Peter Mair y la madre de mi amiga
La madre de una amiga, preocupada la mujer por vivir en un país sin Gobierno dos meses después de votar en las elecciones, llamó contenta el otro día.
– «Por fin tenemos presidente. He visto en la tele que Pedro ha firmado un acuerdo con Rivera para gobernar. ¿Qué te parece?».
– «El acuerdo bien. Pero Pedro no será presidente, ni hay Gobierno a la vista. PSOE y Ciudadanos no tienen diputados suficientes».
– «Qué chasco. He visto a los dos tan serios firmando su programa».
La cocinera del restaurante donde comemos los viernes sale, expectante, para ver si nosotros, que somos periodistas, podemos aclararle qué pasará en España.
– «¿Tú qué dices? ¿Habrá Gobierno?».
– «No veo Gobierno posible. No se dan las condiciones. Lo más seguro es que tengas que volver a ir a votar en junio».
Pone cara de extrañeza cuando le digo que nadie está preparado para gestionar un Parlamento tan endemoniado.
El vecino de la escalera me pregunta qué va a pasar. Imagina él que yo puedo estar en el secreto.
– «No hay secreto. Sólo hay dos posibilidades: gran coalición o Gobierno PSOE-Podemos. A Pedro su partido no le deja negociar con Podemos. El PP no puede permitir que gobierne Sánchez porque Rajoy ha ganado las elecciones. Y el PSOE no puede permitir que gobierne Rajoy porque tiene miedo a que Podemos se lo coma».
– «Pues a lo mejor les mandamos a todos la mierda», concluye mi vecino.
A lo mejor. Me sumerjo en la lectura del libro póstumo de Peter Mair, uno de los estudiosos más respetados e idolatrados de la Ciencia Política. Se titula ‘Gobernando el vacío. La banalización de la democracia occidental’. Y dice así. «Aunque los partidos permanecen, se han desconectado hasta tal punto de la sociedad en general y están empeñados en una competición tan carente de significado que ya no parecen capaces de ser el soporte de la democracia en su forma presente. Los ciudadanos se retiran a su vida privada o a formas de representación más especializadas, mientras que los líderes de los partidos se retiran a las instituciones. Los partidos se vuelven cada vez más débiles y la democracia cada vez es más pobre». Se lo tengo que recomendar al próximo que me pregunte.