Efecto Trump: participación histórica en las elecciones de Canadá
La izquierda acaricia la mayoría que le permitirá perpetuarse inesperadamente en el poder tras una década

El candidato favorito a primer ministro de Canadá, Mark Carney
Donald Trump ya ha conseguido, al menos una cosa en Canadá: una participación histórica en las elecciones de este lunes 28 de abril.
En el centro de procesamiento de votos de Ottawa, bajo grandes banderas de las provincias canadienses y una enorme bandera nacional, decenas de trabajadores, organizados en filas perfectamente numeradas, cuentan sin descanso los votos emitidos de manera anticipada, cientos de miles. Cada papeleta pasa de mano en mano en un sistema milimétrico y supervisado, en un ambiente de concentración máxima, solo roto por el zumbido de las máquinas clasificadoras y el murmullo constante de instrucciones.
El volumen de papeletas es tal que, en palabras de las autoridades electorales, esta será una de las elecciones con mayor participación en la historia de Canadá, si no la mayor. La escena, cuidadosamente controlada y resguardada detrás de rejas metálicas y bajo estrictas medidas de seguridad, refleja una mezcla de eficiencia industrial y solemnidad democrática. Afuera, en todo el país, las urnas siguen abiertas, pero aquí dentro el recuento ya avanza a un ritmo frenético que marcará el inicio de una noche electoral decisiva.
Las opciones en las papeletas son innumerables —en distritos como Carleton llegan a presentarse hasta 91 candidatos—, pero la verdadera batalla por el poder se libra entre dos nombres: Mark Carney, primer ministro en funciones por el izquierdista Partido Liberal, y Pierre Poilievre, líder de la derecha, que hace apenas unos meses parecía destinado a poner fin a una década de dominio liberal bajo Justin Trudeau, pero que ha llegado a esta jornada clave desinflándose en las encuestas.
Lo que está claro es que el electorado está movilizado, impulsado por una ola de patriotismo renovado, inusual en un país donde la cortesía y la flema han sido siempre señas de identidad nacional.
En un colegio electoral del distrito de Carleton —el de los 91 candidatos—, Michelle Anderson, maestra de primaria de 43 años, cuenta que no tenía claro su voto hasta los últimos días. Finalmente, se decidió por Bruce Fanjoy, el liberal que representa al primer ministro. «Mark ha sido firme en su crítica a Trump», explica, utilizando el nombre de pila de Carney, como suelen hacer los canadienses al referirse a sus políticos.
Renace el patriotismo, auspiciado por Trump
Preguntada en qué consistía esa firmeza, responde sin dudar: «Dijo que la relación especial se ha acabado. Y tiene razón». Anderson comenta que cada vez conoce a más gente que, cuando piensa en irse de vacaciones, ya no elige Estados Unidos, sino Europa o cualquier otro destino. Los datos le dan la razón: el número de cruces fronterizos desde Canadá hacia Estados Unidos cayó en marzo a su nivel más bajo desde la pandemia, con casi un millón de viajeros menos que el año anterior.
En mítines y actos públicos, los discursos incluyen referencias constantes a la necesidad de «defender la soberanía» frente a amenazas externas. Incluso en cafeterías y comercios, se venden camisetas y carteles que celebran la identidad canadiense con un tono combativo. Para muchos votantes como Michelle, esta elección no era solo una cuestión de economía o política interna, sino una afirmación rotunda de que Canadá no está en venta.
Trump, sin embargo, sigue a lo suyo. A pesar de que las encuestas advertían que sus ataques estaban reactivando a una izquierda situada en sus antípodas ideológicas, el presidente volvió a la carga el mismo lunes con un mensaje confuso en redes sociales, alentando a Canadá a convertirse en el 51.º estado de Estados Unidos. «Buena suerte al gran pueblo de Canadá. Elegid al hombre que tenga la fuerza y la sabiduría para cortar vuestros impuestos a la mitad, cuadruplicar vuestros negocios y eliminar fronteras», escribió. No quedó claro a qué candidato se refería, porque ninguno —ni siquiera los más populistas— ha defendido jamás la anexión a Estados Unidos. Como casi siempre, el mensaje parecía apoyarse sobre sí mismo.
«Buena suerte al gran pueblo de Canadá. Elegid al hombre que tenga la fuerza y la sabiduría para cortar vuestros impuestos a la mitad, cuadruplicar vuestros negocios y eliminar fronteras»
Donald Trump
Presidente de EE.UU.
Frente al Parlamento en Ottawa, Helen y Robert McMillan, dos jubilados de Alberta, de 71 y 69 años, disfrutan del día tras haber votado por adelantado. Explican que han optado por Poilievre. «Nos gusta lo que representa», dice Helen. Ambos se oponen firmemente a las medidas de confinamiento impuestas durante la pandemia, y ven en Poilievre a un defensor de la libertad individual.
Admiten que en su momento admiraban a Trump, pero su opinión cambió. «Nos gustaba, hasta que empezó con estas provocaciones. Ahora no lo soportamos», afirma Robert, con media sonrisa. Les molesta especialmente que Trump haya terminado influyendo en la campaña canadiense. «Los votos deberían moverse por lo que pasa aquí —añade Helen—, por el desempleo, por el coste de la vida, no por lo que diga un tipo desde Washington».
A las 10:30 de la mañana, Pierre Poilievre depositaba su voto en su colegio electoral, el mismo de Carleton, acompañado de su esposa, Anaida. Al acercarse a la mesa, no pudo evitar comentar en voz alta: «Mirad el tamaño de la papeleta», en referencia a la inusual longitud del documento, de casi medio metro. Su distrito, Carleton, ha sido blanco de una protesta simbólica: decenas de candidatos independientes se inscribieron para inflar el tamaño de la papeleta y ralentizar el recuento. Los impulsores de esta treta buscan voto directo y una representación igual de todo el electorado.
Poilievre se desmarca de Trump
Tras introducir su voto en la urna, Poilievre se giró hacia las cámaras y repitió su consigna de campaña: «¡Salid a votar… por el cambio!». Antes, se había visto obligado a defender públicamente la independencia de su país ante las nuevas provocaciones de Trump. En un mensaje publicado en redes sociales, el líder conservador escribió: «Canadá siempre será un país orgulloso, soberano e independiente, y NUNCA será el estado número 51».
Se trató de un giro llamativo, porque hasta ahora Poilievre había evitado mencionar a Trump en sus mítines, consciente de la similitud de algunas de sus posturas políticas —como el rechazo a las restricciones de la pandemia o el discurso contra las élites—, y para no espantar a su base más conservadora.
Pero a estas alturas, incluso los más cautos entienden que la sombra de Trump ha terminado marcando la jornada, y que ha acabado dándole alas a la izquierda. En estas elecciones, Canadá reafirma su soberanía, y a la vez decidirá si las tensiones desatadas desde el sur cruzan definitivamente la frontera.