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Cristina Casabón: Perdimos la Constitución

«Sánchez plantea una España en la que la oposición no exista, no levante la voz ni la cabeza, porque esto no es un debate, sino un conato de odio»

Perdimos la Constitución

Alejandra Svriz

Perdimos aquella España, que vivía alegre y confiada, eterna en su Constitución del 78, charlatana, alegre y coloreada en su Historia. Perdimos la primavera y nos encontramos hoy una España gris que nos regalan los socialistas con su política de bloques. España se tambalea por la ruptura sentimental entre una derecha que se preocupa por el cumplimiento de la carta magna y una izquierda que la desvalija mientras pide reformarla y blindar «derechos» que ya conquistados. Blindarlos, se entiende, contra el Otro, que somos todos los demás.

Bajo el paraguas del aniversario del voto de nuestra Constitución se vacía el espíritu del 78: esperanza y acuerdo. Y una vez arruinado el espíritu, le toca al turno a la letra, que se pretende convertir en un villancico de partido, hecho a la medida de Sánchez y sus socios. El presidente, que ha cultivado una frigidez de profesional bien peinado, abogó el viernes por reformar la Constitución para «blindar derechos fundamentales» (derecho al aborto, a la boda homosexual, a la revalorización de unas pensiones que, en ocasiones ya triplican el sueldo de un trabajador joven, a la vivienda…) ante el supuesto «avance reaccionario».

«En estos demagogos y fanáticos de aldea solo veo el último resto candente de un tribalismo que no traerá nada bueno, pero que sigue pescando el voto mediante reformas aceleradas y astutas»

Yo lo veo claro. El suicidio masivo y neoclásico del Régimen del 78 se acerca por el tirón de Sánchez, cuyo elemento indispensable del discurso es el amigo-enemigo agónico, un muro o sima por la que cada vez deslizan a más españoles. Y un aniversario de nuestra Constitución no lo es de verdad si se convierte en un acto de dinamita, de palabras de ruptura. No busquéis PSOE bueno, que así es la rosa. Para empezar, se plantea una España en la que necesitan que la oposición no seamos, no existamos, no levantemos la voz ni la cabeza, porque esto no es un debate, sino un conato de odio, un blindaje con el que Sánchez pretende asegurarse el voto de aquellos que le sirven de monigotes, peleles, espantajos y monedas de cambio. Siempre con el fin de señalar quiénes están a favor o en contra. Qué tristeza, qué pesadez.

En estos demagogos y fanáticos de aldea solo veo el último resto candente de un tribalismo que no traerá nada bueno, pero que sigue pescando el voto mediante reformas aceleradas y astutas. A esto Sánchez lo denomina gobernar y tiene en mente un objetivo: 2027. Perdimos el espíritu de la Constitución. Y el caso es que mientras España siga dividida y fragmentada en función de las identidades, las lenguas, los derechos sociales o el debate de las competencias de las autonomías, en definitiva, mientras exista una ruptura sentimental, a Sánchez le irá de maravilla.

 

 

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