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Jorge Vilches: Antisemitismo como distracción

«El antisemitismo de Sánchez y los suyos es una de esas técnicas de distracción para que no hablemos de la corrupción de su familia sanguínea y política»

Antisemitismo como distracción

 Ilustración de Alejandra Svriz.

 

He visto al meritorio sanchista conocido como Óscar López, otrora ilustre antisanchista, decir a la prensa, al hilo de los votos a Israel en Eurovisión, que conoce una conspiración de la «derecha y la ultraderecha» contra el Gobierno español. Sin embargo, con la impostada solemnidad que otorga seguir fielmente al Caudillo, añadió que nadie debe preocuparse porque los socialistas harán frente al contubernio judeo-ultra internacional. Le faltó agarrar un micrófono y soltar: «Quien al oír ‘¡Viva Sánchez!’ con un ‘¡Viva!’ no responde, si es hombre, no es español, y si es español, no es hombre». Es lo que corresponde al séptimo año triunfal de la cruzada progresista.

A ver. A estas alturas el mecanismo sanchista para desviar la atención es tan conocido que debería sonrojar a los papagayos gubernamentales. Está en el manual de autoayuda del gobernante populista. Lo popularizó Steve Bannon hace una década, pero ya era de sobra conocido en las estrategias de comunicación política. El sistema está pensado para dirigentes ahogados por noticias de corrupción que les afectan directamente. Es el caso de Pedro Sánchez desde hace tiempo.

En dicho manual se dice que para evitar la erosión política por un batacazo, cuando se está contra las cuerdas, agonizando, con respiración asistida, es preciso sacar tres técnicas de forma paralela. Hay quien dice que es «el dragón de las tres cabezas», pero nos vale igual. Sabemos que Sánchez está más tocado que nunca por la corrupción de su familia sanguínea y política. A los casos de Begoña Gómez y del Hermanísimo se unen los de Ábalos y Santos Cerdán, que han sido sus fontaneros desde 2017. Los dos primeros no pueden cantar, pero sí los dos últimos. De hecho, Ábalos autorizó la publicación de los whatsapp para amenazar a Sánchez y negociar al estilo de Aldama, y Santos Cerdán debe tener tanta información de sus compañeros que ríase usted de los archivos de la KGB.

Ante esta situación, el manual indica que hay que soltar tres tácticas para desviar la atención. La primera es distraer a la opinión pública con algo dirigido a sus vísceras, y si es posible con palabras nuevas que llamen la atención. Es cuando Sánchez habla de los «ultrarricos» o de Israel. Generar odio es una buena solución, tan estupenda como suscitar el miedo, por ejemplo, a los «ultra». El recurso emocional nunca falla. Salva de dar explicaciones en el Parlamento o ante los periodistas. En este sentido, es muy importante el buen funcionamiento del equipo de opinión sincronizada, que debe ocupar el espacio en los medios con el tema escogido para la distracción. El antisemitismo de Sánchez y los suyos es una de esas técnicas de distracción para que no hablemos de su corrupción.

«Lo de Sánchez es antisemitismo porque no distingue a Israel de su Gobierno»

La segunda y la tercera táctica son la sobredimensión de los supuestos éxitos del Gobierno en políticas de bienestar, que siempre actúa como calmante, al estilo del NO-DO, y la negación absoluta de cualquier legitimidad en lo que dice y hace la prensa libre y la oposición. La desautorización del emisor de la noticia es el medio más clásico para restar importancia a la denuncia.

Lo relevante del uso de este «dragón de tres cabezas» es que demuestra que Sánchez está en su peor momento hasta ahora. Seguramente la semana que viene, o cuando caiga la primera condena, estará mucho peor. Pero es indudable que no sabe gestionar la corrupción en sus dos familias. Ahora bien, el uso de la distracción tiene unas consecuencias y esas tampoco las sabe asumir Sánchez. El antisemitismo que luce, y que también aplaude una parte de la extrema derecha, como siempre, está despertando a una de las peores caras de Occidente desde hace siglos. Me refiero al odio al pueblo judío.

La irresponsabilidad de Sánchez en su antisemitismo tendrá consecuencias, como las ha tenido en cada ocasión en que un dirigente ha hecho uso de esa enfermedad. Las tiene en el orden internacional, pero también económico y militar. Recordemos que lo de Sánchez es antisemitismo porque no distingue a Israel de su Gobierno. Pero esto no es lo peor. Cuando se siembra odio, el resultado tarde o temprano es la violencia contra las personas y sus propiedades. Ha pasado en Francia. Esperemos que aquí no ocurra.

 

 

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