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Una cita con…Albert Camus y su maestro

fot_2949_grAlbert Camus ganó el Premio Nobel de literatura en 1957 y, entre los agradecimientos que dio, uno muy especial fue a Louis Germain, que había sido su maestro en primaria. 

Louis Germain fue un maestro muy especial: no sólo animó al joven pupilo a que continuara a la escuela secundaria, sino que también le ayudó a preparar el examen de ingreso e incluso convenció a su abuela -que quería que fuese aprendiz de algún comerciante local- para que le dejase seguir sus estudios. El día del examen, lo acompañó, e hizo un gran esfuerzo para que consiguiera una beca.

Jean Daniel, periodista y compañero de Camus, y uno de esos amigos que se prueban no solo en los encuentros y coincidencias, sino especialmente en los desencuentros y diferencias, afirma en su libro ‘Camus: a contracorriente» lo siguiente: ‘El propio Camus, por más precoz que fuera en cuanto a la conciencia de su destino, evocó siempre a sus maestros e ídolos con una gratitud imbuida de evidente humildad». 

Pocas veces se puede transmitir, como en la carta de Camus que compartimos, un sentimiento tan profundo y tan sencillo, el agradecimiento en su estado más puro. No se agradece algo material, sino lo más importante: haber encendido la llama del saber a un niño pobre de solemnidad, sin otro futuro previsible que repetir la vida de carencias y necesidades que habían vivido sus mayores. 

Nacido en Argelia, en el seno de una humilde familia de colonos franceses (en palabras de Camus, «que carecía de todo pero no envidiaba nada»), con una madre analfabeta y casi sordomuda, y un padre que no llegó a conocer al morir en la Primera Guerra Mundial, Camus no olvidó los esfuerzos de su profesor. Y los agradeció en el momento en que el mundo le reconocía su arte. Por unos momentos, en unas breves líneas, el niño volvió a ver a su maestro más querido:

París, 19 de noviembre de 1957

Querido señor Germain:

Esperé a que se apagara un poco el ruido de todos estos días antes de hablarle de todo corazón. He recibido un honor demasiado grande, que no he buscado ni pedido. Pero cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y después en usted. Sin usted, sin la mano afectuosa que tendió al niño pobre que era yo, sin su enseñanza no hubiese sucedido nada de esto. No es que dé demasiada importancia a un honor de este tipo. Pero ofrece por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí, y de corroborarle que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso en ello continúan siempre vivos en uno de sus pequeños escolares, que, pese a los años, no ha dejado de ser un alumno agradecido.

Lo abrazo con todas mis fuerzas,

Albert Camus

 

¿Y el maestro qué le respondió?

Es fácil imaginar la enorme satisfacción del profesor Germain al recibir la carta de su querido alumno, «su pequeño Camus», reconociendo sus esfuerzos y enseñanzas. Por ello, le contestó de forma igualmente sincera y emotiva:

Mi pequeño Albert:

He recibido, enviado por ti, el libro «Camus», que ha tenido a bien dedicarme su autor, el señor J.-Cl.Brisville.

Soy incapaz de expresar la alegría que me has dado con la gentileza de tu gesto ni sé cómo agradecértelo. Si fuera posible, abrazaría muy fuerte al mocetón en que te has convertido y que seguirá siendo para mí «mi pequeño Camus».

Todavía no he leído la obra, salvo las primeras páginas. ¿Quién es Camus? Tengo la impresión de que los que tratan de penetrar en tu personalidad no lo consiguen. Siempre has mostrado un pudor instintivo ante la idea de descubrir tu naturaleza, tus sentimientos. Cuando mejor lo consigues es cuando eres simple, directo. ¡Y ahora, bueno! Esas impresiones me las dabas en clase. El pedagogo que quiere desempeñar concienzudamente su oficio no descuida ninguna ocasión para conocer a sus alumnos, sus hijos, y éstas se presentan constantemente. Una respuesta, un gesto, una mirada, son ampliamente reveladores. Creo conocer bien al simpático hombrecito que eras y el niño, muy a menudo, contiene en germen al hombre que llegará a ser. El placer de estar en clase resplandecía en toda tu persona. Tu cara expresaba optimismo. […]

He visto la lista en constante aumento de las obras que te están dedicadas o que hablan de ti. Y es para mí una satisfacción muy grande comprobar que tu celebridad (es la pura verdad) no se te ha subido a la cabeza. Sigues siendo Camus: bravo. […]

Hace ya bastante tiempo que no nos vemos.

Antes de terminar, quiero decirte cuánto me hacen sufrir, como maestro laico que soy, los proyectos amenazadores que se urden contra nuestra escuela. Creo haber respetado, durante toda mi carrera, lo más sagrado que hay en el niño: el derecho a buscar su verdad. Os he amado a todos y creo haber hecho todo lo posible por no manifestar mis ideas y no pesar sobre vuestras jóvenes inteligencias.  […]

Recuerda que, aunque no escriba, pienso con frecuencia en todos vosotros. Mi señora y yo os abrazamos fuertemente a los cuatro. Afectuosamente vuestro.

Louis Germain

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