Ibsen Martínez: Venezuela sin Maduro
Ante tal panorama, el inmovilismo del presidente venezolano y la panda de vociferantes ineptos que integran su Gabinete ha logrado, en los últimos tiempos, ensanchar más y más el consenso nacional en torno a que bastaría tan solo la renuncia de Maduro para despejar suficientemente la atmósfera y hacer circular, entre chavistas y opositores, ideas ortodoxas y viables en materia económica.
Característicamente, en la ofuscada Venezuela de hoy, el creciente consenso de que hablo —“Maduro haría mejor en irse”— no termina aún de desembocar en diálogo y acuerdo político entre los vastos sectores moderados de ambos bandos adversos. Al contrario, de modo puerilmente maquinal, ministros y diputados, todos voceros del desgobierno, no hacen sino instigar más violencia política al repetir las ya inútiles denuncias de una conspiración de opositores “oligarcas” y “apátridas” apoyados desde el exterior por el mismo imperialismo yanqui que hoy se entiende con la Cuba de los Castro. Mientras tanto, las facciones militares que hasta hace poco daban sustento al Gobierno se han replegado sobre sí mismas a la espera de alguna milagrosa mejoría del cuadro económico que providencialmente vivifique la agónica presidencia de Maduro. Ello les permitiría, al menos, prolongar, así fuese solo por poco tiempo, el incesante saqueo de los cada día más menguados fondos públicos.
Maduro persiste enajenadamente en perorar contra el capitalismo y proponer descabellados retornos a la caza, la pesca y la recolección precolombinas. De todo este cuadro emana la importancia del anuncio que la Mesa de Unidad Democrática ha prometido para esta semana: brindar a Venezuela un detallado mapa caminero que, en cuestión de semanas, por medios constitucionales y democráticos, conduzca al fin del desgobierno de Nicolás Maduro y del desastroso modelo económico instaurado por Hugo Chávez.