La foto de Illa y Puigdemont desata las alarmas en el PSOE
Los socialistas se ponen en guardia ante próximos gestos que pueden hundirles en las elecciones
La vuelta a escena de Carles Puigdemont con el arranque del curso político ha hecho saltar todas las alarmas en el PSOE. El expresidente de la Generalitat representa la etapa más oscura de los últimos años en Cataluña y personifica, en su figura, un recordatorio del amplio abanico de cesiones que el Gobierno de Pedro Sánchez ha hecho al independentismo para retener el poder. La máxima, en forma de ley de amnistía. Bajo la pátina de una pretendida «nueva normalidad catalana» se han perpetrado algunos de los atropellos más significativos para los socialistas y, también, los más dañinos para sus expectativas electorales fuera de -Cataluña. La foto en Bruselas con Salvador Illa de esta semana y, sobre todo, la expectativa de una futura cita en la Moncloa en primavera –tal como publicara este diario– dibujan un escenario que genera una profunda preocupación en las filas de la formación.
Así lo ha podido testar ABC en conversación varios dirigentes que muestran su temor a que la entrada de nuevo en juego del líder catalán tenga un efecto adverso en el ciclo electoral que encaran los socialistas el próximo año y que tendrá su culminación con las municipales y autonómicas de 2027. «Esto nos lleva a la ruina como partido», asegura uno de los consultados. «El PSOE ya no existe», tercia otro con mucha más dureza. La sensación recuerda a la que ya se vivió en 2023, cuando los líderes regionales y locales sufrieron en las urnas el castigo que los ciudadanos quisieron infligir al Gobierno central. La pérdida de poder territorial no tuvo precedentes.
Generar ahora la expectativa de que los Presupuestos pueden salir adelante y que, necesariamente, lo harán de la mano de Puigdemont es, para un alto cargo socialista, seguir trasladando la imagen de «humillación» ante las exigencias independentistas. Más si cabe, si esto supone una «traición» a los valores socialistas, como consideran que se ha perpetrado con el planteamiento de una financiación singular para Cataluña.
En todo caso, Puigdemont volviendo a España o reuniéndose con Illa o Sánchez es en sí mismo una dosis de recuerdo de la ley de amnistía, pactada a cambio de los siete votos de Junts para facilitar la investidura de Sánchez. En el PSOE temen que la necesidad de garantizar la viabilidad de la legislatura a nivel nacional o el mantenimiento de Sánchez en el gobierno, como se hizo entonces, acabe por comprometer su propia continuidad en el poder o la credibilidad como alternativa al PP en aquellas autonomías o municipios en los que se ha perdido. La crítica es transversal, trasciende el habitual sector crítico del PSOE en el que se trata de encasillar a las voces discrepantes. Son voces que se pronuncian en privado, pero también en público. Especialmente relevante fue la reacción del presidente de Asturias, Adrián Barbón, tradicionalmente alineado con Sánchez, que no dudó esta semana en criticar la foto de Bruselas.
El líder asturiano no ocultó que la instantánea le gusta «poco», porque Puigdemont le «cae bastante grande» y le «repele bastante». En la misma línea se manifestó Emiliano García-Page. El presidente de Castilla-La Mancha que nunca ha ocultado su rechazo, lanzó una advertencia al aire. «Tal y como está planteada esa reunión, me suscita muchísimas preguntas e interrogantes y ninguna respuesta». Page pidió que Illa «mantenga claro que el presidente es él y que no hay mando a distancia». Un control remoto que, a su juicio, Puigdemont ejerce en España desde el extranjero. Las voces consultadas en privado muestran su preocupación, pero también su resignación, pues saben que Sánchez no será permeable a sus temores y mantendrá su hoja de ruta, independientemente de que esta tenga un perjuicio electoral, casi letal para las aspiraciones del resto del partido.
Especialmente complicado es el panorama en Andalucía. Con unas expectativas ya muy comprometidas y unas encuestas que les dan la espalda –hundiendo incluso el suelo electoral que Juan Espadas marcó en 2022– la resurrección de Puigdemont en plena campaña con una aplicación efectiva de la ley de amnistía, su vuelta a España o la citada foto con Sánchez supondría un capital imposible de contrarrestar en un feudo que acusa especialmente el agravio territorial con Cataluña. Para que Illa pudiera ganar y llegar a gobernar, se han puesto en jaque otros territorios y hoy el PSOE solo gobierna en otras tres comunidades autónomas (Asturias, Castilla-La Mancha y Navarra).
De hecho, desde el Gobierno se suele impelir a los líderes municipales y autonómicos a que «saquen pecho» de la gestión del Ejecutivo, como una suerte de acicate electoral. Sin embargo, si bien hay medidas que pueden defenderse, desde los territorios se recela de nacionalizar sus campañas. Consideran que la crispación que domina la arena madrileña es perjudicial y que algunas de las medidas que ha impulsado Sánchez, especialmente todo lo que tiene que ver con las cesiones a sus socios, «no es un patrimonio del que podamos presumir, precisamente», se queja uno dirigente consultado. En los territorios esperan que no haya interferencias y que, en el peor de los casos, el presidente opte por adelantar las elecciones para medirse en las urnas él en primer lugar.