Un entrenador llamado Tim Walz
El candidato demócrata a la vicepresidencia presenta su historia como una de superación personal que podría ganar votos a Kamala en noviembre
Donald Trump tenía razón cuando decía que los candidatos a vicepresidente no cambian el resultado de las elecciones. Además de presentarse una vez más como una superestrella de la política y los negocios, restaba así importancia su decisión poco acertada de haber designado como compañero de cartel a J.D. Vance. El joven senador de Ohio es un ultraconservador desabrido que no acaba de funcionar como revulsivo en la media docena de Estados en liza que deciden las elecciones del 5 de noviembre.
En el bando demócrata, sin embargo, el fichaje del gobernador de Minnesota como segundo de Kamala Harris está dando buenos resultados. Tim Walz ha sabido conectar con una base demócrata desmoralizada por la tozudez de Joe Biden y ha transmitido el mensaje de que aún hay partido. Con una oratoria cercana y el relato de una historia personal de superación, aporta peso a un ticket inesperado, que en muy poco tiempo ha dado la vuelta a las encuestas.
Antes de entrar en política, Walz fue profesor, soldado y entrenador de futbol americano. La aspirante demócrata se siente más segura haciendo campaña con él e incluso lo ha sumado a su primera entrevista, una prueba que Harris ha superado sin errores ni brillantez, dejando atrás sus tics más izquierdistas.
Walz aporta solidez a una campaña demócrata que combina la indefinición en grandes asuntos -economía, energía, inmigración- con el entusiasmo. En caso de victoria, tendrá la oportunidad de llegar a ser un vicepresidente influyente, como lo fueron Dick Cheney o Al Gore. Conoce bien China, donde fue profesor y pasó varios veranos. Un dato muy relevante de su trayectoria política es que, si bien en Minnesota gobernó con ideas socialdemócratas, en Washington ejerció como un congresista moderado, empeñado en llegar a acuerdos con sus rivales republicanos. Walz ha sido uno de los legisladores que más lucharon contra la polarización que impide los consensos y convierte en disfuncional la política americana. Si llega a instalarse en el ala oeste de la Casa Blanca y presidir el Senado, tendrá la oportunidad de llevar su carrera de entrenador a nuevas metas.