Dictadura

El antisanchismo no es un proyecto

Es el momento de dejar claro, de una vez por todas, que no habrá un gobierno de coalición con Vox

Así ha sido el primer saludo de Sánchez y Trump

 

 

No se puede construir sobre un negativo. Para saber lo que está mal primero debemos saber lo que está bien y por qué. Precisamente ahí es donde falla la derecha, que cree que el antisanchismo es una cosmovisión, cuando solo es un burladero. «No queremos a Sánchez». Perfecto. Pero, ¿qué es lo que queremos en su lugar? ¿Qué es aquello en lo que creemos que vemos en riesgo con Sánchez? En este punto ya se bajarán unos cuantos, aquellos en cuyas cabezas resuena el ‘¡Abajo la inteligencia! ¡Viva la muerte!’ de Millán-Astray, con su antiintelectualismo, su desprecio por la razón y su obediencia ciega al caudillo que toque.

Pero no vale. Esto no va de derecha contra izquierda y mucho menos de PSOE contra PP. Ya estamos en otra fase y la pregunta pertinente es si seguimos creyendo o no en los principios liberales que rigen nuestra Constitución. En este punto es necesario recordar que, con todos los matices posibles, la política lleva desde el XIX orbitando alrededor de la misma tensión: liberales contra iliberales. En el siglo XIX, la pugna era clara: los liberales defienden la soberanía nacional, las constituciones, los derechos individuales y el parlamentarismo frente a los iliberales, defensores de la Monarquía como fuente de soberanía, del orden tradicional y de la religión como pilar del Estado. A lo largo del siglo XX los nombres cambian, pero el fondo es el mismo: democracia liberal frente a fascismo y comunismo; Estado de derecho frente a Estado totalitario y libertad de expresión frente a censura y control ideológico. Y en el XXI la dicotomía sigue vigente: liberalismo democrático vs. populismo autoritario; defensa de las instituciones y de la división de poderes vs. líderes mesiánicos y nacionalismos identitarios y economía de mercado vs. intervencionismo extremo. Como ven, si no nos gusta Sánchez es porque pone en peligro la arquitectura liberal en la que se basa nuestro Estado y aquello que llamamos Occidente, que no es un lugar en el mundo sino una manera de comprenderlo basada en los derechos humanos, en la libertad individual, en la separación de poderes y en la primacía de la razón sobre el dogma. Pero resulta que, por este motivo, no nos gustan Vox, Orbán, Putin ni Trump: intervencionismo, nacionalismo identitario, liderazgos mesiánicos, populismo autoritario y control ideológico.

Si Feijóo quiere una mayoría suficiente debe comprender que no basta con los votos de los que quieren acabar con Sánchez: necesita a aquellos que quieren acabar, a la vez, con el resto de pulsiones iliberales. Eso es incompatible con la extrema derecha. Como dijo ayer Camacho, es el momento de dejar claro, de una vez, que no habrá un gobierno de coalición con Vox. Al menos hasta que abracen la Constitución, los principios de la democracia liberal y abandonen su sumisión a potencias extranjeras y a ese ‘sanchismo de derechas’ que proponen. Mientras Feijóo no verbalice esto, no solo no ganará votos, sino que seguirá perdiéndolos. Cierren el silogismo ustedes.

 

 

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