Arturo Pérez-Reverte nos revela el proceso de creación de su nueva novela
«Detesto escribir. Lo que me gusta es el proceso previo a la escritura; el viaje y la aventura que implica cada novela»
Una operación secreta contra la República, la Guerra Civil de fondo y una mujer de rotunda personalidad son los ejes de la nueva novela de Arturo Pérez-Reverte. Todo un homenaje al Mediterráneo –«mi casa, mi patria»–. El escritor nos revela en exclusiva el proceso de creación de ‘La isla de la Mujer Dormida’, la historia que llevaba toda la vida deseando escribir.
Es la novela con la que soñaba desde niño, cuando miraba el mar desde su Cartagena natal y se imaginaba viviendo y escribiendo aventuras como las que leía en los libros de piratas y corsarios. La isla de la Mujer Dormida, última obra de Arturo Pérez-Reverte (8 de octubre en librerías), es una «novela de corsarios modernos», una historia ambientada en el archipiélago de las Cícladas, en el mar Egeo, con la que el académico y escritor de 72 años cumple aquella lejana aspiración. La acción transcurre en 1937 en una isla ubicada a más de 1200 millas de las costas españolas, en la que la Armada franquista organiza un operativo ultrasecreto para hundir los mercantes soviéticos y republicanos, procedentes del mar Negro, y torpedear el suministro militar para la República.
Aunque inspirado en hechos reales, el operativo como tal nunca existió. Sostenido por una prosa directa y apoyado en su exhaustividad documental marca de la casa, Pérez-Reverte te traslada a una época en la que el mundo –«como tantas otras veces en la historia –subraya–, como ahora»– se hallaba a punto de explotar. Lo hace de la mano de unos personajes al borde del abismo y colocando en el eje de la trama a una mujer de carácter. Para hablar de todo ello, del mar, de combates, de la guerra, de marinos y de mujeres, el escritor recibe a XLSemanal en su casa, donde despliega en exclusiva las historias, el material y las emociones sobre las que arma su nueva creación.
XLSemanal. ¿Cuánto tiempo llevaba pensando en escribir esta aventura?
Arturo Pérez-Reverte. Desde pequeño, siempre quise hacer una novela de piratas. Leía El capitán Blood, El corsario negro, La isla del tesoro; veía películas de piratas… Aprendí a distinguir entre estos, que no tienen dios ni amo, y corsarios, que atacan barcos con permiso de su gobierno. Siempre tuve esa ambición.
XL. ¿Y cómo llegó a esta historia?
A.P.-R. Quería contar dos cosas. Una historia de guerra en el mar, de corsarios modernos, y una historia de emociones, de sentimientos, con un erotismo muy físico en la que, como todas mis novelas desde La Reina del Sur, hubiera una mujer de fuerte personalidad que lucha por su independencia e identidad en un mundo de hombres.
XL. Aunque la historia transcurre entre el Egeo y Estambul, el trasfondo es el primer año de la Guerra Civil. ¿Quería también hablar de esta parte del conflicto?
A.P.-R. En realidad, no. Simplemente, la Guerra Civil me daba una posibilidad interesante para situar a mis corsarios atacando el suministro militar entre la URSS y la República.
XL. Los franquistas atacaban esos barcos, pero ¿es una historia real?
A.P.-R. No, la operación de la novela es inventada, pero la sitúo en el espacio real de las rutas de los mercantes que venían del mar Negro. Los cargamentos para la República eran asaltados más hacia Sicilia, por italianos y franquistas, pero el Egeo me venía mejor para una operación encubierta. Había una ruta por el norte, hacia el Cantábrico, y otra por el Mediterráneo: mi mar, mi patria, mi casa. La decisión era evidente. Y, en lugar de militares, me inventé un grupo de marinos de los míos.
«El hombre está narrativamente agotado como un limón de paella: ya no le queda zumo. Pero la mujer está llena de posibilidades»
XL. De mercenarios…
A.P.-R. Sí. Todos son mercenarios, excepto el protagonista, que es un marino mercante alistado en el bando ‘nacional’ porque no le queda más remedio. Quería personajes despojados de ideologías y que lo importante fuera la aventura. Y entonces me fui al Egeo, que es la parte buena de hacer una novela.
XL. ¿Y la parte mala?
A.P.-R. Escribirla. Es algo que detesto. Es lo que más me cuesta.
XL. Pues lleva 38 años casi a novela por año…
A.P.-R. Porque tengo oficio, pero lo que me gusta de ser escritor es el proceso previo al día en que me siento a escribir: el viaje y la aventura que implican cada novela. Cada una es un desafío.
XL. ¿Qué aventura personal ha vivido en este caso?
A.P.-R. He disfrutado como un niño. Fui a la isla de Siros fuera de temporada. En 1937 no había turistas y necesitaba ver paisajes tranquilos, playas vacías, lugares sin gente, para recuperar el tiempo en el cual narro la historia. La ambientación e ir a los escenarios es capital en mis novelas.
XL. ¿Lo ve todo con ojos de novelista, pensando qué puede usar?
A.P.-R. Es que el objetivo del viaje es ese, y todo forma parte del placer de crear una novela. Lo que me hace feliz es imaginarla, documentarla, viajar, mirar, observar, leer, comprar libros, fotografías, postales, objetos; hablar con gente, sentarme en una terraza, contemplar un atardecer… Me crea el estado de ánimo adecuado para escribir. Me siento dentro del escenario de la historia y conozco lo que se come, los olores, los paisajes, la luz, el color del mar en la orilla, sus tonos al ponerse el sol, cómo aparecen las estrellas, cómo ilumina la luna, las sombras al anochecer sobre la playa… Necesito ver eso para escribir una escena con diálogos al atardecer, mientras cae el sol, y dos personajes se quedan hablando en la oscuridad.
XL. No es usted, sin embargo, un escritor de largas descripciones…
A.P.-R. Porque son antinarrativas. Pero una pincelada, un tono, una luz, un rumor, una música, un olor, unas flores o un detalle determinado hacen que una escena tome un sentido diferente o reforzarlo. Luego, claro, debo hacer labor documental para saber cómo era ese lugar en 1937. Uso, además, mapas y planos antiguos, como uno que compré por Internet de El Pireo en los años treinta para el final de la novela.
XL. ¿El Mediterráneo es también un ‘personaje’ clave de su novela?
A.P.-R. Efectivamente. Porque determina las relaciones entre los personajes. Es un mar que hace posibles cosas imposibles. Gente que nunca se dirigiría la palabra en Nueva York, Reikiavik o en Oslo, allí se hacen amigos íntimos. Esas fronteras diluidas, ese mestizaje, esa manera distinta de entender la vida y las relaciones son muy mediterráneas. Lo conozco de primera mano.
XL. En el Egeo, parte del Mediterráneo, no he encontrado una isla llamada Gynaíka Koimisméni, pero da una ubicación muy precisa. ¿Existe ese lugar?
A.P.-R. La isla es real, pero no se llama Gynaíka Koimisméni, ‘la mujer dormida’ en griego. El nombre se lo puse en referencia al personaje de la mujer, Lena, eje del triángulo emocional de la novela.
XL. Dice que no le gusta escribir, pero no da esa impresión al leer los combates navales…
A.P.-R. No, no, me da igual que sea una batalla que otra escena. Escribir implica reescribir, corregir, reescribir, corregir… Escribo en el ordenador, imprimo, corrijo a pluma, meto las correcciones al ordenador, imprimo, corrijo de nuevo…, hasta que estoy satisfecho. Acabas harto. Disfruté mucho, eso sí, preparándome para escribir esas escenas. Nunca he atacado un barco, pero conozco la guerra: los disparos, las llamaradas, el olor de las explosiones… También sé cómo son los hombres bajo tensión. Y para la parte técnica busqué memorias y libros de ingleses, alemanes e italianos que atacaron barcos. Con sus notas y memorias creé mis propios combates navales.
XL. Hábleme de Lena. ¿Qué papel desempeñó este personaje en la génesis de la novela?
A.P.-R. Todos mis personajes femeninos son determinantes y muestran la fuerza de las mujeres. Como en todas mis novelas, Lena es soldado perdido en territorio enemigo, y sabe que la derrota puede significar la aniquilación y que debe ser más dura e incluso más brutal que los hombres para sobrevivir.
XL. Pero es una mujer derrotada…
A.P.-R. Sí, pero no dejo de mostrar su fortaleza. Luchó por ser independiente y, aunque es consciente de su derrota y sufre la amargura, la soledad, el fracaso, ella se venga. Estos son los rasgos que hacen de la mujer un sujeto narrativo tan importante para mí. La suya es una soledad moderna, que no estaba a la vista. Además, el hombre está agotado narrativamente como un limón de paella; ya no le queda zumo. Pero la mujer está llena de posibilidades. Se la ha presentado como algo accidental y subordinada al macho y al sexo, pero hay infinidad de cosas que aún no se han escrito. Por eso, en mis novelas siempre está de fondo la mirada de una mujer. En este sentido, criar a una hija me ha enseñado mucho.
XL. Por cierto, ¿se le daba bien el griego en el colegio?
A.P.-R. Sí, sí. Yo hice nueve años de latín y tres de griego.
XL. ¿Nueve de latín? ¿Acaso fue al seminario?
A.P.-R. [Se ríe]. No, no, es que repetí dos cursos. Pero todavía podría traducir a César, que era el más asequible. A Cicerón ya no, aunque lo leo y me defiendo bien.
XL. Desde El francotirador paciente (2013) no escribe novelas ambientadas en el presente. ¿No le sale hablar del mundo actual?
A.P.-R. Ya lo hago en mis artículos para XLSemanal, pero soy incapaz de hacer novelas ‘actuales’. Yo cuento historias de seres humanos donde la tecnología es secundaria. Las cosas se solucionan cara a cara, con miradas, diálogos y silencios. Y esa franja entre los años veinte y sesenta del siglo XX me va muy bien.
XL. ¿Por qué? ¿Por ser una de las épocas de mayor transformación del mundo, por los grandes traumas sociales que tuvieron lugar?
A.P.-R. Sobre todo porque el siglo XXI no se explica sin esos acontecimientos. Ese periodo es decisivo en nuestra Historia. Y uno de los grandes problemas hoy es la ignorancia y la falta de referencias de esa época. Esto nos deja huérfanos, nos impide comprender el presente. Con mis novelas intento dar claves para entenderlo.
XL. ¿Ayudar a ello es una de las responsabilidades del escritor?
A.P.-R. Un novelista no tiene ninguna razón moral. Tiene derecho a hacer lo que quiera. Meterse en la piel de un criminal, de un violador… Se puede hacer con mayor o menor fortuna, pero al novelista no le exijas mejorar el mundo. Su única obligación es contar historias.
«Hay una única lección moral en mis novelas: que la línea ente buenos y malos es relativa. Así es la complejidad del ser humano»
XL. Pero quiere ayudar al lector a entender mejor el mundo…
A.P.-R. A ver, sí que hay una lección moral o un hilo conductor que procuro que esté en mis novelas: que todos los seres humanos tenemos razones para hacer lo que hacemos, y que la línea entre buenos y malos es relativa, porque así es la complejidad del ser humano.
XL. ¿Es esto lo que quiere mostrar cuando se acerca a la Guerra Civil?
A.P.-R. Lo que caracteriza mi visión de ese conflicto es que no divido entre buenos y malos, como se hace cada vez más con afán de polarizar. Nadie reconoce la mínima virtud en el adversario ni defectos en el bando propio. Y esta es una tendencia peligrosa. Frente a eso no existe más antídoto que el conocimiento, la lectura, intentar conocerlos y entenderlos a todos, porque en la vida, como en mis novelas, nunca hay buenos ni malos… del todo.
XL. ¿Nadie es la encarnación absoluta del bien; nadie es perfecto?
A.P.-R. Eso es. Pero que nadie se confunda: como causa, la noble era la República, la legalidad; y la innoble, la otra. Sin duda. Pero a la hora de manejar el elemento humano en una novela no se me ocurre plagarla de estereotipos y poner malvados peinados con brillantina hacia atrás y milicianos de alma pura. Yo soy familia de vencidos y entiendo que a quien tiene al abuelo en una cuneta y lo quiera desenterrar hay que ayudarlo y apoyarlo, pero otra cosa es que gente que no tiene abuelos en cunetas ni ha tenido nada nunca utilice a los abuelos de otros para hacer su chiringuito político.
XL. Y una última pregunta. ¿Ha cambiado en algo su aproximación a Twitter con la llegada de Elon Musk?
A.P.-R. Nada, yo sigo tuiteando lo que me da la gana. Entro en Twitter y me voy. No me quedo pendiente de lo que escriben los demás. Bueno, contesto y atiendo a los lectores, es una herramienta muy útil para mí, y eso sigue igual con Elon Musk o con el lucero del alba.