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Joseba Louzao: El espejo portugués

«Habitualmente prestamos poca atención a nuestros vecinos. Se merecen más por nuestra parte. Todos sus problemas nos son demasiados familiares»

El espejo portugués
Pedro Sánchez y Luis Montenegro en la XXXV Cumbre Hispano-Lusa | Alberto Díaz (Europa Press)

Esta semana nos ha sorprendido la derrota parlamentaria del primer ministro portuguésLuís Montenegro se sometió el miércoles a una moción de confianza. No llevaba ni un año en el cargo, pero ha sido tumbado por las noticias sobre un posible conflicto de interés relacionado con una empresa familiar. Esta empresa habría recibido pagos de una compañía para la que había trabajado antes. Hace unas semanas, la extrema derecha de Chega pidió una moción de censura. Sin embargo, el resto de la Asamblea no la apoyó debido al cordón sanitario vigente. Eso sí, la izquierda portuguesa le exigió explicaciones y transparencia.

Montenegro alegó desde el principio que no había cometido ningún delito. Puede que fuera así; sin embargo, las encuestas demuestran que no ha convencido a los portugueses. La disputa es ahora ética, no penal. La polémica ha ido caldeando el ambiente y, por ese motivo, se arriesgó a convocar una moción de confianza que ha perdido. El presidente Marcelo Rebelo de Sousa ya ha disuelto la Asamblea. La ciudadanía portuguesa tendrá que votar el próximo 18 de mayo. Para muchos de nuestros vecinos, es evidente que el país tiene un problema con su élite política y la corrupción. No podemos olvidar que Montenegro llegó al poder tras unas elecciones anticipadas por la dimisión de António Costa por una investigación judicial y otro exprimer ministro socialista, José Sócrates, también está esperando juicio por blanqueo de capitales.

Resulta curioso que, tan acostumbrados como estamos a mirar hacia cualquier país europeo para ganar los debates patrios, no haya demasiadas argumentaciones que usen lo sucedido en Portugal como ejemplo. Al leer a los columnistas portugueses, se escuchan soniquetes parecidos a los nuestros. Allí son análisis sosegados, aquí infamias de la fachoesfera. Una breve revisión de prensa nos puede servir de espejo. Varios señalan que no es solo una crisis política, sino un síntoma de la fragilidad institucional, que además se ha vuelto crónica. Hasta hay quien comienza a pensar en las bondades del presidencialismo para evitar la inestabilidad reinante.

«Los sospechosos habituales, que vuelven la mirada hacia Europa constantemente, hoy no quieren sacar lecciones del momento portugués. Si lo hicieran, descubrirían un evidente autorretrato al óleo»

Podemos extraer frases que, sin pretenderlo, describen nuestro contexto. Por ejemplo, Hélder Verdade Fontes en Público ha puesto el acento en «la ética republicana» que exige «mucho más que el mero cumplimiento de las reglas y formalidades legales». Daniel Oliveira avisaba en Expresso que «si no se convierte en un cadáver político, Montenegro será una bomba de tiempo. No por lo que hace, por lo que controla, sino por lo que ya ha hecho. El voto no puede purificarlo, como Trump cree que puede hacerlo. La ética no puede ser sometida a plebiscito». La última frase bien merece ser escrita en mármol y utilizada en futuras columnas.

Bruna Santos destacaba – también en Público– que «no estamos ante una clase política dedicada al bien común, sino ante políticos que se niegan sistemáticamente a dialogar con las fuerzas de la oposición, elegidas – para asombro nuestro – para representar a una parte significativa de los portugueses, y que muestran un preocupante desprecio por los fundamentos del sistema democrático». Rui Tavares en Expresso era tajante con el caído y no lograba entender cómo quería ajustar al país «a la lógica de su interés personal». Esto coincide bien con la advertencia de António Capinha en Diário de Noticias, «para ejercer funciones de Estado es necesario que los protagonistas separen, de manera categórica y sin lugar a dudas, lo privado de lo público». Y no me resisto terminar este breve repaso con lo escrito por Pedro Tadeu en Diário de Noticias: «La sustitución de un primer ministro por falta de ética, aunque sea justa, no resuelve los problemas de la gobernanza del país ni los problemas de los ciudadanos». Un aviso para quienes confían aún en el pensamiento mágico.

Habitualmente prestamos poca atención a nuestros vecinos. Se merecen más por nuestra parte. Todos sus problemas nos son demasiados familiares. Quizá por esa misma razón los sospechosos habituales, que vuelven la mirada hacia Europa constantemente, hoy no quieren sacar lecciones del momento portugués. Si lo hicieran, descubrirían un evidente autorretrato al óleo. Que podamos copiar estos análisis cambiando de país y protagonistas nos demuestra que el rey está desnudo.

 

Historiador especializado en el mundo contemporáneo y profesor universitario. Bilbao, 1983.

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