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Catolicismo popular y catolicismo populista

Ni la fe está donde Vox cree, ni Vox está donde está la fe

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Casi veintinueve millones de españoles asisten a las procesiones de Semana Santa según el CIS, que es un organismo que nos creemos o no según nos convenga. Esta vez nos conviene y, en cualquier caso, daría igual que fueran veintiséis o treinta y dos. Porque es mucha gente. Y eso no quiere decir que haya mucha gente católica, sino que la Semana Santa nace de lo religioso, pero lo trasciende para convertirse en un evento también social, cultural, artístico, turístico, etnográfico, folclórico, gastronómico y, por todo ello, económico. Es una industria, como el cine o el fútbol. Una extraescolar para adultos.

Volviendo a las cifras anteriores y teniendo en cuenta que los votos a PP y Vox suman once millones, las procesiones a las que usted ha acudido estos días, al igual que las cofradías, estaban llenas de personas que no votarían a la derecha ni locas. El dato no sorprende: un 15 por ciento de los católicos practicantes y un 25 de los católicos no practicantes son votantes del PSOE, cifra inferior a la del PP, que aglutina el voto de un 38 por ciento de los practicantes y un 28 de los no practicantes, pero muy por encima de la de Vox, que recibe el voto de solamente uno de cada diez católicos. Es decir, ni la fe está donde Vox cree, ni Vox está donde está la fe. La religión en España es más comunidad, creencia y tradición que trinchera ideológica. Y el hecho de que las iglesias, las cofradías y las procesiones estén llenas de gente que no vota a la derecha es algo bueno para la Iglesia, que amplía su base y se libera de la política, de los intentos de instrumentalización y de las tentaciones de clericalismo, que, como dice Francisco, «es una deformación, una enfermedad grave, un pecado más que un defecto». Utilizar nuestra fe para la guerra cultural que divide al mundo en buenos y malos, en ‘nosotros’ y ‘ellos’ puede ser muchas cosas. Pero nunca algo cristiano.

De ahí que Vox haya fracasado en su intento de ensuciar los acuerdos entre Iglesia y Estado por Cuelgamuros. Hay una diferencia entre catolicismo popular y catolicismo populista. El primero nace de la comunidad mientras que el segundo nace contra ella. En ese sentido, Vox ha llegado a hacer campaña contra la Iglesia y contra la equis de la declaración de la renta intentando, de paso, resignificar la Cruz para utilizarla como piolet en lugar de como consuelo. Aun así, los datos dicen que ni los católicos españoles tienen mucho que ver con Vox ni Vox tiene mucho que ver con los católicos españoles. Y aunque Vox sea ya un partido de jóvenes nacionalistas, hay un 10 por ciento de católicos que los votan, dato que debería hacer pensar a sus líderes sobre lo adecuado de enfrentarse a la Iglesia. Exactamente lo mismo debería pensar el gobierno: si van contra el catolicismo, van contra muchos de sus votantes. Felipe ganó en el 82 porque supo aglutinar el voto de la mayor parte de los católicos, que huían del nacionalcatolicismo. Y, a pesar de la caricatura que unos y otros se afanan en dibujar, hoy siguen huyendo de lo mismo.

 

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