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La “jubilación” de AMLO

                                                                            Foto Excelsior

 

Claudia Sheinbaum ganó la presidencia de México en las elecciones del 2 de junio, pero aún deberá esperar un mes más para asumir el cargo. Andrés Manuel López Obrador, su gran promotor, sigue al frente del gobierno. El domingo en la presentación del último informe de su sexenio en el Zócalo de Ciudad de México, entre miles y miles de simpatizantes, el presidente confesó que está por terminar su mandato y que se jubilará “con la conciencia tranquila y muy contento”. ¿Cuánto le costará a un caudillo latinoamericano ceder el poder y disfrutar, como dice AMLO, de la jubilación?

Se va en olor de multitudes, que no quepa duda. Sheinbaum, su protegida, más que duplicó los votos de su adversaria, Xótchil Gálvez, en los comicios de junio. Los mexicanos mantienen a López Obrador en lo alto de las encuestas. La mayoría de sus conciudadanos quiere un gobierno “fuerte”, sin contrapesos legislativos y judiciales, según un reporte del Pew Research Center referido en este artículo de la revista Letras Libres.

La puesta en escena de López Obrador en el Zócalo dejó la sensación de que todo lo que se propuso hacer en su mandato lo cumplió. Había prometido, dijo, que el sistema de salud mexicano sería como el de Dinamarca, y es mejor que el de Dinamarca en sus humildes palabras. También bajó la pobreza, previo cambio de los patrones de medición. Y hasta los robos, los delitos, los homicidios, el femicidio, los secuestros, se redujeron. Las propias fuentes oficiales le llevan la contraria porque registran que en el sexenio hubo cerca de 200.000 muertes violentas.

Para su sucesora en el poder, solo tuvo palabras elogiosas: mujer excepcional, experimentada, honesta, de buenos sentimientos, de buen corazón “y afín a los principios fundacionales de nuestro movimiento”.  Los principios fundacionales conducen a completar la estrategia de la denominada Cuarta Transformación impulsada por el presidente que ya está en la rampa de salida.

Si bien, como reconocen incluso sus críticos, los programas sociales han tenido impacto en la realidad social mexicana, hay serias amenazas políticas en la sociedad mexicana derivadas de la concentración del poder y de colocar bajo el control del Ejecutivo tanto el parlamento como la justicia. Desde el Zócalo, López Obrador le pidió a la multitud que seguía su discurso que levantara la mano si estaba de acuerdo con que los jueces sean elegios por el voto popular. Unanimidad total.

La reforma judicial en trámite, que suscitó protestas mientras el propio López Obrador hablaba en el Zócalo, busca despedir a 1.600 jueces y magistrados federales y a los 11 magistrados de la Corte Suprema de Justicia para ser sustituidos por el voto popular a mediados del año próximo. La batalla ya comenzó en el Congreso y los juzgados y promete polarizar a la sociedad mexicana. Lo que advierten analistas y observadores es que el partido mayoritario, Morena, con el aval de las urnas, le pondrá la mano a todos los poderes. Suena conocido, en Venezuela, en otras naciones de América Latina, en España.

Cada uno de esos procesos con  sus matices propios y con las defensas institucionales de su vida política. Frente a las carencias y lentitudes de la democracia, que son inocultables, la receta a seguir no puede conducir a suprimirla. Una tentación que se propaga por el mundo y que tiene como característica común la imposición de una idea iluminada, la ausencia de diálogo y la estimulación del conflicto.

Como recuerda el historiador, ensayista y editor Enrique Krauze en un texto para El Nacionalla separación entre la justicia y el poder está en el origen de la civilización occidental. López Obrador apuesta alto y peligrosamente. México se aproxima a una seria encrucijada.

 

 

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