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Ana Cristina Vélez: Una reflexión alrededor de los incendios

En pleno gran incendio, en California, se me viene a la mente la pregunta que nos hacemos en las fiestas, esa que dice que si solo puedes sacar 10 cosas de tu casa en un incendio ¿cuáles sacarías? Hoy esa pregunta ¡se convirtió en una pregunta real! para muchos. Algunas casas y carros estaban asegurados,…

 

En pleno gran incendio, en California, se me viene a la mente la pregunta que nos hacemos en las fiestas, esa que dice que si solo puedes sacar 10 cosas de tu casa en un incendio ¿cuáles sacarías? Hoy esa pregunta ¡se convirtió en una pregunta real! para muchos. Algunas casas y carros estaban asegurados, pero no todas las pertenencias. Me refiero a las cosas que arrastramos a través del tiempo, las cosas que hemos guardado desde niños, pues estoy segura de que la mayoría de la gente tiene objetos que atesora desde la primera juventud, como regalos de la primera comunión, cadenas del bautismo, tarjetas, cartas, fotografías.

Amamos los objetos como a nosotros mismos. Debe ser por eso que los biólogos llaman fenotipo extendido a nuestras pertenencias. Quiere decir que los objetos son extensiones de nosotros, a veces de los ojos, como en el caso de las gafas; de los pies, como los zapatos; de la piel, como la ropa; pero también son extensiones del yo. Por eso al entrar en una casa y observarla, sabemos más de la sicología de una persona, que si los encuentros se dan por fuera de su hogar. Los libros de una biblioteca hablan del lector, de sus preferencias; la música, cuando era visible en discos, nos mostraba sus verdaderos gustos musicales. Alguna vez fui a la casa de un profesor de física que alardeaba de sus conocimientos de música clásica. Para mi sorpresa, en su casa, el 90% de toda la música que había en CDS era de Salsa. Eso me reveló varias cosas importantes sobre el profesor.

Si uno puede abrir las alacenas, closets y cajones para mirar los corotos, trastos, cacharros, platos y cubiertos, vasos y copas, cuchillos y tijeras, uno se da cuenta de que los objetos indican cosas sobre sus dueños. También hablan las sábanas, las almohadas, las toallas (sobre el hedonismo o el estoicismo). También hablan los muebles, los electrodomésticos, los juguetes electrónicos.

Supone uno que en cada casa quemada, en Los Ángeles, habría obras de arte: pinturas, esculturas, jarrones, figurillas, tapices, alahícas. Objetos apreciados que han sido trasteados de un lugar a otro durante toda la vida. Ahora, pensemos en los papeles: los pasaportes, los certificados de nacimiento, de matrimonio, los registros, los recibos de impuestos, las garantías, la documentación que nos hace dueños del lote donde estuvo la casa, los papeles del seguro que se pagó por si se quemaba la casa, y todo lo que se guarda alfabéticamente en el mueble archivador.

No puede uno dejar de pensar en los bomberos, en el altruismo con el que arriesgan sus vidas para salvar la vida de otros y la vida del planeta. Se me viene a la memoria una película impactante que se llama Héroes en el infiernoOnly the Brave, en inglés. Basada en hechos reales. En el 2013, durante un incendio en los Granite Mountain Hotshots, en Yarnell Hill, Arizona, un equipo de bomberos especializados en combatir incendios forestales perdió la vida.

La escena de la muerte https://www.youtube.com/watch?v=5t0yY5bOmro

Específicamente en Los Ángeles, la sequía, pues no llueve desde octubre del 2024, sumada a los fuertes vientos huracanados de Santa Ana le pusieron oxígeno al fuego y lo esparcieron. Lo siguen esparciendo.

Es triste ver las casas, edificios y la naturaleza destruida, es doloroso pensar en los animales muertos y en los desplazados. Da remordimiento sentir felicidad de que no sea la casa de uno la que está en llamas. Y todavía hay quienes niegan ¡el calentamiento global! Cada día son más comunes los huracanes, los vendavales, las sequías, las inundaciones, las olas de calor, las olas de frío, los extremos de temperatura, los deslizamientos de tierra, las tormentas tropicales, la acidificación de los océanos, el aumento de las temperaturas atmosférica y marítima.

Ser parte de un desastre aumenta la compasión y obliga a la reflexión, porque la distancia nos distancia emocionalmente. Hay algo bueno de todo esto tan malo: muchos ricos, víctimas de este desastre unirán sus fuerzas y su poder para apoyar las medidas y políticas que están tratando de controlar el Calentamiento global, quizás la amenaza más grande contra la vida en el Planeta.

Se viene un gobierno poderoso y por tanto, peligroso, que lo niega.

 

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