecerán.