Ricardo Dudda: El cuñadismo trumpista
«Trump 2.0 es una combinación del solucionismo tecnológico de Musk (la democracia de los ingenieros) y el cuñadismo tecnócrata-oligarca de Trump»
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
En 1992, el empresario estadounidense Ross Perot se presentó a las elecciones en una candidatura independiente. En una columna en The Nation, Christopher Hitchens (que creo que fue mucho más interesante en los noventa que en los dos mil, cuando se volvió una especie de caricatura del ateo y llegó a apoyar la guerra de Irak), escribió: «¿De dónde ha sacado todo el mundo la descerebrada opinión de que los superricos son demasiado ricos para robar? ¡Qué ingenuidad! […] Nadie es más codicioso y avaricioso que los que tienen demasiado. [Los partidarios de Perot] quieren una revolución que no les duela. Tienen la autocompasión de los autocomplacientes. No tienen noción de la autocrítica. […] Se podría llamar a esto el elitismo de los tontos. El súmmum de esta insensatez se encuentra en el propio Perot: un hombre que grita con orgullo y sin originalidad que Estados Unidos debería ser dirigido como una empresa privada sin tener el ingenio de darse cuenta de que, como atestigua su propia mediocre carrera, ya está dirigido como tal».
Aunque estamos ahora en la era Trump 2.0, todavía circulan muchos argumentos de la era Trump 1.0: uno de ellos, siempre presente en todas las épocas y especialmente en las épocas populistas, es que es mejor un empresario que un político, y que un país hay que dirigirlo como una empresa (no se especifica qué tipo de empresa, si como una mercería, una petrolera o un negocio de alquiler de patinetes eléctricos). Y si es rico, mejor: no se mete en política por el dinero.
«El presidente del país más poderoso del mundo, reserva global de divisas, crea una moneda con un único objetivo especulativo»
Esa idea la sostuvo incluso un líder de la mafia de Nueva York, Salvatore Sammy the Bull Gravano, que dijo que intentó en diversas ocasiones sobornarle y no pudo. Y añadió que el «beneficio personal» es el último de los intereses de Trump. ¿Cuál fue una de las primeras medidas (que no es una medida) de Trump al llegar al poder? Crear una criptomoneda con su nombre, que alcanzó un valor de mercado de 10.000 millones de dólares en tres días. El presidente del país más poderoso del mundo, reserva global de divisas, crea una moneda con un único objetivo especulativo. ¡Qué mejor soporte para tu monedita de juguete que la Reserva Federal!
La lógica de que los empresarios lo hacen mejor tiene una nueva variable en la era Trump 2.0.
Sus cronies están también dispuestos a arriesgar lo que sea por arreglar el país, dicen sus fans. Elon Musk, que ha empezado a dirigir un departamento gubernamental cuyo objetivo es, supuestamente, reducir la grasa y la burocracia estatal estadounidense (el objetivo más importante es la purga de indeseables ideológicos), perdió miles de millones de dólares al comprar Twitter, y lo hizo, según dicen él y sus fans, para sanear la opinión pública global. Ahora busca trasladar esa lógica «purificadora» al Estado estadounidense. Y luego, al mundo en general: su intervencionismo en asuntos políticos de Italia, Alemania o Reino Unido es muy explícito.
En un interesante artículo sobre Musk, el historiador Quinn Slobodian habla del «solucionismo» del magnate: «Todos los problemas perversos tienen una solución tecnológica. Nada, desde el cambio climático hasta la desigualdad social, requiere la mediación de procesos consultivos públicos. Todo tiene un remedio de diseño. En estas dos primeras proposiciones, Musk se sitúa en el mundo de sus camaradas de Silicon Valley y su adopción de lo que el crítico tecnológico Evgeny Morozov denominó ‘solucionismo’». Trump 2.0 es una combinación del solucionismo tecnológico de Musk (la democracia de los ingenieros) y el cuñadismo tecnócrata-oligarca de Trump, que ya estaba inventado con Ross Perot: el millonario desinteresado y altruista que está dispuesto a perder dinero para salvar su país.