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Carmen Posadas: Newtonismo elemental

Nada como navegar por la Red para darse cuenta de por dónde va el mundo. No me digan que esta noticia, por ejemplo, no es sencillamente descacharrante, además de sintomática. Un chico de veintiún años ha recibido en pocos días tres millones y medio de visitas (y subiendo) tras colgar en TikTok un vídeo en el que expone lo siguiente: «Odio que mi papá me mande a buscar trabajo y espero que todos estén de acuerdo conmigo. Yo ya sé que fui un accidente y que nadie quería que yo naciera. Pero ahora, por culpa de que mi papá no se cuidó, resulta que tengo que salir a buscar trabajo. Yo no le pedí nacer, fue culpa de él y ahora es su responsabilidad mantenerme. Por eso no pienso salir a buscar trabajo. ¿Estamos todos locos o qué?».

 

«Ya sé que fui un accidente y que nadie quería que yo naciera. Pero, por culpa de que mi papá no se cuidó, hoy tengo que ir a buscar trabajo»

 

Aclaro que esta última pregunta la hace él y no yo. Él tiene clarísimo que su argumento es de una lógica aplastante. Tan aplastante como el bofetón que se habría llevado de su papá este mismo muchacho de haber nacido unos diez o veinte años antes. Ahora, en cambio, noticias como esta son habituales.

He aquí otra reciente que he leído en un periódico inglés. «¡Seamos aviares!», reza el titular, y luego subtitula: «¿Por qué hay cada vez más estudiantes chinos que fingen ser pájaros?». Hace unos meses comentaba con ustedes el caso de los otherkin (u ‘otrotipos’), personas que creen poseer una identidad parcial o enteramente no humana y se ‘perciben’ como animales, objetos, fenómenos atmosféricos, etcétera, y exigen respeto a su elección (hay quien dice ser una nube, o un personaje de cómic, o un gato…). La moda aviar, en cambio, es distinta.

Los estudiantes que abrazan esta tendencia dicen que con ella pretenden «descansar de ser humanos» y, al mismo tiempo, dar visibilidad a su descontento frente al futuro. Un futuro para el que se prepararon con toda ilusión y esfuerzo, pero que ahora, debido a la desaceleración económica del gigante chino, ven como inalcanzable, lo que hace que se sientan engañados, cautivos, frustrados. Por eso, les ha dado por imitar el comportamiento de los pájaros, para pasar de las presiones a las que se ven sometidos por «una sociedad exigente y castrante».

Y, para que quede bien claro, se niegan a salir de sus habitaciones, se cubren el cuerpo (por ejemplo, con una larga camiseta negra que deja solo visibles las manos), en simulación de garras de ave, para, una vez metamorfoseados en pájaros, «simbolizar nuestro deseo profundo de liberarnos de las exigencias del mundo, como la búsqueda de empleo, la intensa competitividad del mercado y las expectativas impuestas por nuestras familias».

Por supuesto, esta y otras conductas similares que vemos en Internet se pueden descartar como simples deseos de llamar la atención, cosechar likes y dar que hablar. Y, en efecto, se trata de un exhibicionismo que, además, se puede monetizar y convertir incluso en un pingüe medio de vida. Pero el fenómeno puede leerse también de otro modo.

Siempre que una sociedad empieza a perder sus referentes, sus códigos –el sentido común, en último término–, proliferan extravagancias como las que acabo de señalar: tipos que exigen ser tratados como pájaros, hijos que argumentan que, como ellos no pidieron nacer, sus padres deben mantenerlos de por vida, y mil otras sandeces como las que propicia el mundo woke con su corrección política llevada al esperpento.

Pero tal como ocurre en el mundo de la física, donde «toda acción genera una reacción de igual intensidad pero de sentido opuesto», estas bobadas propician que se produzca en las sociedades avanzadas otro fenómeno igual de irracional solo que de signo contrario. La gente se asombra del auge de la ultraderecha incluso en los países más avanzados y cultos y tiende a culpar de esta deriva a políticos miopes que no resuelven los problemas que realmente preocupan a la gente. Y es cierto que es así, pero también es verdad que cada vez son más numerosas las personas que están hasta el tupé de las sandeces que en el mundo se dan por buenas. Sandeces en apariencia inofensivas, pero que fomentan la idea de que hoy en día se llevan el gato al agua, acaparan portadas y, encima, se forran aquellos que dicen la chorrada más grande y propugnan la mayor estupidez. Pura acción-reacción, newtonismo elemental.

 

ENLACE A LA NOTA ORIGINAL: https://www.abc.es/xlsemanal/firmas/carmen-posadas/newtonismo-elemental.html

 

 

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