Jorge Vilches: Lo que esperamos del PP y Vox
«Será una tarea descomunal si las dos derechas se ponen alguna vez de acuerdo para conservar lo que funciona, reformar lo maltrecho y desechar los lastres»
Ilustración de Alejandra Svriz
Si alguna vez gana el PP de Feijóo a la maquinaria sanchista necesitará a Vox para tener una mayoría parlamentaria sólida que asegure un proyecto político. Cualquier otro escenario es para emigrar. Me refiero al planteamiento de un Gobierno popular en minoría apoyado en un Frankenstein de derechas con PNV y Junts. Solo de escribirlo se tuerce el gesto y sale sarpullido.
PP y Vox están condenados a entenderse si quieren llevar a la realidad su discurso de oposición. Sostener que nos despeñamos hacia la democracia iliberal, a una especie de autoritarismo cleptocrático, y luego limitarse a un programa de mejora de la gestión me parece una burla. Hemos llegado a esta situación no por una mala gobernanza, sino por el instinto autoritario de la izquierda española, que se ha desatado porque el sistema lo permite.
La deriva emprendida por el PSOE de Sánchez se debe a que nuestro Estado y la legislación tienen zonas oscuras que han permitido la entrada de los enemigos de la libertad. Si se ha colonizado fácilmente el Estado y se pervierte la legislación en beneficio de quien legisla, y no del bien común, es que hay muchas cosas importantes que fallan.
Es evidente que hay elementos de lo político, de los fundamentos de nuestra comunidad, que no aseguran lo suficiente el fracaso de un tirano que llega al poder usando la ley. Los liberales pensaron en el sistema constitucional y en la separación de poderes como dos frenos a la tendencia natural del poder al abuso. Hoy lo hemos olvidado porque la mayoría piensa que cuanto mayor sea el Estado y más fuerte quien lo gobierna, más bienestar vamos a disfrutar. Esto ha calado en el PP, que compite con el PSOE en políticas públicas socialdemócratas en lugar de salvaguardar lo político, eso que nos permite ser libres y detener a un tirano.
De esta izquierda no podemos esperar que se preocupe por preservar la separación de poderes o la igualdad ante la ley, que quiera que el Estado no se inmiscuya en la vida privada de la gente ni en sus bolsillos, o que defienda el verdadero pluralismo social, político y religioso. Esta izquierda siempre ha pensado que vive para salvarnos de nosotros mismos, y que es su derecho ejercer en exclusiva el poder. Ahora ha llevado a cabo estas inclinaciones por la convergencia de las zonas oscuras de nuestro sistema democrático con la falta de escrúpulos del líder del PSOE.
«PP y Vox deberían priorizar la recuperación de las bases de la democracia en su oferta electoral»
Por eso ya no vale presentarse a las elecciones con un programa electoral que compita en número de viviendas con el del PSOE. O que prometa más personal sanitario que el socialista. O un mejor transporte público. O incluso controlar el flujo migratorio más que el otro. Eso es la política. Lo que pone en peligro la libertad y la democracia de nuestra comunidad es la quiebra de lo político.
Por eso, las dos derechas, PP y Vox, deberían priorizar la recuperación de las bases de la democracia en su oferta electoral. Es preciso un plan para la separación de poderes que devuelva a la justicia, sin medias tintas, su papel independiente. Hay que eliminar el reparto partidista de los cargos, ya sea el Tribunal Constitucional o RTVE. Lo mismo podemos decir de la recuperación del papel fiscalizador de las Cortes y de la garantía de la libertad de prensa.
La situación ahora es dramática. Hemos pasado del Estado de Partidos, en el que el PP y el PSOE se repartían los cargos basándose en la buena fe, al Estado de Partido Único donde uno de ellos, el de Sánchez, aprovechando la ley, lo ha ocupado todo en beneficio propio y contra la derecha. Por esta razón sería absurdo llegar al poder con el discurso antisanchista y mantener inalterado un sistema que pone en riesgo la democracia si aparece un tirano.
Es tentador el discurso del «ahora nos toca a nosotros». Pasa lo mismo con el wokismo de derechas, que cree que es el momento para cancelar a la izquierda. No obstante, ese turnismo autoritario es lo opuesto a una democracia pluralista que garantice las libertades y que al menos cree de nuevo la ficción de que quien la hace, la paga.
«El flanco más débil y peligroso es detener los procesos independentistas puestos en marcha en Cataluña y el País Vasco»
Ahora bien, el flanco más débil y peligroso es detener los procesos independentistas puestos en marcha en Cataluña y el País Vasco. La pretensión de «seducir» a unos y otros se antoja ingenua vistas las características de su clase política, tan irresponsable como poco de fiar. Aquí es donde el plan de la derecha para salvaguardar lo político de nuestra comunidad puede hacer aguas. Creo que se puede volver a una separación de poderes, reforzar el papel de las Cortes, incluido el Senado, sacralizar la igualdad ante la ley, y fortalecer la libertad de expresión.
Sin embargo, no soy optimista con los nacionalistas. Pienso que han llegado a un punto de no retorno. Se ha pasado un límite en el que ya no es posible desandar el camino. Incluso no sé si merece la pena el enorme desgaste que supondría, ya que tenemos una izquierda que siempre ha creído más en el «derecho de autodeterminación» que en los derechos individuales o en la nación española como sujeto político. No lo veo fácil sin quebrantos. En suma, será una tarea descomunal si el PP y Vox se ponen alguna vez de acuerdo para, como afirmó Burke, conservar lo que funciona, reformar lo maltrecho y desechar tranquilamente los lastres.