Luis Antonio de Villena: Buscando el centro desesperadamente
«El triunfo mayor de la Transición fue el reunir a una muy amplía mayoría de españoles, hacia la izquierda o la derecha, en un espacio de entendimiento»

Feijóo y Sánchez. | Ilustración de Alejandra Svriz
Hay algunos muy obstinados en negar el concepto de «tercera España», como si se tratase de algo para ingenuos o para huidizos que se niegan a afrontar la verdad dual del país. La tercera España no existe, dicen. Es un puro invento, y poco más. Puestos así, existir solo existe una España, y todas las demás que se enumeren son construcciones mentales sobre la historia, el gobierno y el futuro del país. La «primera España» (la delz Imperio y su anhelo o falta, la católica, la de los valores más o menos marcados de la tradición) ha sido la España efectiva durante siglos, y de ese dominio surge la «segunda España», la que se opone a la primera y la que ya a mediados del XIX y adelante, será la España liberal, rebelde, distinta, laica, libre y al fin, revolucionaria.
La triste Guerra Civil nos sitúa ahí. Y tal parece que allí nos hemos quedado con unos cuantos matices añadidos y, a día de hoy, en la malsana división, con el frentismo en que vivimos. Pero la «primera España» no solo era el franquismo ni los aspectos más duros o cerrados de la ultraderecha. Y la «segunda España» no es solo ese orbe hoy tan anticuado y falto de autocrítica de quienes defienden revoluciones fracasadas o creen -con verdad- en el cambio y la libertad omnímoda. Entre ambos bloques hay mucha gente y muchos matices. La Ilustración del XVIII quería reformar a la España cerrada, «eterna», pero no buscaba la Revolución. Muchos celebraron con entusiasmo sano el advenimiento de la República burguesa de 1931, pero no pocos comenzaron a ver (no repetiré el «no es esto, no es esto» de Ortega) que, ciertamente en una Europa enfrentada y convulsa, España se iba dividiendo y separando en bandos que no aprobaban del todo. Especialmente desde el frentepopulismo de febrero del 36.
Por eso, cuando llega, horripilante, la catástrofe, bastantes no saben dónde colocarse, descreen o detestan el orbe franquista o falangista, son fieles a la idea -o ideal- republicano, pero ven con temor y tragedia, el crecimiento de una cada vez más posible República soviética liderada por los comunistas (que lucharon y derrotaron a los anarquistas) dejando al presidente Manuel Azaña en un respetado figurón, que al final representaba, pero no mandaba. Por ello, republicanos de la primera hora (Marañón, Ortega, Pérez de Ayala) se van de España, como harán otros republicanos descontentos e infelices con ambos bandos, desde Juan Ramón Jiménez a Luis Cernuda, pasando por Chaves Nogales, Rosa Chacel o María Zambrano. Siempre se consideraron republicanos y antifranquistas, pero lejos de extremos.
Buscaban (buscamos) un país situado en un centro izquierda o derecha, plural, abierto, sensato y un país -en sus partidos, su bienestar general, su industria, riqueza o progreso- que funcione y avance. Ese era el ideal de los que desdeñaban el frentismo, las Españas a garrotazos, ideal que compartía mucha burguesía que podría decirse conservadora, pero con moderación y respeto. Creo -hablando desde hoy- que el triunfo mayor de la Transición, que indudablemente tuvo sus fallos, fue el reunir a una muy amplía mayoría de españoles, hacia la izquierda o la derecha, en un espacio central de entendimiento, y de superación de las malas páginas pasadas, lo que en ningún caso significa olvido. Pese a muchos sobresaltos, ese básico “tono político” se mantuvo hasta el segundo mandato de Zapatero, él mismo tan irreconocible ahora mismo. Todo el ámbito que no es -colores tópicos- ni rojo ni azul, eso es mentalmente la tercera España. ¿Dónde ha quedado todo ello?
«El triunfo mayor de la Transición fue el reunir a una muy amplía mayoría de españoles, hacia la izquierda o la derecha, en un espacio central de entendimiento»
Soy y he sido afecto a la socialdemocracia -el mejor logro real de la Europa del siglo XX- pero el PSOE que hoy gobierna, entre a veces insólitos compañeros de viaje, no es eso. ¿Y cuál es la ideología de Sánchez? Ninguna. La supervivencia de sí mismo, a cualquier precio. Por eso el llamado «sanchismo» ni es ni puede ser una ideología, es la actitud, el «modus operandi» de un individuo o de un grupo. ¿Dónde está el centro-izquierda que puede dar la mano al centro derecha? Lo busco, solo encuentro fragmentos o retales. Me ha extrañado que la muy españolista Vox se sienta encantada con un barbarote como Trump, incluso olvidando nuestra historia. Trump respetará, aunque en supremacía, a Gran Bretaña, porque sabe de dónde viene y EEUU, en varios modos, ha heredado el poder británico, ya muy decrecido. Pero los de Abascal no debieran olvidar el odio o la enemistad del orbe anglosajón contra España, su Imperio o hasta su idioma, porque está muy dentro de los USA. En Trump nunca vamos a tener amigo (incluso sin Sánchez) porque Trump, además, quiere convertir a Europa en sierva. Para megalomanía sus imágenes de la Gaza-Riviera hasta con su estatua de oro. O nos ceñimos bien a la renovada construcción europea o no nos irá. Sí, añorada tercera España, voz del centro, lo más europeo de nuestra realidad.