Derechos humanosDictaduraGente y SociedadViolencia

Yoani Sánchez: Cuba tras el 11J

Se cumplen cuatro años de las masivas protestas del 11J en Cuba: denuncian 'escalada represiva' contra activistas

 

El régimen entra en la desfachatez.

Como cualquier fecha que deja una huella profunda, cada cubanosabe qué estaba haciendo cuando se enteró de las protestas del 11 de julio de 2021 (11J). Los hay que siguieron las manifestaciones desde la pantalla de sus móviles a miles de kilómetros de la Isla y quienes se sumaron al mar de gente que llenó las calles al grito de ¡Libertad!. Pero también los que en sus unidades militares se alistaron para salir a golpear y reprimir a la multitud. Cada uno tiene su historia de aquel día, pero muchas de esas anécdotas siguen silenciadas por temor.

Junto a los más de mil 2.000 cubanos procesados penalmente por el 11J, de los que 421 permanecen aún en las cárceles, uno de los resultados de aquella histórica jornada fue  la evolución del régimen a un nuevo estadio. Si antes de ese momento, la Plaza de la Revolución de La Habana se había esmerado en crearse una imagen de sistema “de los humildes y para los humildes”, aquel domingo de hace cuatro años esa máscara se hizo añicos. Ante los ojos del mundo se vio a gente desesperada pedir un cambio y a tropas antimotines responder con palos y, en algunos barrios, también con disparos.

El propio gobernante del país, Miguel Díaz-Canel, se sacudió cualquier barniz de compostura y pronunció ante las cámaras de la televisión nacional una fatídica frase que quedará para la historia: “La orden de combate está dada”. En aquel instante se quebraron décadas de aparentar buen talante de cara a la comunidad internacional y de negar, con énfasis, cualquier acto represivo hacia la ciudadanía. Fue un parteaguas para muchos que, a pesar de las frecuentes denuncias de activistas y periodistas independientes, seguían creyendo que el sistema cubano era incapaz de castigar con fuerza una demostración popular y mayoritariamente pacífica.

También, muchos que se tragaron la versión de un país en el que se había instalado, de manera consensuada, la uniformidad ideológica y donde el Partido Comunista gozaba de un apoyo unánime comprendieron que, bajo las consignas y las máscaras, el malestar social había estado creciendo por más de medio siglo. Aquel día algo se quebró en el relato que los hábiles ideólogos del castrismo habían creado y pulido desde enero de 1959. Las imágenes dejaban claro que ni contaban con un apabullante respaldo de la gente ni les temblaba la mano para empuñar un arma contra los inconformes.

Desde entonces, los cubanos habitamos en una era de desfachatez represiva. La coacción es pública, no se esconde y está tan extendida que, incluso aquellos que aseguran no meterse en política la sienten. Ya Díaz-Canel no quiere aparentar que gobierna para todos, ni los voceros oficiales se avergüenzan de amenazar abiertamente con la cárcel o el exilio a los disidentes. El descaro ha llegado a niveles que en las redes sociales, figuras oficiales lanzan amenazas nada veladas contra internautas que denuncian desde la dolarización de parte del comercio minorista hasta los problemas en la recogida de basura. Ya no disimulan para enseñar los dientes, tocarse el cinto y amenazar con los barrotes.

El 11J nos dejó un legado de rebeldía y un lamentable saldo en presos políticos, pero también consagró la desvergüenza de un sistema que no dudará en volver a aplastar a su propia gente.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba