Villasmil: Elecciones y lecciones de la OEA
Acaba de ser electo el nuevo secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Albert Radim, de Surinam, quien sustituirá a Luis Almagro, a quien todos los demócratas en América Latina -cada día somos menos- le agradecemos un ejercicio del cargo centrado en la defensa de los derechos humanos y la libertad. Su mandato duró una década (dos periodos), durante los cuales apoyó la lucha por la democracia en Venezuela con firmeza y decisión.
El nuevo SSGG, Radim, diplomático de carrera, al final no tuvo candidatura rival.
El ganador aseguró el triunfo al sumar catorce votos duros del llamado Caricom (la Comunidad del Caribe, fundada en 1973) más los votos de gobiernos socialistas como Chile, Colombia, Brasil, Bolivia, Uruguay y México. Incluso Ecuador lo apoyó. Será la primera vez que un representante de un país caribeño dirigirá a la OEA.
Radim no es desconocido en los pasillos de la organización. Fue secretario general adjunto durante la gestión del chileno José Miguel Insulza, electo en 2005 luego de un muy complicado y accidentado proceso de elección. Insulza asumió como secretario general de la OEA con el compromiso de «fortalecer la relevancia de la Organización e incrementar su capacidad de acción». En cristiano: un mensaje modelo “saludo a la bandera”; es destacable asimismo esta afirmación de Insulza en 2006: «yo soy un gran convencido de que el sistema cubano puede evolucionar en la medida en que respetemos lo que los cubanos quieran, y segundo, que no intentemos imponer soluciones, o crear una agitación o un proceso conflictivo dentro de Cuba». En 2014 Insulza se convirtió en el primer secretario general de la OEA en viajar a Cuba durante las cinco décadas en que este país estuviera expulsado de la organización. Insulza duró dos periodos, hasta 2015.
Bien recuerda Asdrúbal Aguiar que Insulza sostuvo que la Carta Democrática Interamericana chocaba con los asuntos internos de los Estados. La seguridad democrática hizo aguas entonces y la OEA traicionó a sus orígenes.
El chileno tampoco ocultó simpatías hacia el Gobierno de Hugo Chávez, o los socialismos del siglo XXI en Ecuador, Nicaragua y Bolivia. Concluyamos recordando que Insulza es uno de los miembros fundadores, en 2019, del Grupo de Puebla, centro coordinador de la izquierda continental, en línea con el llamado Foro de Sao Paulo.
El candidato surinamés, por su parte, ha dado declaraciones a lo largo de los años que afirman criterios democráticos.
Se ha afirmado que China lo apoyó. En realidad, las relaciones económicas entre su país y China han mejorado, con fórmulas de cooperación, desde 1976. Ahora bien, las estadísticas muestran que, para finales de 2022, la nversión directa de China en América Latina y el Caribe alcanzó los 596.200 millones de dólares, casi siete veces más que a finales de 2013. No es sólo Surinam la que ha mejorado la cooperación con China.
Recuerda Carlos Malamud que Radim, diplomático experto, en una reciente entrevista señalaba que: “(el papel de China en la región) es importante. Cada vez es más importante, especialmente en términos de comercio e inversión, pero también en términos de conexiones diplomáticas”.
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Quizá tocaría mencionar ahora cuáles son las fallas que han vuelto cada día más irrelevante a la OEA; se debe mencionar, por ejemplo, la crisis del multilateralismo, que afecta no solo a la OEA sino incluso más a la ONU.
Recientes trabajos como el Latinobarómetro, o los análisis de Freedom House y The Economist Intelligence Unit dan cuenta de la grave crisis de las democracias del planeta. Valga este dato: Sólo 21 países tienen democracias plenas dentro de los 165 Estados miembros de la ONU.
Otra falla, fundamental en nuestra organización continental, y de la cual se derivan otras, surge de su propia creación, con un concepto y artilugio tan irrealista como pomposo llamado la “igualdad soberana de los Estados”.
Los quince países del Caricom, hoy vencedores de la elección, tienen juntos poco más de 19 millones de habitantes. Pero un hecho desde sus inicios irresponsable, es que cada uno de ellos ha tenido siempre un voto en la organización.
Pensar que semejante disparidad nunca ofrecería problemas, que los líderes de esos minipaíses nunca se verían tentados a ofrecer su voto al mejor postor, ha sido un ejercicio de inaudita ingenuidad, como lo es el de que quienes defienden la necesaria “neutralidad” de la OEA -postura digna de un Poncio Pilatos de por estas tierras- una buscadora incansable de consensos irrealistas e imposibles, por hipócritas, en su mayoría. Pretender ser neutral hoy -siguiendo el modelo Insulza- frente a la tiranía castrista, es como intentar dialogar con una serpiente de cascabel.
Lo que en realidad se ha dado a menudo es un perenne choque de influencias, regionales y mundiales, a fin de torcer la nave regional en la dirección que a cada actor relevante le interesara. En medio de una burocracia crecientemente alejada de los problemas reales de los ciudadanos.
En esa película mafiosa de compra de lealtades caribeñas han participado actores de todo tipo, como los Estados Unidos de la Guerra Fría, la Cuba castrista, la Venezuela chavista con su PetroCaribe, y ahora se dice que China.
Es de recordar que en febrero de 1962, tras la expulsión de Cuba de la OEA, Fidel Castro la denominó “ministerio de colonias yanqui”, una denominación que años más tarde sería muy utilizada por Hugo Chávez y los demás líderes socialistas-siglo-XXI.
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¿Y los Estados Unidos trumpistas qué? Hablando de saludos a la bandera, el comunicado de Marco Rubio felicitando al ganador es un delicioso ejercicio del uso del lenguaje para no decir nada sincero y a fondo, de hipocresía diplomática, de anodina desfachatez.
El quejumbroso y reclamador Trump, siempre sacando cuentas como el comerciante que ha sido, y molesto porque los europeos ofrecen insuficientes contribuciones financieras a la OTAN, ¿no va a decir nada ante el hecho de que todo el Caricom completo solo aporta el 0.8% del presupuesto total de la OEA? Mientras, Estados Unidos aporta el 53% del mismo y Canadá el 11,3%.
Pero la OEA no se hundirá fundamentalmente por falta de fondos gringos, y una OEA sin EEUU y Canadá -como querrían los más izquierdosos- es absolutamente irreal.
La organización que proclama en su Carta Democrática, que “los pueblos de América tienen derecho a la democracia y sus gobiernos la obligación de promoverla y defenderla” ¿puede acaso ser importante y relevante para un Trump más interesado en engullir Canadá y Groenlandia? Para Trump su exigencia del Canal de Panamá no tiene nada de importancia regional, ya que, si por él fuera, Panamá dejaría de ser un país independiente.
Lo cierto es que en el siglo XXI las autocracias y los populismos se han multiplicado en América Latina, y el desconocimiento de los propósitos y principios de la OEA es habitual. Bien lo dice también Aguiar:
«He aquí la cuestión de fondo y preocupante. La Carta Democrática es jurídicamente vinculante, lo ha sentenciado la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Ha fijado más de 800 enseñanzas para su aplicación por los jueces y a la luz del control de convencionalidad que deben realizar para el dictado de sus sentencias constitucionales, civiles o penales.
Entre tanto, los órganos políticos de la OEA, a pesar de la muy empeñosa labor de Almagro y frustrándole en sus propósitos, han apelado a dicho instrumento en 12 ocasiones, sin alcanzar efectos sustantivos. La Corte privilegia a la víctima, aquellos a la soberanía de los represores.»
Para colmo, el combo Trump – Vance – Musk no favorece el multilateralismo, y ha dicho que no apoyará económicamente entidades que no beneficien a los EEUU.
La OEA no debe abandonar su compromiso con la defensa de la democracia y los derechos humanos. La anterior OEA democrática resistió cuanto pudo; ¿el actual equipo vencedor podrá seguir haciéndolo bajo la conducción de Radim? ¿Volverá a ser la OEA un ente burocrático permisivo con regímenes autoritarios? ¨¿Habrá o no influencia del Grupo de Puebla en la nueva gestión? Lo cierto es que se necesita un rediseño radical de profundización del apoyo a la democracia y la defensa de los derechos humanos, con mucho pragmatismo y generosidad negociadora, así como clara voluntad de compromiso.
Ojalá que el nuevo secretario general de la OEA, que deberá poner las barbas en remojo, preferiblemente no lo haga en sopa de wonton, por si acaso.
Un dato a investigar: ¿será Radim un aficionado al golf?