Leila Guerriero: «Lo excitante no es lo explícito»
La llamada (Anagrama), es una historia real, llena de aristas y sombras, sobre la condición humana. En esta obra, Leila Guerriero, Premio Zenda de narrativa 2023-2024, traza el retrato de una mujer, Silvia Labayru, con una historia compleja en la que se amalgaman el amor, el sexo, la violencia, el humor, los hijos, los padres, la infidelidad, la política, los amigos y las mudanzas, y en la que sobrevuela una llamada telefónica que, realizada desde la ESMA el 14 de marzo de 1977, le salvó la vida.
Este sábado, Leila Guerriero responde al cuestionario de Zenda.
—¿Qué libro, película, serie, disco y obra de arte salvaría en un diluvio o un incendio?
—Libro: el diario de Cesare Pavese. Serie (aunque no creo que las series corran peligro en un incendio; Netflix se encarga), The Americans. Disco: no soy muy musical. Prefiero salvar otra serie: Succession. Obra de arte: La crucifixión de San Pedro y la serie de pinturas Nadie olvida nada, de Guillermo Kuitca.
—Puestos a salvar, elija una actriz, un actor, un personaje histórico y un político actual.
—Actor: Matthew Macfadyen. Actriz: Isabelle Huppert. De lo demás, nada que decir. Salvo que Einstein pueda ser considerado “un personaje histórico” y Freud otro.
—¿Qué aventura, real o literaria, le gustaría haber vivido?
—Las que vivió el Corto Maltés en La balada del mar salado.
—¿Y qué recuerdo personal le gustaría que jamás se perdiera en el tiempo, como lágrimas en la lluvia?
—Todas las tardes y noches que pasé con mi abuela Any, leyendo historietas de aventuras, jugando juegos que ella misma jugaba en su infancia de niña solitaria.
—¿Cuál es su primer recuerdo lector?
—Es imposible rastrear ese recuerdo, pero el otro día encontré una libreta de cuando yo tenía 8 o 9 años, con listas de cuentos y libros que parece que había leído: El fantasma de Canterville, Tom Sawyer… De todas maneras, yo creo que leo desde antes de aprender a leer, porque mi padre me leía cuentos de Horacio Quiroga o Ray Bradbury en voz alta.
—¿Cuál es el último libro que ha leído?
—Wellness, de Nathan Hill.
—¿Puede recomendar un libro clásico?
—Madame Bovary.
—¿Y uno actual?
—¿Uno? Dos. Cuentos completos, de Lorrie Moore, y Algo ha pasado, de Joseph Heller (no es estrictamente “actual”, pero es uno de los libros que leí en los últimos tiempos y se transformó de inmediato en “uno de los libros de mi vida”).
—¿Qué libro no ha podido acabar?
—Muchos. Pero no daré nombres. Un caballero no tiene memoria.
—¿Puede recitar de memoria un poema?
—No. Apenas versos de Noche oscura del alma, de San Juan de la Cruz.
—¿Cuál es la canción más hermosa del mundo?
—Si existe, no la conozco. Cada año descubro “la canción más hermosa del mundo”.
—¿Puede decirnos una heroína y un héroe —literarios o cinematográficos— imprescindibles?
—El Corto Maltés, que es la única clase de héroe en el que creo: el antihéroe.
—¿Y un personaje malvado que le fascine?
—No puedo aplicar la palabra “fascinación” a ningún personaje malvado.
—¿Tiene una editorial y una librería preferidas?
—La Central de Callao, en Madrid. Ahora está más chica pero sigue siendo una librería estupenda.
—¿Cuántos libros hay en su biblioteca? ¿Qué porcentaje, aproximadamente, ha leído?
—No lo sé, pero miles. Supongo que está leída en un ochenta por ciento.
—¿Con qué libro se ha emocionado más? ¿Ha llorado tras la lectura de alguno?
—Me he emocionado con muchos, aunque es difícil que un libro me haga llorar. Pero no siempre uno llora cuando se emociona. Amor sin fin, de Scott Spencer, es un libro que leí muy emocionada, por momentos con una emoción muy malsana, y no lloré ni un poquito.
—¿Se ha excitado alguna vez leyendo? Si es así, ¿con qué libro?
—Claro que sí. No recuerdo ningún título en particular, pero en general lo excitante no es lo explícito sino esos momentos en los que la tensión contenida a lo largo de páginas se suelta. A veces, si el autor es genial, basta con una línea. En el libro Wellness, de Nathan Hill, hay, al final de un capítulo, una sola palabra: “Vente”. Y aunque está referida al acto de salir de un bar con otra persona y no tiene ninguna connotación sexual explícita, resulta tremendamente excitante.
—¿Cuál es el rasgo principal de su carácter?
—Supongo que una tozuda y a veces hostil necesidad de independencia.
—¿Y su principal defecto?
—Supongo que una tozuda y a veces hostil necesidad de independencia.
—¿Qué aprecia más de sus amigos?
—Que tengan confianza en mí y sepan que pueden contarme lo que sea. Que entiendan todo sin necesidad de que les explique mucho.
—¿Cuál es su ocupación preferida?
—Fuera de escribir y correr, cocinar y viajar en auto escuchando música y mirando ensoñada por la ventanilla.
—¿Y su sueño de felicidad?
—Soy feliz cuando sueño que vuelo, pero no es eso lo que me preguntás. Y lo que me preguntás no lo puedo contestar.
—¿Cuál es el estado actual de su espíritu?
—Revolucionado.
—¿Qué detesta más?
—Que digan que hice o pensé cosas que ni dije ni pensé.
—¿Qué faltas le inspiran la mayor indulgencia?
—No soy muy indulgente. La compasión no es mi fuerte.
—Ojalá que no tenga que ir nunca a una isla desierta, pero si así fuera, ¿qué libro se llevaría?
—La sola idea de pensar que tendría que leer únicamente ese libro durante años haría que se transformara en un libro odioso. Prefiero salvar a todas las obras que me gustan de ese sentimiento.
—¿Y a qué persona?
—Al hombre con quien vivo.
—Si todas sus respuestas han sido sinceras, diga ahora una mentira.
—No me gusta mentir y mucho menos que me obliguen a mentir, pero me preocupa que esta respuesta pueda leerse como una mentira.