Mauricio Rojas: Un Premio Nobel en Economía digno de aplaudir
Estamos en presencia de un enfoque teórico de alta relevancia para entender por qué algunas naciones han tenido éxito y otras han fracasado en su búsqueda de una prosperidad que no sólo beneficie a las élites del país respectivo.
Credit: Premio del Banco de Suecia en Ciencias Económicas en memoria de Alfred Nobel 2024. NobelPrize.org
Daron Acemoglu, Simon Johnson y James A. Robinson han recibido el Premio Nobel en Economía 2024. Con ello culmina una evolución en el pensamiento económico que ha llevado a un cambio radical de nuestra compresión de los procesos de desarrollo económico.
Hasta la década de 1970 se contraponían nítidamente dos grandes escuelas acerca de este tema. Una, afincada en la economía neoclásica, pero muy influenciada por el aporte keynesiano, hacía hincapié en la cantidad y calidad de los factores de producción disponibles (capital, trabajo, recursos naturales), con un fuerte acento en la disponibilidad del capital necesario para poner en marcha el proceso de desarrollo. Otra, de raigambre tanto keynesiana como marxista, ponía el acento en las supuestas relaciones de explotación que se establecerían entre diversas áreas de la economía mundial capitalista. Esta es la perspectiva clásica tanto de Raúl Prebisch y la Cepal como de la Escuela de la Dependencia, con sus elaboraciones en torno a un orden internacional en el cual los “centros” se apropian a través de diversos mecanismos del excedente económico de las “periferias”.
Así, la discusión giró durante largo tiempo en torno a las posibilidades de los países menos desarrollados o “subdesarrollados” de ya sea obtener o retener el capital necesario para romper lo que el economista Ragnar Nurkse denominó ya en los años 50 como el “círculo vicioso de la pobreza” e iniciar el proceso de crecimiento económico.
La visión neoclásica se inspiró en la gran inyección de capital que Europa Occidental recibió durante la posguerra mediante el Plan Marshall y el rápido despegue económico que le siguió. Su origen teórico se remonta a un célebre artículo escrito por Paul Rosenstein-Rodan en 1943, donde presentó su teoría del Big Push necesario para poner en marcha el proceso de crecimiento. Esto dio origen a una serie de desarrollos teóricos de corte neoclásico-keynesiano, como el conocido modelo Harrod-Domar. Otras variantes neoclásicas destacaron la importancia del factor tecnológico (Robert Solow) o el capital humano (Theodore Schultz) en este contexto.
Por su parte, las teorías que acentuaban las supuestas relaciones de explotación existentes entre “centros y periferias” (según los conceptos de Raúl Prebish) o “metrópolis y satélites” (según la versión neomarxista de André Gunder Frank) de la economía internacional compartían el énfasis en la importancia del factor capital, pero argumentando que para acceder al mismo había que modificar o romper las “relaciones de dependencia” que privaban a las periferias del capital que ellas mismas producían, concentrándolo en los centros industrializados. La expresión arquetípica de este enfoque se encuentra en Economía política del crecimiento, obra publicada en 1957 por el conocido catedrático marxista de la Universidad de Stanford, Paul Baran.
Este es el tipo de teorías -ya sean neoclásicas, desarrollistas o marxistas– que, a partir de la publicación de la obra de Douglass North y Robert Thomas El nacimiento del mundo occidental en 1973, será crecientemente desafiado por el enfoque institucionalista dentro del cual se encuadra la obra de Acemoglu, Johnson y Robinson.
Se desplaza así el foco del análisis económico desde los factores de producción, los adelantos tecnológicos, la educación y el capital humano hacia la existencia de una “organización eficaz”, es decir, “de un marco institucional y de una estructura de la propiedad capaces de canalizar los esfuerzos económicos individuales hacia actividades que supongan una aproximación de la tasa privada de beneficios respecto a la tasa social”, como lo expresaron Douglas North y Robert Thomas en su célebre obra de 1973. Este es el enfoque hoy ampliamente predominante, con destacados exponentes del mismo como Amartya Sen, Premio Nobel en Economía 1998, y los premiados de este año.
En 2001 Acemoglu, Johnson y Robinson publicaron un ensayo pionero en The American Economic Review (91/5) titulado Los orígenes coloniales del desarrollo comparativo: Una investigación empírica. En él parten de la constatación de que los colonizadores europeos establecieron marcos institucionales muy diferentes en las diversas colonias. En algunas se crearon lo que los autores llaman “instituciones extractivas” o “Estados extractivos”, basados en la explotación de la población local o de una población esclava importada, así como en una fuerte concentración del poder y la riqueza en manos de los colonizadores. Ese fue el marco institucional -característico, por ejemplo, de una gran parte de América Latina– cuyas consecuencias aún persisten y que condujo a un pobre nivel de desarrollo económico y a la formación de sociedades altamente desiguales, fragmentadas y marcadas por fuertes conflictos étnico-sociales.
En otras colonias, aquellas caracterizadas por una amplia presencia de colonos europeos, se crearon instituciones mucho más inclusivas e igualitarias que dieron origen a un desarrollo dinámico y a sociedades de gran participación social y estabilidad. Los ejemplos más destacados -Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda- han dado origen a pujantes sociedades democráticas con altísimos niveles de bienestar económico.
En 2004 los autores ampliaron su perspectiva analítica en un ensayo publicado por el National Bureau of Economic Research de Estados Unidos que lleva por título Las instituciones como causa fundamental del crecimiento a largo plazo. En ese texto se pone el acento explicativo en las instituciones políticas y su impacto sobre la distribución de la propiedad y el poder económico. A su juicio:
“Las instituciones económicas que promueven el crecimiento económico emergen cuando las instituciones políticas dan acceso al poder a grupos interesados en la defensa de derechos de propiedad ampliamente distribuidos, cuando crean restricciones para quienes detentan el poder y cuando existen relativamente pocas rentas que puedan ser capturadas por los detentadores del poder”.
Este es el núcleo teórico de la producción posterior de los autores, con un hito destacado con la publicación en 2012 de Por qué fracasan los países: Los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza (Deusto 2012), obra de gran amplitud y difusión que tiene como autores sólo a Acemoglu y Robinson. En ella se analiza una gran cantidad de casos, entre ellos los de países culturalmente muy similares y con dotaciones de recursos productivos no muy diferentes, que muestran de manera conclusiva que lo esencial no es la composición étnica, la cultura o los “factores de producción”, sino cómo la sociedad se organiza institucionalmente. El contraste entre las dos Coreas es extremadamente ilustrativo en este contexto.
La diferencia fundamental se da, siguiendo el marco teórico ya establecido en el ensayo de 2001, entre países con instituciones económicas extractivas y aquellos donde imperan las instituciones inclusivas. Estas últimas aseguran una igualdad fundamental de derechos y de condiciones que “posibilitan y fomentan la participación de la gran mayoría de las personas en actividades económicas que aprovechan mejor su talento y sus habilidades y permiten que cada individuo pueda elegir lo que desea”. Ello, a su vez, está determinado por unas instituciones políticas inclusivas o pluralistas, es decir, “que reparten el poder ampliamente y lo limitan”.
Estamos en presencia, como fácilmente se puede apreciar, de un enfoque teórico de alta relevancia para entender por qué algunas naciones han tenido éxito y otras han fracasado en su búsqueda de una prosperidad que no sólo beneficie a las élites del país respectivo. Se trata, en suma, de un Premio Nobel a una obra muy digna de aplaudir y de estudiar a fondo ya que en ella se contienen claves fundamentales para cualquier país que aspire a lograr un desarrollo sostenible, integral e inclusivo.
Doctor en Historia Económica de la Universidad de Lund y miembro del Parlamento de Suecia
ENLACE AL LIBRO DE DARON ACEMOGLU Y JAMES ROBINSON, EN PDF:
Por que fracasan los paises – Daron Acemoglu