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Al castrismo la lista de Washington le salió por la culata

Después de lo visto estos días, habría que ser suicida para responderle el teléfono a Díaz-Canel. ¿Cuántos inversores kamikazes hay?

El presidente de EEUU, Donald Trump, y el secretario de Estado, Marco Rubio.
El presidente de EEUU, Donald Trump, y el secretario de Estado, Marco Rubio. AP

 

 

Con lo sucedido estos últimos días entre el castrismo, Biden y Trump, habrá que redefinir frases como «tiro por la culata» y «regalo envenenado». El saca-mete del listado de colaboradores del terrorismo —entre colaborador y terrorista la diferencia es apenas semántica— ha dejado aún más enfangada la imagen económica internacional del régimen de La Habana.

Y es que, contrario a lo que muchos imaginan, la economía no evoluciona según pérdidas y ganancias, pues a los inversores solo les importa el pasado para interpretar el futuro; así que, más que por resultados conseguidos, la inversión se mueve según resultados por conseguir, guiada por las expectativas, y las expectativas sobre Cuba son hoy peores a las existentes antes de que Joe Biden se acordara de esta isla.

Si antes de la entronización de Donald Trump ya heraldos negros sonaban trompetas fúnebres sobre la economía cubana, ahora que hemos visto a la orquesta entera con Trump como director y Marco Rubio como primer violín interpretando nada más que subieron a escena la sonata «De cabeza pa’ la lista de terroristas» en fa sostenido, no queda la más mínima duda de que sí, eliminar al castrismo está en la agenda de Washington… y eso asusta a cualquiera que estuviese pensando en negociar con la finca de Raúl Castro.

Estados Unidos tendrá otras prioridades geoestratégicas, sí, pero ni contra los narcoterroristas de Caracas, ni contra el eslavoterrorista del Kremlin, ni contra China, Panamá, Dinamarca o cualquier otra de las líneas de política exterior anunciadas se hizo nada en las primeras horas de mandato. Fue contra el castroterrorismo contra quien se movió la nueva presidencia nada más poner pie en la oficina oval.

Guerra avisada no mata soldados. ¿Qué europeo arriesgará su visa a Estados Unidos por vacacionar en Varadero pudiendo hacerlo en Punta Cana? ¿Qué barco aceptará fletes, o qué banco hará transacciones arriesgando multas?

Y si mientras gobernó Biden algunos pudieron considerar que el riesgo era tenue por una administración menos dada a aplicar el garrote, o podían especular que Trump llegaría «entretenido» con otros asuntos más candentes, ahora está claro que Cuba sí está en el punto rojo del colimador de la actual administración, y las bajas colaterales nunca han sido un freno cuando Washington decide eliminar terroristas.

Puede que haya algunos idiotas queriendo invertir en un país cuyo Gobierno lleva 65 años camelando socios políticos y económicos y estafando cíclicamente a su propio pueblo, un Gobierno que considera la deuda como algo maligno que solo se honra cuando no queda más remedio, un régimen dictatorial que metódicamente destruyó el mercado interno —para mantener al pueblo dependiente del Estado— y la infraestructura imprescindible para exportar y, sobre todo, un grupo criminal que aun viendo los estragos que en su —de suyo— pueblo causa la política confrontativa con Estados Unidos, desde la altura de sus panzas y lujos le llaman al terror que en el pueblo infunden «resistencia creativa»… ¡O resistes o prisión! ¡Socialismo o muerte!

Habrá algunos inversores idiotas, pero después de lo que hemos visto estos días habría que ser suicida para responderle el teléfono a Diaz Canel. ¿Cuántos inversores kamikazes hay?

«Tardarán meses en revertir las medidas, si no años»… «La última vez Trump no hizo nada contra Cuba —en realidad es contra el castrismo— hasta el final de su mandato». Con tales mensajes los voceros del crimen intentaban consolidar expectativas halagüeñas para el régimen castrista, pero visto lo visto, el tiro les ha salido por la culata, y ahora no solo siguen en la lista de la que nunca debieron salir, sino que todo el mundo está avisado de que el ojo del águila está vigilante.

¡Cuánto se criticó el regalo que en nombre de la democracia más antigua del planeta Biden le estaba haciendo a la dictadura más rancia de Occidente! Pero, ¿desconocían Biden y sus asesores que Trump y Rubio cancelarían su tan tardía orden ejecutiva nada más posicionarse, respectivamente, en la Casa Blanca y el edificio Truman?

Es difícil creer que Biden y asesores no supieran que sacar a Cuba de la lista daría el pie forzado para que Trump y Rubio entonaran su décima titulada «Al castrismo, ni un tantico así», levantado un revuelo mediático que dejaría al régimen cubano en peor posición. A toro pasado parece que el «regalo» de Biden traía peores intenciones que la manzana de la madrastra de Blancanieves.

Ahora se puede o no estar de acuerdo con la política del garrote de Trump-Rubio, pero el único responsable del pueblo cubano es su Gobierno —elegido o no—, que puede decidir si mantendrá la confrontación con Estados Unidos, si mantendrá su sistema totalitario, si mantendrá alianzas activas con los enemigos de las democracias occidentales, si mantendrá como rehenes a miles de presos políticos, si mantendrá un sistema económico demostradamente disfuncional… Es decir, está en manos del castrismo que Cuba salga de la lista de países patrocinadores del terrorismo e incluso el fin del embargo.

Trump es un negociador demostrado, que se sentó hasta con el sinvergüenza que heredó Corea del Norte, y negociaría con Díaz-Canel si el castrismo quisiera llegar a compromisos, como antes negociaron y cedieron China, Vietnam, Venezuela, Irán o Rusia. La cosa es que, desde cómodas mansiones capitalistas donde no faltan lujos, tranquilamente sojuzgando a 11 millones de almas, y mantenidos por miles de millones remesados por cubanos emigrados, ¿qué van a negociar los castristas que tan rico viven?

 

 

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