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Fernando Savater: Gene Hackman, una presencia imborrable

«Gene Hackman es uno de esos pocos actores cuya presencia justifica volver a ver una peli que ya hemos visto mil veces… ¡y que quizá ni siquiera nos gusta demasiado!»

Gene Hackman, una presencia imborrable

   Gene Hackman y su mujer Betsy Arakawa en los Premios Oscar de 1993. | Gtres

 

Alo largo del trayecto de la vida no sólo importan los amigos con los que nos hemos cruzado en el camino, física y personalmente, sino también todas esas otras amistades que hemos hecho por medio de las artes. Para mí, que soy antes que nada un lector, esos amigos VIP me han llegado principalmente a través de los libros y algunos de ellos son más importantes que nadie para mí: saber que siempre me acompañarán Borges, Spinoza o Conan Doyle es una modesta pero suficiente promesa de que mi vida nunca estará del todo vacía, pese a sus cada vez mayores carencias. Y añado a esa distinguida brigada de emergencia a la que recurrir cuando lo demás falla a Rafael Sanzio por allí o a Jose Alfredo Jiménez por allá, a Miguel Ángel y a Chopin, a… Pero disculpen, esta enumeración es superflua, cada alma ya conoce a sus parientes y no pretendo sustituir a los de ustedes, resignados lectores míos, por mi propia selección. Sólo me permito animarles a que los cultiven y no se dejen invadir por influencers de medio pelo.

Pero también quiero ahora recordarles nuestros amigos del séptimo arte, los que nos ha traído el cine. Por la fuerza del hechizo audiovisual, podemos tener por figuras de la pantalla un tipo de simpatías o cariños que ni siquiera la literatura logra darnos. Considero inevitable que un lector sensible se enamore del alma de Emily Dickinson, pero Marilyn Monroe puede embelesarnos de otro modo (y a James Ellroy que le den). Nuestros amigos y amigas cinematográficos nos capturan de un modo especial, que antes del cine nunca se conoció y que quizá a fuerza de series y de manipulaciones de IA acaben por perderse. No lo sé, espero que no, no sobran apoyos para el temblor esencial de nuestra vida.

Ha muerto Gene Hackman, al que yo tengo por amigo. Desde hace veinte años sabía que por elección suya nunca volvería a verle en una nueva película, aunque también sé que no dejaré de verle en todas las que fraguaron mi amistad. ¿Qué es un amigo cinematográfico? Aquel que justifica por su sola presencia que volvamos a ver una película de la que es protagonista, aunque de sobra sepamos que tal producto es mediocre. Cuando Edgar G. Robinson, Peter Cushing, Gene Tierney, Audrey Hepburn, Spencer Tracy… figuran en el reparto, ¿cómo negarnos a volver a ver el film que nos sabemos de memoria? Gene Hackman es uno de esos pocos actores cuya presencia justifica volver a ver una peli que ya hemos visto mil veces… ¡y que quizá ni siquiera nos gusta demasiado! Los japoneses nos han enseñado a paladear el sabor umami, del que sólo sabemos que es indescriptible y adictivo. Pues bien, la presencia de Gene Hackman en pantalla es umami para el espectador, nos deleita sin cansarnos. Estos días de despedida muchos aficionados repasan sus mejores películas, que felizmente son muchas y de corte muy variable. A pesar de un físico más bien adusto y grandullón, que puede hacerse amenazador sin aparente esfuerzo, Hackman es un actor cómico de primera categoría. Ahí están para demostrarlo sus divertidas caracterizaciones como el disparatado villano Lex Luthor, pero para mí sobre todo su aparición minúscula como el involuntariamente peligroso cieguito que pone a prueba la paciencia de la criatura en El jovencito Frankenstein. Puro umami…

«¿Qué es un amigo cinematográfico? Aquel que justifica por su sola presencia que volvamos a ver una película de la que es protagonista, aunque de sobra sepamos que tal producto es mediocre»

 

Siempre que pienso en él, desde hace años para echarle de menos, lo primero que recuerdo es Arde Missisipi, una variante de Harry el Sucio entre racistas cuya rudeza se hace simpática fotograma tras fotograma.  Pero en el habitual repaso de sus grandes logros (La conversaciónFrench ConectionSin perdón…) que leo no veo aparecer una de mis interpretaciones preferidas: Al cruzar el límite (Extreme measures, dirigida en 1996 por Michel Apted) en la que compartió protagonismo con Hugh Grant. Una tensa e intrigante película que se pregunta y muy bien por hasta dónde puede llegarse demasiado lejos en el plano de la experimentación científica con seres humanos. Gene Hackman interpreta con su habitual solvencia a un doctor que cree que todo atropello está justificado si se supone que hace avanzar una ciencia que es mas bien manipulación al servicio de su soberbia. A final, moribundo, descubre la palabra mas importante del verdadero progreso humano: «¡Ayúdame!». Grande, muy grande Gene Hackman. Y viva el cine, carajo…

 

 

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