Venezuela a la luz del Premio Nobel de Economía
El reciente Premio Nobel de Economía, otorgado a Daron Acemoglu, Simon Johnson y James A. Robinson, ratifica la importancia de las instituciones como factor determinante para la prosperidad o decadencia de los países. Según estos economistas, las diferencias en las instituciones económicas son la causa fundamental de las disparidades en el desarrollo económico a largo plazo entre naciones. Este enfoque, basado en la interacción entre instituciones políticas y económicas, nos invita a reflexionar sobre el caso venezolano, donde décadas de mal funcionamiento institucional llevaron al país a una crisis económica sin precedentes.
En su trabajo, Acemoglu y sus coautores destacan que las instituciones determinan los incentivos para invertir en capital humano y físico, adoptar nuevas tecnologías y organizar la producción de manera eficiente. Venezuela, que figuró en el siglo XX como una de las naciones más prósperas de América Latina, ha experimentado un deterioro institucional severo que ha afectado su capacidad de crecimiento económico. Las instituciones extractivas, que concentran el poder en manos de un pequeño grupo y monopolizan la innovación y el emprendimiento, han sido un factor clave en la caída de la economía venezolana.
Las investigaciones de los Nobel nos ayudan a entender que los sistemas que promueven la exclusión, el control absoluto y la ausencia de derechos de propiedad tienden a generar pobreza. Venezuela es un claro ejemplo de cómo la captura del poder por un grupo dominante, en este caso el gobierno de Nicolás Maduro y antes de Hugo Chávez, trajo como resultado la desconfianza en las instituciones y un colapso económico. A través de políticas que han desincentivado y expropiado industrias clave, el país ha pasado de ser uno de los más ricos de la región, a sufrir una contracción económica prolongada.
En Venezuela, las instituciones han sido moldeadas para servir a los intereses del poder político dominante, debilitando gravemente la confianza en el estado de derecho y en los derechos de propiedad. Como señala Acemoglu en el marco teórico de su investigación, cuando las instituciones políticas otorgan poder a grupos que no tienen interés en el desarrollo económico colectivo, las instituciones económicas resultantes limitan la prosperidad. Venezuela no ha sido la excepción. Desde la llegada al poder de Chávez en 1999, se implementó un modelo que distorsionó la economía a través de políticas populistas y controles estatales que, lejos de mejorar la vida de la mayoría, la empobrecieron. El debilitamiento de los derechos de propiedad, la hiperinflación e inflación, la fuga masiva de talento y capital, así como la corrupción institucionalizada son solo algunos de los resultados visibles de esta transformación institucional.
El premio a Acemoglu, Johnson y Robinson subraya que el crecimiento económico sostenible requiere instituciones que promuevan el respeto a los derechos de propiedad, la igualdad de oportunidades y la restricción del poder.
La investigación de estos tres economistas también destaca que el cambio institucional no ocurre de manera aislada. Las instituciones políticas determinan quién tiene poder y cómo se distribuyen los recursos, creando incentivos para la inversión y el crecimiento a largo plazo.
Las teorías expuestas por los laureados del Nobel nos ofrecen una hoja de ruta para pensar en soluciones para Venezuela. Según su marco, es necesario un cambio estructural en las instituciones políticas del país que permita el surgimiento de un sistema más participativo en igualdad de condiciones, para que los ciudadanos tengan la oportunidad de prosperar. Esto implica el establecimiento de un estado de derecho que proteja los derechos de propiedad y fomente la innovación e inversión.
En uno de sus estudios, el caso de Corea del Norte y del Sur, utilizado por Acemoglu y sus colegas fue presentado como experimento natural, donde demostraron cómo dos países con la misma geografía y cultura pueden tener trayectorias económicas tan divergentes simplemente debido a sus diferencias institucionales. Si bien Venezuela enfrenta desafíos únicos, esta comparación nos recuerda que el cambio institucional es posible; sin embargo, sólo será eficaz si se acompaña de un fortalecimiento de las instituciones políticas, que limiten el poder y distribuyan los recursos de manera equitativa.
El otorgamiento del Premio Nobel a Acemoglu, Johnson y Robinson además de celebrar sus contribuciones académicas, nos ofrece una reflexión crítica sobre el estado actual de Venezuela: el camino hacia la recuperación económica del país, pasa por la reconstrucción de sus instituciones a través de un proceso profundo de reformas que revertir el destino actual y recuperar nuevamente el bienestar de la población.
X: @lidismendez369