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Villasmil: Se busca vicepresidente

 

Tim Walz vs. JD Vance: What the 2024 presidential running mates could mean for your wallet – NBC Los Angeles

 

De entrada, digamos que esta nota se refiere a las cada vez más cercanas elecciones norteamericanas, y a la manera como los dos candidatos principales -hay más, pero seamos serios- Harris y Trump, Trump y Harris, han hecho para seleccionar a quien los va a acompañar en el ticket electoral.

No es pregunta ociosa, porque si bien normalmente los vicepresidentes gringos son considerados una variante muy menor de jarrones chinos, no puede olvidarse que, de entrada, uno espera que en la decisión de a quién escoger se tome en cuenta su potencial habilidad para ejercer la presidencia, porque en la historia, ocho presidentes norteamericanos murieron en el ejercicio del cargo, y no olvidemos a Richard Nixon, un presidente con virtudes, pero que se hundió gracias a un escándalo colosal de espionaje en un complejo  de oficinas cuyo nombre es ya inolvidable en los anales de ese país: Watergate.

Son varios los temas que se consideran a la hora de decidir el número dos del ticket, por ejemplo: la geografía, el balance ideológico, o la ¨narrativa” -palabreja cada vez más de moda- o sea, el mensaje a transmitir.

A veces se desea alguien que sea diferente al líder, que ofrezca un contraste (edad, raza, sexo, experiencia), o que haga crecer la oferta electoral en algunos de sus matices más importantes, incluyendo por supuesto asegurar al menos la victoria en su estado.

No hay que olvidar, por cierto, que el vicepresidente es al mismo tiempo presidente del Senado, pero ese ha sido un cargo más o menos ceremonial; sí importa que, en caso de empate en una votación del Senado, el voto decisivo que desempata la cosa es el del Vice.

Asimismo, cumplen algunos roles que les asigna su presidente, como reunirse con jefes de Estado de ligas menores, misiones diplomáticas a lugares ídem, o sea países AA o AAA, porque las Grandes Ligas son exclusividad del presidente y del secretario de Estado.

Lo más complicado es ser seleccionado. A partir de allí, su destino estará unido al de su jefe. La selección es una práctica particularmente invasiva, porque hay que asegurarse de que no hay esqueletos escondidos en ese clóset claro-oscuro que ha sido su vida. Así, a cada precandidato a vice lo desnudarán por completo: sus declaraciones de impuestos, su historial laboral -que no haya protagonizado escándalos de ningún tipo-, sus aficiones y gustos (nada de tener arañas, tiburones o serpientes como mascotas), sus relaciones familiares, las noviecitas o noviecitos que ha tenido, las opiniones que ha emitido a lo largo de su vida.

 

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Comencemos con los republicanos: en el pasado reciente la geografía no jugó un papel fundamental en la selección del vice en ese partido: John McCain, en 2008 -enfrentado a Obama- seleccionó a Sarah Palin como su compañera de fórmula, a pesar de ser Alaska un estado pequeño en votos, y que ya estaba asegurado el triunfo allí. Y en 2000, George Bush escogió a Dick Cheney, de Wyoming, un estado ya en el bolsillo de Bush.

En el caso de Trump, en 2016 escogió a Mike Pence, un adusto gobernador de Indiana que le aseguraba una buena onda en el voto cristiano conservador, y con excelentes conexiones entre los mayores contribuyentes financieros del partido. O sea, cumplía con dos requisitos importantes.

En 2020 Mike Pence repitió como candidato a vicepresidente, pero se peleó definitivamente con Trump luego del asalto al Capitolio por una turba el 6 de enero de 2021, en la cual, bien se sabe, las vidas de los parlamentarios -y del propio Pence- corrieron peligro.

Hoy, Trump ha escogido como su vice a un senador, J. D. Vance, que en poco más de tres semanas transcurridas desde la convención republicana le ha causado y le sigue causando problemas al candidato. Al parecer, más que un esqueleto, el senador de Ohio parece que tiene un cementerio completo en su pasado. Mencionemos, por ejemplo, su rechazo firme a respaldar la lucha de Ucrania por su libertad (al igual que Trump, al parecer es admirador de Putin), o su afirmación -ya legendaria- de que Estados Unidos estaba controlado por “mujeres con gatos y sin hijos” (sic). Se imaginará el lector las reacciones que semejante dislate ha estado generando en todo el país. Es tal su especial misoginia que ha afirmado asimismo que en una elección “las mujeres casadas deberían tener el doble de voto que las solteras” (sic). Por lo dicho, para este señor las mujeres deberían asumir su verdadera misión en la vida: ser esposas y madres, y cuidar de su familia, dedicándose primordialmente a las labores del hogar.

Increíble. No creo que sea una sana estrategia electoral competir para ver quién insulta más al voto femenino.

El hombre ha tratado de desdecirse, y lo que ha hecho es enredar aún más el asunto. ¿Por qué lo escogió Trump? Merece recordarse que no hace mucho Vance había dicho que Trump era el “Hitler norteamericano” (una caricatura del The New Yorker muestra a un Vance hablando por celular con Trump, aliviado cuando éste le comenta que «no se preocupe, eso para mí es un elogio”).

Trump ha estado muy ocupado cambiando su oferta electoral, y supuestamente mandando a la basura un programa de Gobierno llamado “Proyecto 2025”, de la fundación conservadora “Heritage”, con clara pinta de distopía orwelliana; una auténtica pesadilla autoritaria.

Mientras, el expresidente que es de nuevo candidato dedicó un mitin en Georgia a atacar al muy popular gobernador del estado, que resulta ser ¡Republicano! pero que cometió el pecado mortal de no avalar la absurda y nunca probada teoría de que le habían robado las elecciones en 2020.

Hay gente pa’ todo, como dijo un célebre torero…

 

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Mientras, viendo el campo rival puede constatarse que, en pocas semanas, la campaña de Kamala Harris ha reajustado el mapa electoral.

Y su decisión del Vice al parecer parte del hecho de una constatación que Hillary Clinton no hizo en 2016 y por ello perdió la presidencia: lo importante no es el voto popular, sino el Colegio Electoral. De hecho, los republicanos han ganado el voto popular en las presidenciales solo una vez en los últimos 24 años (seis elecciones; el único fue Bush hijo en 2004, como consecuencia de los atentados del 11 de septiembre de 2001).

Los republicanos, en realidad, se han olvidado del voto popular.

Es que la coalición republicana, con fuerte presencia rural y blanca, es menos plural que la demócrata; esta última la forman mujeres, ciudadanos con educación superior, jóvenes, negros, asiáticos y latinos. Una coalición multirracial y étnicamente diversa.

En ella el voto negro es fundamental. Y si hay un error que ha cometido Trump recientemente es atacar a Harris “por no ser negra” (sic). También ha ofrecido a los latinos su ración de medicina: luego de prometer que expulsaría a once millones de indocumentados, ya Vance elevó la cifra a veinte millones…y nadie se chupa el dedo: esos millones serán en buena medida mexicanos, hondureños, salvadoreños, venezolanos, colombianos…ningún catirito de Alabama o Montana, que ellos representan el voto duro MAGA.

Un fenómeno interesante: mientras que el partido Republicano es hoy fundamentalmente un conglomerado de seguidores de Trump (los “MAGAS”), el partido demócrata se revitalizó con la retirada de Biden, y la llegada de Harris mostró un partido plural, con tendencias y grupos diversos, que pasó varios días discutiendo qué hacer ante la retirada de Biden, y que salió energizado en torno a la vice que ahora es candidata a presidente.

La campaña republicana sufrió una voltereta estratégica: de centrar el mensaje en la vejez de Biden, ahora resulta que el anciano es Trump, quien a sus 78 años pasó a ser el viejito de la contienda. De hecho, podría ser el padre de su rival.

Harris escogió como candidato para vice al popular gobernador de Minnesota, Tim Walz, cuya misión primordial es clara: asegurar el llamado “muro azul”: Minnesota, Michigan, Wisconsin, Pennsylvania. Las más recientes encuestas dicen que se está logrando.

Gane quien gane, el próximo presidente debe restaurar la fe ciudadana en el país, en sus instituciones, en la democracia; debe ser un factor de unidad, no de división. El odio, el racismo y la división no forman parte de un verdadero mensaje electoral democrático. 

Hagan sus apuestas.

 

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