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Félix de Azúa: Ideólogos vetustos

«Este país no funciona como un país europeo. Culpa de esa ideología que se llama comunismo, colectivismo, peronismo, chavismo y estatalismo. O sea, ‘progresismo’»

Ideólogos vetustos

Ilustración de Alejandra Svriz.

 

 

Lo peor de este Gobierno es que lo cubre todo con el manto del eufemismo, la indirecta, la calumnia, la ficción y la mentira cruda. Y acaba por contagiar. Como contó Klemperer de los nazis, la primera víctima de Hitler fue el lenguaje.

Me refiero a esa omnipresente acusación de la «ideología» como causa de los muchos disparates socialistas. La última vez lo he oído por boca de Isabel Ayuso cuando decía, con toda razón, que buena parte de la culpa del apagón se debe a razones ideológicas. Quería decir que es la acumulación de energías alternativas, el odio a las nucleares y los delirios climáticos, lo que ha situado a España en una posición energética explosiva, con constantes desequilibrios que acaban produciendo cortes de fluido como el de esta semana.

Muy bien, es la ideología, pero ¿qué ideología es esa? Bueno, no es ninguna en particular, sino más bien un conjunto de caprichos oníricos aplicados por la izquierda sin ton ni son y que van desde la ignorancia del lenguaje inclusivo a todas las barbaridades sobre la penalización sexual. Es un nubarrón muy denso de órdenes, preceptos y decretos que Sánchez ha ido reconociendo (y, por lo tanto, los socialistas todos ellos han reconocido) por conveniencia, pero que ahí han quedado ya incrustados incluso en el código de derecho civil.

Esa nube de imposiciones y censuras obedece a una represión constante y continuada que, esa sí, responde a una ideología concreta, pero introducida por la puerta de atrás y oculta en un lenguaje cadavérico. Esa ideología no es otra que la de los rancios partidos comunistas del siglo pasado. Excepto algunos grupúsculos, como Izquierda Unida, es cierto que ya ni ellos mismos se atreven a decir que son comunistas, o que mantienen su admiración por Lenin y Stalin, aunque se transparenta en las declaraciones públicas, siempre con una gramática deficiente. El hecho es que se avergüenzan de ser comunistas y se lo callan, pero lo son, aunque no osen salir del armario.

Ciertamente, el comunismo del siglo XXI no puede ser como el de hace más de 100 años, aunque esta gente siga creyendo en tópicos que pertenecen a sociedades que ya no existen. Es como si aún se tomaran en serio la piedra filosofal, el éter o el flogisto y otros mitos de la ciencia antigua. Y si siguen creyendo en estos disparates es porque de hecho pertenecen a una religión. Se hundiría el mundo bajo sus pies si perdieran la fe.

«La colectivización que está llevando a cabo el Partido Socialista y sus socios es insidiosa, nunca evidente»

De modo que ya no hay «clase obrera», pero para ellos sigue habiendo «burguesía», aunque ahora la llamen «derecha y ultraderecha», como quien menciona a Satanás. Y ya no proponen la nacionalización de la empresa privada, pero los más ignorantes aún la sacan a relucir en cuanto pueden, como con las eléctricas, pero son nacionalizaciones disfrazadas de consignas «sociales». Una reivindicación que, a su vez, esconde simplemente un lema: «Más poder para el Partido». O lo que es igual, ir colocando a los creyentes por todas partes.

La colectivización que está llevando a cabo el Partido Socialista y sus socios es insidiosa, nunca evidente, jamás a las claras, siempre oculta, vergonzante. Gracias a lo de las redes eléctricas nos hemos enterado, por ejemplo, de que es el Estado quien controla la red y por eso trata de escapar a la culpabilidad «ideológica». De modo que no sólo están fracasando como Estado, sino también como empresariado capitalista.

Ya no dicen que la propiedad (privada) es un robo, pero tratan de hundirla todo lo que pueden. Las actuales peleas internas de los dueños de Prisa, El País o la SER, han dejado claro que los socialistas quieren tener una Brunete de medios de comunicación propios y dominados desde el Gobierno. Una aspiración típica del comunismo de hace un siglo. Y desde luego no van a permitir que los financieros tomen sus propias decisiones. Es el Estado quien les ha de permitir las fusiones y rupturas, como en Venezuela.

Y es que este comunismo momificado ya sólo existe en algunos países del tercer mundo, sea Cuba, Venezuela o Nicaragua, allí en donde la población carece de medios para defenderse de la fuerza bruta. En Europa es difícil que pueda implantarse una dictadura de ese tipo, de manera que los socialistas y sus socios lo están llevando a cabo secretamente, a oscuras, en la más completa opacidad. Saben que la población les es hostil, de modo que quieren aplastarla sin que se note demasiado.

El disimulo y la mentira son los eficaces aliados de Sánchez, el cual sólo cuenta con el apoyo de los comunistas y los oligarcas catalanes y vascos en un revoltijo típico de sociedades atrasadas. El resultado lo vamos viendo todos los días: este país no funciona como un país europeo, sino como uno del tercer mundo. Y no de los buenos, sino de los peores. ¿Culpa de la ideología? Sí, pero esa ideología se llama comunismo, colectivismo, peronismo, chavismo y estatalismo. O sea, «progresismo».

 

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