Irene Vallejo: Éxito
¿El éxito es consecuencia casi inevitable del talento y la iniciativa o
bien lo condiciona el azar? La respuesta a esta pregunta pone frente
a frente dos visiones contrapuestas de la vida, la visión competitiva
y la asistencial. Están por un lado quienes creen en la combinación
de perseverancia y valía personal como fórmula infalible. Esas
personas temen que la ayuda social pueda favorecer la pasividad y
disuadir de la lucha por salir adelante. Por otro lado, hay quienes
defienden que trabajar duro no siempre da resultado, porque todos
los esfuerzos están sometidos al arbitrio de la suerte y de las
oportunidades, y les preocupa que la teoría del éxito y el fracaso
merecidos lleve a desentenderse de los más necesitados.
El escritor Charles Dickens, que se abrió camino superando una
infancia miserable, escribió un cuento navideño acerca de esta
misma cuestión. El protagonista del villancico literario es un anciano
que se ha hecho rico, pero se ha aislado y endurecido por el
camino. Como él se ha labrado su prosperidad, está de acuerdo con
la cárcel por deudas y otras rutinas despiadadas de la sociedad en
que vive. Entonces recibe la visita nocturna de varios fantasmas que
le llevan a presenciar, como un espectador invisible y sin poder de
intervenir, escenas de su vida pasada, presente y futura, donde
salen a la luz pérdidas y ausencias. Ese viaje fantasmal altera su
actitud, volviéndole más compasivo y jovial. Dickens pensaba que,
en definitiva, todo depende de cómo entendemos la fragilidad de los
demás y la propia, pues nos toca elegir entre solidaridad o soledad.