CorrupciónDemocracia y Política

Villasmil: Cayetana, profeta

Diputada española: El populista es el burro de Troya de la democracia

 

Ante el peligro que atraviesa una sociedad democrática es ya un tópico común considerar exagerados los llamados de alerta, usando comparaciones que no vendrían a cuento. ¿Acaso no recuerda cualquier ciudadano de estas tierras latinoamericanas la comparación favorita ante insinuaciones de que la situación política podría degenerar de forma extremadamente grave? Tajantemente se nos decía: ¡No somos Cuba, aquí no va a pasar! Bastantes veces que tuvimos que oír muchos venezolanos, en cualquier reunión, esta oración premonitoria…

En estos días la gravísima situación que atraviesa la democracia española despierta muchas alarmas, y ante cada nuevo ataque a las instituciones democráticas por parte del Gobierno de Pedro Sánchez, acorralado por todo tipo de corrupciones, incluyendo las denuncias contra su esposa y su familia, y su hermano, algunas almas buenas acuden a la respuesta automática: ¡Aquí no va a llegar el autoritarismo, estamos en Europa!

La realidad es que el autoritarismo ya llegó hace tiempo a España, aunque a cuentagotas, bajo los Gobiernos socialistas, con Zapatero primero, y Sánchez en la actualidad; una cleptocracia autoritaria, mendaz, y con algunos de sus dirigentes más importantes dedicados a la rapiña del erario público y al goce sin límites con abundancia de prostitutas, en número y variedad, como han mostrado las incontables grabaciones que se han hecho públicas.

Para colmo, luego de su última reunión de un aquelarre que todavía se llama “Comité Federal”, los socialistas muestran la sensación de que no hay marcha atrás, de que ya se ha pasado el punto de no retorno. Como si ello no fuera suficiente, la fracción parlamentaria socialista en el Congreso se ha convertido en hábitat solo para invertebrados éticos.

El abismo no será solo para los socialistas, sino para la democracia española, porque lo cierto es que los que siempre quisieron destruir lo español tienen años unidos en el poder, y han visto la oportunidad de cumplir su sueño.

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Para los que desean destruir España el obstáculo no es la Constitución; ya se está encargando de buscar formas de neutralizarla la mayoría del Tribunal Constitucional, al servicio pleno del sanchismo. Lo fundamental es presentar “lo español” como algo antiguo, pasado de moda y perjudicial, incluso un error histórico. Por ello defienden en todos los terrenos que supuestamente “las identidades locales son superiores y claramente progresistas”. No dejan de usar la expresión “Estado plurinacional”.

Un “Estado plurinacional” hecho con retazos históricamente sangrientos, y sumado a las ambiciones desmedidas de golpistas, corruptos, comunistas y defensores de esa negación de la libertad que es el nacionalismo. Debe recordarse que el nacionalismo español ha sido, históricamente, de los peores de Europa. Y eso -como prueba la historia del siglo XX europeo- no es precisamente algo para enorgullecerse.

Tan sólo un ejemplo reciente: el ministro de Asuntos Exteriores, en Bruselas, empeñado en reducir la identidad española, demandando una y otra vez que se acepte que en España (la patria entre otros, de Cervantes) “no hay un lenguaje común”, exigiendo a la Unión Europea que acepte el catalán, el vasco y el gallego como lenguas oficiales europeas. “Quieren que los parlamentarios con estos orígenes no parezcan españoles al hablar, sino representantes de naciones sin Estado. Buscan que la identidad, la marca por la que los demás imaginan un colectivo, no sea la española, sino la de alguna región de este país”.

En suma, demoler lo español es arrasar con lo común, con lo que une, con sus grandes logros culturales, con su contribución a la historia mundial.

La historia del socialismo español en el siglo XXI, en este primer cuarto de siglo, es una sumatoria de crímenes contra España, sus ciudadanos, y la tan difícil de conquistar convivencia, que surgiera gracias a la transición democrática iniciada luego de la muerte de Francisco Franco.

 

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Cayetana Álvarez de Toledo - Noticias, reportajes, vídeos y fotografías - Libertad Digital

 

Ha habido sin embargo una voz clara y contundente en el parlamento que ha alertado una y otra vez sobre la gravedad de la situación: la de Cayetana Álvarez de Toledo, figura prominente en la política española, conocida por su firme defensa de los principios liberales y su crítica a lo que considera amenazas a la democracia, la cual defiende no solo para España, sino para todos aquellos países que sufren tiranías, especialmente en América Latina.

Su pensamiento -casi podría llamarse magisterio- se centra en la defensa, desde su llegada a la vida pública, de las instituciones liberales y el Estado de derecho, como la separación de poderes, y en la denuncia de las abundantes corrupciones socialistas.

Promueve asimismo la defensa de la verdad y la importancia de la discrepancia y el disenso en una democracia. Critica lo que llama la «democracia emocional» donde los sentimientos y opiniones priman sobre los hechos, lo que a su juicio convierte la vida pública en una «selva».

Álvarez de Toledo es una crítica acérrima del populismo, al que considera «corrosivo para la democracia» y una «regresión adolescente«. Afirma que el populismo divide a la sociedad, busca el poder absoluto a través de la polarización y promete atajos que llevan al autoritarismo y la servidumbre. Sostiene que los «burros de Troya de la democracia» son aquellos que se disfrazan de demócratas para destruir el sistema desde dentro.

Critica lo que denomina «la obsesión identitaria y colectivista» y los «nuevos derechos» que, en su opinión, socavan las democracias occidentales. Ve en el separatismo y ciertos feminismos una búsqueda de enfrentamiento identitario.

Por último, lamenta la falta de valentía de algunos políticos para defender los principios democráticos y dar la «batalla cultural» contra las ideas que, según ella, erosionan la libertad.

Para ella es claro que dicha batalla cultural no implica substituir un extremismo por otro, pasar de un “ultrismo de izquierda” a un “ultrismo de derecha”, sino defender en todo momento la centralidad democrática.

Atribuirle a Cayetana Álvarez de Toledo el rol de «profeta» no es algo que ella misma reivindique, ni un título que se le otorgue comúnmente en el ámbito político o mediático. Sin embargo, en un sentido figurado, podría decirse que sus intervenciones y análisis a menudo tienen un tono de advertencia o de vaticinio sobre los peligros que, a su juicio, acechan a la democracia occidental y a la sociedad española.

Entre sus afirmaciones más destacadas están:

«La democracia no es el simple recuento de votos, es el respeto al Estado de Derecho, la separación de poderes y la libertad individual.»

«La verdad no es una opinión, es una cuestión de hechos. Y la política debe ser el espacio de la verdad, no de la emoción o del relato.»

«El nacionalismo es la negación de la libertad. Es la segregación por razón de origen, la construcción de fronteras mentales y físicas.»

«La izquierda ya no tiene ideas, solo identidades.»

«El Gobierno no es progresista. Son reaccionarios de manual».

«Prefiero ser la profeta del fracaso (del plan de Sánchez), no de España.»

Estas frases son solo una muestra, pero ilustran bien su estilo directo, sólido, claro y preciso, en defensa de los principios liberales y su postura crítica frente a lo que considera amenazas a la democracia y la libertad.

No por nada, en el reciente congreso del Partido Popular, cuando Feijóo mencionó su nombre como miembro de la nueva directiva partidista, se oyó una ovación estruendosa…

 

 

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