Gustavo Petro: un presidente en apuros
Es preocupante que Gustavo Petro haya dilapidado una ocasión de oro para pasar a la historia como el gran reformador de Colombia

El presidente de Colombia, Gustavo Petro, durante un discurso en Bogotá. // Foto: Presidencia de Colombia
Gustavo Petro, el presidente de Colombia, se ha convertido en un personaje de gran importancia para la Unión Europea (UE), al menos para el Servicio Europeo de Acción Exterior (SEAE), el encargado de conducir la diplomacia comunitaria. Y es que en su condición de presidente pro tempore de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) será el anfitrión de la próxima Cumbre euro latinoamericana a celebrarse el 9 y 10 de noviembre y el responsable de su organización. Las medidas que se vayan tomando, como fijar la sede de la reunión, dependerán básicamente de sus decisiones.
Si inicialmente se manejaba la posibilidad de que la IV Cumbre se celebrara en Bogotá, ésta se ha decidido trasladar a Santa Marta, una ciudad caribeña de algo más de medio millón de habitantes. Ahora bien, la capital del departamento de Magdalena presenta algunos problemas de infraestructura para alojar una cita de esta envergadura y complejidad. Y si bien fue señalada como la 26 ciudad más violenta del planeta, los estudios que avalan ese dato parten de una metodología errónea, que sobreestima tanto el tamaño de su población como el número de homicidios cometidos en 2024, lo que daría una tasa superior a los 45 homicidios por 100 000 habitantes. Según las estadísticas oficiales, la tasa real sería bastante menor, de solo 34.5 por 100 000 habitantes. Aun así, no parece la mejor elección de sede posible. Inclusive, el presidente tendrá mucho que decir a la hora de fijar la agenda. Por eso Gustavo Petro es tan importante.
Ocurre, sin embargo, que, en el año previo a las elecciones presidenciales, en las que no se puede presentar, su atención estará puesta en múltiples problemas y no solo en lograr que la Cumbre UE-CELAC sea todo un éxito. Desde su perspectiva de sus intereses particulares y de las de su proyecto político será más importante buscar un sucesor o sucesora a su medida. En un momento tan delicado, con múltiples frentes abiertos, atender a todos ellos simultáneamente le exigirá una gran dedicación, lo que, según muchos de sus críticos, no es una de las mejores dotes de un presidente que se caracteriza por su dispersión. A esto hay que agregar sus problemas políticos/personales, como puso de manifiesto la reciente carta remitida por su exministro de Exteriores, Álvaro Leyva, que cuestiona su estabilidad emocional y lo acusa no solo de su adicción a las drogas, sino también de estar secuestrado (o ser chantajeado) por algunas personas de su círculo íntimo. Obviamente, todos estos extremos fueron rotundamente rechazados por Petro.
Entre los temas más urgentes que debe atender está el fracaso de su proyecto estrella, la paz total, que sigue sin encontrar el rumbo más adecuado. Junto a ello hay que agregar la gestión más que dudosa de los acuerdos de paz firmados con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en 2016. A esto se suma la suspensión, por parte del FMI, de la línea de crédito flexible de 8100 millones de dólares, debido a graves problemas fiscales, lo que podría suponer serias turbulencias al país, y más en una coyuntura global tan golpeada por la guerra comercial impulsada por Donald Trump.
Pese a todo, su problema más serio pasa por su deseo de convocar una consulta popular, con 12 preguntas, para rescatar su proyecto de reforma laboral, rechazado por el Senado. Sin embargo, los reveses parlamentarios no afectan únicamente a esta última. Hubo otras, entre las muchas propuestas diseñadas por Petro e incluidas en su programa de gobierno para ganar las elecciones, que corrieron la misma suerte. La reforma sanitaria también siguió el mismo camino.
Se da la circunstancia añadida de que su programa estrella del momento, la convocatoria de la consulta para desbloquear la reforma y recuperar la iniciativa política de cara a las elecciones, debe ser aprobada por el mismo Senado que la rechazó. Para ir sumando votos y recuperar respaldos, el pasado fin de semana, en un discurso pronunciado durante la instalación de los Comités Ciudadanos de la Consulta Popular por el Sí, llamó HP (sic) al presidente del Congreso, el conservador Efraín Cepeda. En la misma línea giró otros insultos, como los de nazis y víboras en contra de sus principales enemigos y antiguos aliados.
Como ya señalé en varias oportunidades, es preocupante que después de haber armado una amplia coalición parlamentaria, que incluía al Partido Conservador, al Partido Liberal y al Partido de la U, incorporando a su gabinete a destacados técnicos y políticos de esos orígenes e incluso independientes de valía, haya dilapidado una ocasión de oro para pasar a la historia como el gran reformador de Colombia. Su amplia mayoría parlamentaria le hubiera permitido aprobar sus propuestas, eso sí, no tan maximalistas como las pensó, pero con la posibilidad de iniciar un camino que no tendría vuelta atrás. Pero su errática forma de gestionar los asuntos públicos, su acendrado personalismo a la hora de gobernar, su intransigencia con sus enemigos, pero también con sus aliados, le han hecho perder el norte. Sus publicaciones en las redes sociales no solo insultan a otros presidentes latinoamericanos, sino que tienen numerosos destinatarios internos.
Todas estas cuestiones requerirían una mayor atención y seguimiento por parte de la UE. En la próxima reunión de Santa Marta no solo está en juego el éxito de la Cumbre, sino también el futuro de la relación birregional. Y eso es algo que sí nos debe preocupar.
*Este artículo se publicó originalmente en El Periódico, de España.