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Convulsiones en la democracia occidental

 

 

Es inescapable la conclusión de que las primeras acciones del gobierno del presidente Donald Trump han significado una conmoción internacional en áreas que van desde el ámbito geopolítico, hasta los espacios de la defensa y el comercio. Una reciente encuesta realizada en Europa (euro news) revela que muchos europeos consideran que Estados Unidos ha pasado de ser un aliado a un socio. Si esta percepción está fundamentada en hechos verificables, es un tema complejo de discusión donde se entremezclan opiniones políticas, estudios académicos y el manejo de verdades inducidas por la acción de las redes sociales.

Pero las aguas turbulentas no son solamente en el terreno internacional. Dos áreas especialmente sensibles: el tema migratorio, y el financiamiento a las universidades y los programas de atención humanitaria, han despertado una intensa reacción al interior de Estados Unidos.

Es arriesgado tomar posiciones simplistas al respecto, porque a veces se ignora que el hecho fundamental de una política es el volumen de apoyo que recibe, y cuanto se impone como narrativa, o discurso, en la opinión pública. Trump fue electo con los votos de una clara mayoría del colegio electoral y el voto popular en las pasadas elecciones y este hecho fundamental de la democracia no puede ser ignorado, independientemente del apoyo o rechazo que generen sus políticas.

Al mismo tiempo, si existen sectores políticos y de la sociedad civil que están en contra de algunas decisiones del gobierno de Trump, estos sectores tienen la responsabilidad y el deber de expresar su desacuerdo. Este complejo juego es un elemento central del balance de la democracia, conjuntamente con la separación de poderes.

Difícilmente somos los venezolanos, un país secuestrado por un régimen autoritario que ha destruido las instituciones, desconocido la soberanía popular y arruinado a Venezuela, quienes tenemos la autoridad para darle consejos a los estadounidenses acerca de cómo conducir su país. Pero sí podemos transmitir nuestra experiencia acerca de los nefastos efectos de la polarización sobre la democracia, un valor esencial que nos hermana con  Estados Unidos.

Los venezolanos en Estados Unidos, los que tienen doble ciudadanía y los que se encuentran en cualquiera de las diferentes categorías de migrantes, tienen la responsabilidad de apoyar tanto el esfuerzo de recuperación de la democracia en Venezuela, que encabezan el presidente electo Edmundo González Urrutia, y la líder de la nación, María Corina Machado, como defender los derechos humanos y al debido proceso de los migrantes.

Un balance complejo y doloroso, porque el régimen chavista en sus dos expresiones, Chávez primero y Maduro después, es el responsable primario de la crisis migratoria que ha llevado a más de 9 millones de venezolanos a dejar su país. De modo que crear una amenaza creíble para que el régimen acepte que debe permitir una transición de poder es un deber ineludible de Venezuela País Global, como bien lo denomina el sociólogo Tomás Paéz en su reciente libro sobre la diáspora, actuando en conjunto con la comunidad internacional, especialmente con nuestro aliado central: los Estados Unidos.

Los recientes disturbios en Los Angeles y otras ciudades en Estados Unidos deben ser evaluados cuidadosamente por la comunidad venezolana, porque tienen el potencial para escalar la polarización e incrementar la percepción de que efectivamente los migrantes representan un riesgo para la seguridad nacional.

Navegar estos tiempos turbulentos requiere mucha sabiduría política y responsabilidad ciudadana para formar alianzas responsables con otras comunidades nacionales que están afectadas por las medidas del gobierno. Pero, y esto es fundamental, debe haber un acercamiento hacia la propia sociedad norteamericana, y a los partidos Demócrata y  Republicano, para que se entienda con claridad que ambas comunidades tienen intereses comunes en la recuperación de la democracia en Nicaragua, Cuba, Venezuela y Haití, no solamente para controlar la presión migratoria, sino para restablecer el balance geopolítico en la región, que está profundamente perturbado por la acción de los países adversarios de la democracia occidental y las bandas criminales, que actúan en conjunto con los regímenes autoritarios.

 

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