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Eleazar López Contreras y la invasión de los tachirenses

ELEAZAR LÓPEZ CONTRERAS Y LA INVASIÓN DE LOS TACHIRENSES

 

El primer proceso de transición democrática en la Venezuela del siglo XX lo inicia el general Eleazar López Contreras, al asumir la presidencia de la república inmediatamente después de la muerte del dictador Juan Vicente Gómez ocurrida en Maracay el 17 de diciembre de 1935. El nuevo mandatario ocupaba entonces el Ministerio de Guerra y Marina, cargo en el que logró consolidarse a partir de 1930 como la más prestigiosa figura del ejército y como la persona de mayor confianza del todopoderoso mandatario. Tenía 52 años de edad y 36 años de una vida militar iniciada a los 16 en la llamada Revolución Liberal Restauradora que derrocó en 1899 al presidente Ignacio Andrade y estableció a partir de entonces, y hasta el 18 de octubre de 1945, la hegemonía tachirense en la vida política del país.

Aquella audaz aventura, protagonizada inicialmente tan sólo por sesenta hombres comandados por Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez, sale desde Cúcuta el 23 de mayo de 1899, cruza el río Táchira y seis meses después, el 22 de octubre de ese mismo año, entra triunfante a Caracas, nutrida por miles de combatientes incorporados a sus filas en los cruentos combates que una vez más ensombrecieron al moribundo siglo diecinueve venezolano.

Con el rango de capitán ayudante del Batallón Libertador, el joven oficial López Contreras participó en la batalla ocurrida en la población de Tocuyito el 14 de septiembre, que fue decisiva para el triunfo de la revolución. En medio de aquel cruento enfrentamiento resulta herido en un brazo como consecuencia de un disparo de fusil. Establecido el nuevo régimen, en 1900 es ascendido a teniente coronel, y designado edecán del presidente Cipriano Castro.

En 1902 forma parte de los efectivos militares del gobierno que derrotan en la ciudad de La Victoria a las tropas de la Revolución Libertadora, liderada por el banquero y general Manuel Antonio Matos Páez Tinoco. Este alzamiento que se prolonga durante dos años (1901-1903) es la más importante de las acciones subversivas contra el gobierno de Castro, y constituye la respuesta armada a los radicales y autoritarios desplantes nacionalistas del caudillo tachirense, que en 1900 ordena la reclusión de Matos y demás directivos del Banco de Venezuela en la cárcel de La Rotunda, y les obliga a desfilar encadenados por las calles de Caracas. Todo esto como represalia ante la actitud de los banqueros, que se negaban a otorgar un préstamo solicitado por el gobierno de manera compulsiva.

La Revolución Libertadora, la más sangrienta de las guerras civiles ocurridas en nuestro país luego de la Guerra Federal, la financian encumbrados empresarios nacionales y poderosas compañías extranjeras entre las que se encontraban la Orinoco Steamship, y la New York and Bermúdez Company que explotaba en Guanoco, estado Sucre, el lago de asfalto más grande del mundo y había entrado en continuos conflictos con el gobierno, al asumir Castro el poder y aumentar a la empresa impuestos y regalías.

Al ser derrotados en la batalla de La Victoria, los insurrectos se repliegan, Matos se refugia en Curazao y el resto de los alzados, bajo el liderazgo del general Nicolás Rolando Monteverde mantendrán desde Ciudad Bolívar su disposición de resistir la ofensiva del gobierno contando para ello con cerca de 2.500 hombres.

El vicepresidente Juan Vicente Gómez es designado por Castro como jefe de las operaciones armadas destinadas a reducir el último reducto de la rebelión. Bajo el mando del general Román Delgado Chalbaud se embarcan en el puerto de La Guaira 3.000 efectivos que en tres vapores y una nave cañonera se dirigen a Ciudad Bolívar y la someten al bloqueo naval.

Luego de fracasar los intentos del obispo Antonio María Durán destinados a negociar la capitulación de los revolucionarios, Castro ordena proceder al asalto de la ciudad. En cumplimiento de aquel mandato el general Juan Vicente Gómez el día 19 de julio de 1903 inicia la más importante y cruenta de las batallas que le correspondió dirigir durante su prolongada vida militar.

Una violenta ofensiva ejecutada por los generales Eustoquio Gómez y Manuel Araujo, al frente de 3.500 efectivos, y el intenso bombardeo desde los barcos que maniobran en el río Orinoco, constituyen los implacables ataques que se prolongan durante 4 días y ponen punto final a las guerras civiles que azotaron a Venezuela en esa primera centuria de nuestra vida republicana. Juan Vicente Gómez es la figura estelar de esa batalla que sella la derrota final de aquella coalición integrada por los más famosos caudillos tradicionales, los más acaudalados empresarios y las empresas extranjeras afectadas por las hostiles medidas de la Revolución Liberal Restauradora. De esa manera, con el triunfo en la batalla de Ciudad Bolívar se comienza a consolidar el control hegemónico de los andinos en un país desbastado por las guerras intestinas que impedían la estabilidad necesaria para fortalecer la soberanía, crear la paz y emprender el camino hacia el progreso.

EL zarpazo británico en el Esequibo y el bloqueo naval a Venezuela.

Aprovechando las desastrosas condiciones en las que vivía entonces la sociedad venezolana, 19 días antes de la entrada triunfante de Castro a Caracas, en París, el tres de octubre de 1899, se dicta el fallo írrito y fraudulento de un tribunal arbitral internacional que permitió a Gran Bretaña despojarnos impunemente de 159.500 kilómetros cuadrados de nuestro territorio en el margen occidental del río Esequibo. El tribunal arbitral fue presidido por el ruso Friedrich Martens, y estuvo integrado además por dos árbitros británicos y por dos estadounidenses que asumieron la representación de Venezuela.

Y tres años después, el 22 de diciembre de 1902, se inicia el bloqueo naval a nuestro país impuesto por las marinas de guerra de Alemania, Italia y Gran Bretaña en respuesta a la decisión de Castro de declarar la suspensión del pago de la deuda externa que pesaba sobre Venezuela, a partir de los préstamos obtenidos en el exterior destinados a sufragar los gastos de la guerra de independencia, y los que posteriormente recibieron los gobiernos de la república ya separada de la Gran Colombia.

El bloqueo comienza a ejecutarse en el puerto de La Guaira la noche del 9 de diciembre de 1902 y la mañana del 20, con la operación conjunta de barcos de guerra pertenecientes a las tres potencias europeas, y el desembarco de tropas que toman los muelles y entran a la ciudad con el fin de buscar a sus representantes diplomático y llevarlos a la flota para protegerlos de posibles represalias. La pequeña marina de guerra venezolana es capturada rápidamente y sus embarcaciones son remolcadas y destruidas mar adentro. Los puertos de Guanta, Puerto Cabello y Maracaibo también son bloqueados. Dos buques alemanes intentan cruzar La Barra del Lago de Maracaibo mientras persiguen a una embarcación venezolana, y uno de ellos encalla en un banco de arena situado frente al Castillo de San Carlos desde donde los artilleros venezolanos disparan causando serios daños al buque encallado. Después de media hora de enfrentamiento los barcos alemanes se retiran dejando un saldo considerable de heridos, para regresar tres días después a bombardear durante cerca de ocho horas al castillo, destruyéndolo totalmente, y ocasionando en un pueblo próximo a esta vieja fortaleza la muerte de cerca de 40 civiles.

El rechazo al bloqueo. La Doctrina Monroe y la Doctrina Drago.

Estos hechos de desproporcionada violencia son repudiados por sectores de la opinión internacional, a pesar de los interesados medios de comunicación al servicio de las potencias agresoras que construían una imagen contraria a Venezuela destinada a justificar la agresión armada contra el país. Ante esa brutal agresión se pronunció el presidente norteamericano, Teodoro Roosevelt, invocando los principios proclamados en la Doctrina Monroe, aprobada en 1823 durante el gobierno del presidente James Monroe, que prohibía la intervención de las potencias europeas en los asuntos de América, así como cualquier intento de colonización de esas potencias en estas naciones, y consideraba esos intentos como actos de agresión contra Estados Unidos. De esa manera Roosevelt forzó a las partes en conflicto a buscar fórmulas conciliatorias a discutirse en los llamados “Protocolos de Washington” que permitieron suspender el bloqueo, hasta que la Corte Permanente de Arbitraje de la Haya sentenció estableciendo que Venezuela pagase su deuda con el 30 por ciento de los ingresos aduaneros.

En los distintos parlamentos latinoamericanos se abordó el tema como asunto trascendente y de la mayor preocupación, al ser considerado una violación de la soberanía venezolana y una evidente amenaza contra el resto de los países latinoamericanos. Especial interés despertó en el Congreso argentino el bloqueo perpetrado por las tres potencias europeas, mientras por su parte el gobierno de ese país presidido por el general Alejo Julio Argentino Roca, a través del canciller Luis María Drago, expresó oficialmente su protesta en un documento enviado al presidente norteamericano. El documento, conocido en lo adelante como la Doctrina Drago, estableció que la deuda pública contraída por los países no puede justificar la intervención armada por parte de los acreedores, ni la ocupación de su territorio. Estos principios se establecieron desde entonces como de aceptación universal, por lo que la crisis venezolana sirvió para detener la voracidad imperialista de las potencias europeas, y para fortalecer aún más el predominio de los Estados Unidos en el continente bajo la presidencia de Teodoro Roosevelt.

López Contreras en medio de los graves conflictos entre Castro y Gómez

 

Gómez y Cipriano Castro

 

 

Luego de la derrota definitiva de la insurrección de los liberal-restauradores, López Contreras es designado segundo comandante del Castillo Libertador, ubicado en la ciudad de Puerto Cabello. Eran momentos de delicadas intrigas en torno a Gómez y a Castro, porque a pesar de la consolidación del régimen, la exitosa acción militar ejecutada por el general Gómez en Ciudad Bolívar había creado peligrosas fisuras y desconfianza entre los dos caudillos que hasta entonces constituían los pilares fundamentales del sistema establecido.

En aquellas difíciles circunstancias, a López Contreras se le pretende vincular a una supuesta trama destinada a sacar a Gómez de la vicepresidencia de la república, para dejar en manos de Castro la jefatura única del gobierno, por lo que rechazando tales infundios López decide renunciar a su cargo militar en Puerto Cabello y, a partir de entonces, es relevado de cualquier responsabilidad importante en el sector castrense, y durante varios años sólo ocupará cargos menores de carácter civil. Sin embargo aquel inesperado marginamiento de los factores de poder le permite observar, desde prudente distancia y sin involucrarse, el desarrollo de un proceso cuya culminación es el golpe de Estado que en 1908 pone fin al conflictivo mandato de Cipriano Castro, y establece la larga y cruenta dictadura que durante 27 años ejercerá Juan Vicente Gómez.

A partir de 1903 la triunfal batalla de Ciudad Bolívar había elevado el prestigio político y militar de Gómez, quien hasta ese entonces era considerado simplemente el fiel seguidor de Castro y el incondicional compañero capaz de organizar las tareas de la guerra, y de cumplirle con eficacia en las funciones de gobierno. Ahora el segundo hombre del régimen surgía como un militar cuyas capacidades podían compararse con las del máximo jefe. De manera que aquellas nuevas circunstancias serían el caldo de cultivo propicio para el enfrentamiento de dos zamarros personajes que se conocían íntimamente y que habían compartido en las lejanas montañas tachirenses las buenas y las malas vicisitudes, así como los éxitos y los fracasos acontecidos tanto en la paz como en la guerra. Castro actúa sibilinamente ante su antiguo amigo, a quien ahora considera un peligroso adversario que ha logrado dividir al entorno oficialista entre castrismo y gomecismo. Y se propone a tenderle una habilidosa trampa, anunciando el 4 de abril de 1906 su retiro temporal de la presidencia por razones de salud y su disposición de irse a descansar en la plácida ciudad de La Victoria, dejando a Gómez encargado provisional de la primera magistratura del país.

La trampa urdida consistía en tantear a Gómez para ver si intentaba aprovechar la ocasión, tratando de quedarse de manera definitiva en el poder, y responder a tal propósito con una aclamación del pueblo, que pida a Castro su regreso a la presidencia. Así las cosas, el castrismo convierte a La Victoria en el centro de operaciones desde donde se desata una campaña de opinión que condena las supuestas ambiciones de Gómez y su intento de traicionar al jefe máximo. Y mientras Castro sigue anunciando que no tiene ambición ni intenciones de regresar, en Aragua el presidente del estado organiza manifestaciones pidiendo su retorno, mientras la totalidad de las autoridades municipales del país y numerosas personalidades, agrupadas en “La Junta de Aclamación”, envían sus firmas suplicando el regreso del gobernante, que se mantiene en voluntario y estratégico reposo.

Gómez permanece impertérrito y sereno frente a la tramoya en la que se le ha pretendido involucrar, continúa informando y rindiendo las cuentas oficiales sin alterar el rumbo normal de su interinato y finalmente, para ponerle término a la engorrosa situación, decide ir a reunirse con Castro para pedirle que por el bien de la república asuma de nuevo la plenitud de sus funciones. De esa manera se considera restablecida las buenas relaciones de ambas figuras y en medio del jolgorio popular, el 11 de junio de 1906, en un acto celebrado en el Concejo Municipal de La Victoria, Castro participa a los delegados de la “Junta de Aclamación” su decisión de continuar en el ejercicio de su mandato a partir del día 5 de julio.

Luego de aquellos acontecimientos que habían evidenciado las graves diferencias existentes en el liderazgo del Gobierno, una vez aclamado Castro en las numerosas movilizaciones organizadas por sus partidarios, y luego de haberle sido ratificada la obediencia y lealtad de su vicepresidente, todo parecía estabilizarse de nuevo. Sin embargo, tan sólo dos años después, el 19 de diciembre de 1908, Juan Vicente Gómez asume el poder, aprovechando que Castro se ve obligado a salir del país hacia Alemania, para tratarse graves problemas de salud. Ministros y demás funcionarios de importancia del gobierno derrocado son detenidos, y de esa manera, con facilidad y sin mayor violencia, toma el poder permaneciendo en él hasta su muerte.

El golpe de Gómez y la reivindicación de López Contreras

El ascenso de Gómez al poder significa un cambio radical en el rumbo de la política venezolana y en sus relaciones internacionales. En una primera fase de su mandato concede amplias libertades, permite el retorno de exiliados, libera presos políticos, y cambia la conflictiva política internacional de su antecesor. De esa manera, en lo interno proyecta inicialmente una imagen de amplitud democrática y hacia el exterior ofrece garantías para los intereses de las potencias extranjeras que habían estado en conflicto permanente con el presidente Castro. Con el tiempo se encargará de disipar las esperanzas democráticas y concentrará en sus férreas manos la totalidad del poder dictatorial. Mientras tanto, la diplomacia internacional tendrá en los años de su gestión un carácter pragmático, permaneciendo en una posición neutral durante el desarrollo de la primera guerra mundial, y abriendo las puertas a los inversionistas extranjeros que vinieron a desarrollar a partir de los años veinte la explotación petrolera del país.

La derrota de todos los intentos por derrocarlo, y el auge del petróleo que transformó radicalmente a la economía venezolana, le dieron a Juan Vicente Gómez la fortaleza política y económica que le permitió consolidar su régimen autocrático, iniciar el proceso de unificación del país, y cancelar en 1930 la deuda externa que pesaba sobre el país desde los inicios de nuestra vida republicana.

Hasta 1914 el teniente coronel Eleazar López Contreras permanece aislado de ese proceso político y militar que bajo el mando de Gómez venía transformando radicalmente la realidad del país. Sin embargo, ese año el todopoderoso dictador decide reivindicarlo, ordenando su ascenso al grado de coronel y nombrándolo primer comandante del Batallón Rivas. En 1919 lo designa Director del Ministerio de Guerra y Marina y en 1923 le otorga el ascenso a general de brigada y la jefatura de la Guarnición Militar de Caracas. En 1924 es el jefe de la delegación enviada por el gobierno al Centenario de la Batalla de Ayacucho; en esa ocasión se exhuman los restos de un soldado anónimo, que son traídos a Venezuela y sepultados en el campo de Carabobo.

En 1928, siendo jefe de la Guarnición Militar de Caracas, le corresponde sofocar un alzamiento de jóvenes oficiales y cadetes de la Escuela Militar, entre los cuales se encontraba su hijo Eleazar López Wolkmar. En este movimiento subversivo participó activamente un grupo de dirigentes estudiantiles motivados por los actos conmemorativos de La Semana del Estudiante, que se habían celebrado en los carnavales de ese año y que habían provocado la primera gran protesta civil contra la dictadura. En 1931 corona su larga carrera militar cuando Gómez lo designa Ministro de Guerra y Marina, y lo convierte en la persona de su mayor confianza al entregarle el control del aparato castrense. Durante los cuatro años de desempeño al frente de esas funciones se proyecta como un militar de carrera impecable, culto y sin manchas que pudieran vincularlo al enriquecimiento surgido del ejercicio del poder, o a la violación de derechos humanos.

El inicio de una nueva era.

Mirando los hechos ocurridos en aquella Venezuela sojuzgada por un hombre implacable que con mano férrea derrotó a todos sus adversarios, y liquidó la anarquía, el caudillismo y las guerras civiles, cabe preguntarse sobre los motivos que le llevaron a colocar en el camino de su sucesión a una figura de mentalidad liberal, conciliadora y muy lejana de los prototipos humanos de quienes eran los seguidores y amigos que le rodeaban. Sobre este asunto, Arturo Uslar Pietri en uno de sus programas de la serie “Valores Humanos”, transmitido en diciembre de 1972, destacaba la condición de Juan Vicente Gómez como “un hombre sagaz, cazurro, práctico y realista que seguramente pensaba lo que iba a pasar después de su muerte”. Y menciona cómo, a pesar de su entorno constituido por hombres autoritarios y caudillos con vocación de mando, decidió nombrar por primera vez a un militar en el Ministerio de Guerra y Marina, ajeno a la violencia, legalista y conciliador.

En todo caso, el 17 de diciembre de 1935 muere el dictador y asume sin mayores obstáculos la presidencia provisional, designado por el Gabinete Ejecutivo, el Ministro de Guerra y Marina, y si, como señalaba Uslar Pietri, el general Gómez pensaba lo que iba a pasar después de su muerte, efectivamente las condiciones humanas del sucesor eran las necesarias para evitar que el país retrocediera a las guerras civiles y a la anarquía que él había logrado derrotar. Y ante una población temeroso de lo que pudiera ocurrir tras la desaparición del dueño absoluto del poder, el nuevo mandatario impactó sorpresivamente a los venezolanos que pudieron escuchar por primera vez la voz de un presidente que hablaba a sus compatriotas a través de la radio, para participarles “La inmensa desgracia nacional del fallecimiento del Benemérito General Juan Vicente Gómez, caudillo ilustre que supo conducir a Venezuela al vértice de su actual engrandecimiento”, y para finalizar su breve alocución recomendar “el orden y la paz que, como orientación definitiva, el gobierno sabrá mantener enérgicamente”.

El Congreso en sesión extraordinaria ratifica la elección del general López Contreras como presidente hasta la conclusión de aquel período constitucional, y el 25 de abril es elegido nuevamente por el Congreso, para el período que va de 1936 a 1943. A partir de entonces Venezuela inicia un período de transición democrática y el comienzo de una nueva era para la República.

 

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