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El hombre y sus circunstancias

   

 

El filósofo y ensayista José Ortega y Gasset, en su obra Meditaciones del Quijote, escribió: «Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo».  Con esta cita del respetado pensador, busco comprender la difícil situación actual de nuestra Venezuela. Es esencial examinar que la persona humana tiene dos elementos fundamentales: su propia dimensión y el mundo, el entorno y el tiempo en el que vive; estos moldean y determinan su comportamiento. En ese comportamiento, los principios y valores (o antivalores) de la persona constituyen un pilar que guía sus pasos en medio de esas diversas circunstancias históricas, políticas, religiosas y económicas.

Los venezolanos hemos arribado a una situación de “autoritarismo cerrado”, para usar la expresión del reciente comunicado de la Conferencia Episcopal Venezolana, una dictadura total y descarnada que nos impide ejercer la ciudadanía.  El hecho de que se convoque a un nuevo evento electoral el próximo 25 de mayo, para elegir una nueva Asamblea Nacional, y adicionalmente, a los gobernadores de estado, no significa en absoluto que existan condiciones mínimas para la participación. Hoy en día, la situación política es mucho más grave que hace un año, cuando, desafiando la brutal arbitrariedad, nos organizamos y participamos en la elección presidencial. 

Recordemos que la cúpula usurpadora lanzó contra la ciudadanía organizada, después del 28 de julio del 2024, la más brutal represión de la que tengamos memoria en un siglo. Jamás habíamos llegado a tener cerca de 3.000 presos, 5.000 perseguidos huyendo de sus hogares, más de 25 asesinatos frente a centros de votación o en las calles por exigir que se respetara el voto emitido en las urnas. 

La camarilla roja ha anunciado que solo podrán participar quienes reconozcan que Maduro es un presidente legítimo y legal. Esto equivale a decir que no hubo fraude y que el dictador ganó limpiamente las elecciones.  Eso nos impide a la inmensa mayoría de los ciudadanos ejercer la política y, por lo tanto, acudir a un evento de esa naturaleza.

Sin embargo, hay dirigentes, ciudadanos y sectores sociales que producto de circunstancias locales, de situaciones personales o familiares, creencias particulares o compromisos contraídos, consideran pertinente participar, ser candidatos, apoyar y votar en ese evento.

Ante estas circunstancias un buen amigo me interpela con la siguiente interrogante: ¿y qué ganamos con la abstención?  Le doy una primera respuesta con otra pregunta: ¿y qué ganamos con la participación? 

¿Será que si participamos y ganamos la mayoría parlamentaria el dictador esta vez si la aceptará y se someterá a su control político y constitucional? ¿Será que no utilizará nuevamente la sala electoral para suspender diputados elegidos o no convocará otra ilegal Asamblea Constituyente? ¿Será que no terminará cerrándola como lo hizo con la elegida en diciembre del 2.015? ¿Será que acatarán el mandato ciudadano y no cambiaran los resultados de las gobernaciones como ocurrió el 15 de octubre del 2017 en el Estado Bolívar cuando burlaron el triunfo de Andrés Velázquez?

La abstención o la participación, en tiempos de dictadura, no es una cuestión dogmática. Es un problema táctico en el marco de una estrategia.  Luego de habernos robado la elección presidencial y de habernos sometido a la despiadada represión descrita ¿cómo podemos participar? 

Nuestra dirigencia fundamental está en la cárcel, en la clandestinidad o en el exilio. Más de 10.000 ciudadanos con los que organizamos la estructura electoral están presos, judicializados u hostigados. ¿Como les garantizamos su libertad e integridad si aceptasen regresar a ser testigos o miembros de una mesa de votación? 

Nuestros movimientos políticos están ilegalizados, nuestros partidos conocidos están secuestrados por la dictadura con agentes obedientes a sus instrucciones. Aquí solo hay “tarjetas” (partidos) para quienes se sometan al sistema fraudulento establecido. Si osan cuestionarlo, de inmediato se les suspende su reconocimiento o validez. ¿Cómo se puede participar así? 

A todo lo anterior se suma la ausencia de seguridad en los procesos constitutivos del evento electoral, por ejemplo, el REP, la ingeniería y el cronograma electoral. 

A la pregunta qué ganamos con la abstención le vendría bien una segunda respuesta: ganamos dignidad, ganamos protección y ganamos recuperación.  Dignidad porque, de forma pacífica, repudiamos el ultraje cometido, y no le damos nuestro concurso a la simulación con la que pretenden decir que hay elecciones y democracia en nuestro país. Ganamos protección porque, luego de esta brutal arremetida, no exponemos a una nueva ola represiva a nuestros cuadros en todo el país, como tampoco a los escasos ciudadanos que puedan auxiliarnos materialmente.  Y ganamos recuperación porque, después de la ola de terror y persecución que nos han lanzado, debemos recuperar nuestras fuerzas afectadas espiritual, psicológica y materialmente.  La dictadura lanza de inmediato esa convocatoria porque sabe que su plan terrorista contra la sociedad democrática ha causado daños severos y quiere aprovechar esa situación para hacer la simulación.

Con sus ya conocidos agentes mercenarios y colaboradores, debidamente financiados y protegidos desde el poder, montan el evento para seguir controlando esas estructuras de poder, cuya verdadera base de sustentación son el fraude y las armas.  

Nuestra línea es la resistencia pacífica hasta que la situación del país, la naturaleza del régimen, la resiliencia ciudadana y el contexto internacional generen las condiciones para lograr el regreso de la democracia. 

 

 

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